Una lucha abierta contra el corrupto y el corruptor

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24 de noviembre de 2023
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12:12 am
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Una lucha abierta contra el corrupto y el corruptor

¿Vuelven los oscuros malandrines del 80?

Por: Óscar Armando Valladares

La corrupción -acción y afecto de alterar y trastocar una cosa, especialmente para estropearla; de echar a perder, depravar, dañar, podrir, pervertir; en fin, de sobornar con dádivas para obtener favores o beneficios-, es un mal en toda la línea; más aún, cuando alude al comportamiento deshonesto e ilegal de una persona con autoridad o poder, abierta al cohecho, al “moje”, al verbo “untar”. Corruptor -el que soborna- y corrupto -el que permite o se deja sobornar-, suelen tener afinidades delictivas, inmorales y en ocasiones antipatrióticas (como cuando “formalizan” concesiones lesivas al propio Estado).

Por estar tan arraigada y agazaparse tras el parapeto de la impunidad, la corrupción en Honduras reviste el carácter de dolencia crónica, para muchos irremediable e inclusive hereditaria al no verse signos positivos de atenuación, sino más bien de gravedad extrema en los doce años de exposición maligna, y que hizo mella en el Seguro Social y en los hospitales móviles de Turquía.

Como estandarte político -a la verdad atrayente- la adversó por un tiempo Salvador Nasralla, logrando captar, en los últimos comicios, una decena de diputados, quienes en campaña hicieron fe anticorruptora, con que vencieron y convencieron. Con tacto y táctica convenientes, sumaron votos contra JOH y su régimen corrupto obteniendo dividendos en términos de principios creíbles que, a no dudar, implicaba ejercerlos coherentemente. Fue llamarada de tusa.

A las primeras de cambio, Nasralla -juzgándose traicionado- encendió el fuego antigubernamental, arrastrando a “su” bancada, por lo que sus miembros ligáronse a la corrupción cachureca, la cual ni corta ni perezosa los convirtió en voceros suyos, papelón en que despuntan doctores y abogados como Fátima y Suyapa, como Claudia y Maribel, como Carlos Umaña y Tomás Ramírez, por cuanto ya lo proclama el sabio refranero: Quien mal anda mal acaba. Dime con quién andas y te diré quién eres. El que entre lobos anda a aullar aprende…

Sin embargo, la regla no ha sido general. Aparte de Luis Redondo, titular del Congreso, el cual tuvo el cuidado de desatender a tiempo las directrices caprichosas del dueño del PSH, resalta con nítida intensidad la decisión tomada por la parlamentaria Ligia Ramos, contraída a separarse del ámbito partidario “nasrallista” con el sano propósito de no inficionar sus principios con el virus de la corrupción y, en el plano moral, de no poner en precario la coherencia de su conducta personal y profesional, teniendo que soportar dicterios y amenazas que, lejos de amilanarla, explicitan la justeza de la postura asumida con un criterio -recalca- a todas luces independiente y, desde esta perspectiva, dispuesta a legislar con sentido crítico-constructivo, a contrario sensu del BLOC empeñado en la trama de destruir a rajatabla. Tiempo atrás, adoptó similar conducta un joven parlamentario nacionalista, oriundo de Comayagua, tierra natal del honrado Cabañas. ¡Bienaventurados sean aquellos que se prolongan hacia adelante, porque de ellos serán las páginas de la Historia!

Jaculatorias aparte, lo toral en estos momentos reside en socavar las bases de que se agarran los corruptores y corruptos, sean unos y otros políticos y empresarios, católicos y evangélicos, viejos y barbilampiños, soldados y policías, nacionales y extranjeros, etcétera. Aunque arremetido por la extrema derecha, ¿podrá el gobierno actual cargar con esa tarea? ¿Controlar la corrupción y evitar que entre su gente no asomen sus uñas negras? Tarea ardua, ciertamente. Si el pueblo en mayoría desalojó del mando al narcotráfico, la corrupción y el entreguismo más dañino de la historia hondureña, implica esto que el soberano dio a Xiomara Castro el cometido de combatir esos flagelos, en especial la corrupción sobre la cual recaen los otros dos grandes problemas.

Contrario a lo acontecido en el pasado, la junta directiva del Congreso Nacional empezó un ejercicio saludable: no ofrecer dádivas en el proceso electivo de los magistrados, ni comprar voluntades para la escogencia en veremos de los titulares del Ministerio Público, tampoco en la aprobación pendiente de la Ley de Justicia Tributaria. Tres buenos ejemplos de una lucha de veras promovida en contra del binomio corrupto y corruptor.

 

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