Mareros despreciados y políticamente utilizados

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27 de noviembre de 2023
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12:02 am
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Mareros despreciados y políticamente utilizados

Por: Marcio Enrique Sierra Mejía

Según Human Watch, la cantidad de miembros activos del estrato social de mareros, se estima en 40,000 en el 2022. Una población dividida entre las dos maras mayoritarias: la Mara Salvatrucha (MS13) y la pandilla callejera (Barrio 18). Ambas, integradas por jóvenes que manifiestan un comportamiento antisocial y actúan siguiendo instrucciones para ejecutar tareas ilegales, legales o de violencia criminal que, la elite marera que les dirige les manda a realizar. Tales como: el narcomenudeo, la extorsión, el contrabando de armas, el secuestro, robos de vehículos y, en ciertos casos, misiones con mareros capaces de asesinar por encargo.

Los psicólogos ven a las maras como pandillas de jóvenes de ambos sexos, en el rango de edad de 10 y poco más de 30 años de edad aproximadamente, estructuradas y organizadas, violentas, transfronterizas e hijas de la globalización.

En Honduras, la mayoría de estos jóvenes sobreviven en un contexto de pobreza que daña su reproducción social debido a la incidencia de factores de riesgo como la urbanización creciente, la falta de oportunidades de desarrollo humano, de trabajo, de políticas públicas pensadas para prevenir una inserción social adecuada y, por la instrumentalización de política asistencialistas que, no les han dado un buen uso, porque las aplican con interés político manipulador.

La marginalización que afecta a estos jóvenes, evidencia la existencia de brechas económicas causadas por una lógica de acumulación capitalista dominante que, es concentradora de capital y, en consecuencia, generadora de estratos sociales con actitudes antisociales que apelan a dinámicas comerciales ilícitas para hacerle resistencia a las condiciones de marginación social en las que viven.

Los mareros son personas marginadas y segregadas en zonas urbanas como si fuesen ciudades estado, que se convierte en cuarteles de refugio. La conducta antisocial que caracteriza a los mareros, es producto también de traumas de niñez desatendidos y, ciertamente, con pocas probabilidades de recibir atención como un problema social de primer orden.

A los mareros, solo los ven como amenaza y criminales que no merecen un trato distinto al represivo. El Estado y la sociedad, minimizan el diseño de estrategias de desarrollo inclusivo específicas, para abordar a las comunidades mareras. Se desconocen las características de las relaciones de dominación que sostienen el andamiaje de las maras. Los mareros, son la base de la elite marera que ha logrado formar parte del poder ilícito que existe en Honduras. Operan en el mercado ilícito, porque en él, encuentran la oportunidad de obtener empleo e ingresos que no ofrece el mercado lícito, instrumentalizando dispositivos violentos que les permiten salir de la situación de escases en la que sobreviven.

La postura de los científicos sociales, particularmente la de los antropólogos, plantean realizar acercamientos con medidas preventivas. Según el punto de vista científico social, es posible realizar acercamientos solidarios que permitan resaltar los aspectos culturales positivos, implementando políticas constructivas orientadas a una reinserción integral efectiva. No es orillando a Honduras hacia la aplicación de políticas de seguridad ciudadanas duras, represivas e intolerantes, como se puede lograr enfrentarlos. Si bien, vemos rasgos perversos en los mareros como la intimidación a la ciudadana, que causa la emigración de hondureños hacia los Estados Unidos; la ejecución de crímenes sobretodo del tipo masacres; el emprendimiento de guerras territoriales que involucra a jóvenes en esos enfrentamientos armados; el aumento de la inseguridad ciudadana que afecta la convivencia y su desarrollo pacífico; los daños que le producen a la salud pública porque incurren en delitos que afectan negativamente al bienestar general; los operativos de extorsión que ejecutan en todo el país y que afectan gravemente la economía, al provocar cierre de empresas, y otras consecuencias conexas; la inducción a la corrupción pública, al instrumentalizar a funcionarios públicos para cometer los delitos haciéndoles violar los derechos que les confían, al realizar conexiones, para beneficio propio, contrariando la ley y los principios morales: los mareros tienen un lado bueno.

Existe un lado bueno en los mareros que no se puede perder de vista. No solo hay que enfocarse preferentemente en las actividades criminales de las maras, sino aplicar con más ímpetu estratégico, acciones que busquen ofrecer alternativas de desarrollo que bajen la peligrosidad. Implantar una política represiva fuerte en contra de las maras, debe ser revalorada y considerar un abordaje centrado en medidas económicas y sociales para atacar defectos estructurales del sistema económico, que generan la pobreza y la ausencia de prevención de la violencia, con el apoyo de la comunidad internacional.

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