Mi dama de hierro

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29 de noviembre de 2023
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12:02 am
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Mi dama de hierro

Déjame que te cuente…

Por: José María Leiva Leiva

Una grave infección bacteriológica en una úlcera de mi pierna izquierda, que estuvo a punto de hacerme perder dicha extremidad, me llevó de emergencia a finales del pasado mes de junio a una semana de hospitalización y dos cirugías a cargo del cirujano vascular, Yaser Rizo. A partir de aquí, y hasta la fecha, se vio la necesidad de recurrir al cirujano plástico, Christian Yánez para practicar, primero un injerto, y luego seguir con las curaciones de rigor entre dos y tres veces a la semana, llevadas a cabo entre su clínica y mi domicilio, contando para ello, además, con el auxilio de la Dra. Génesis Tercero. Excelentes facultativos, que, con la venia del Padre, han hecho posible que poco a poco pueda volver a caminar, aunque eso sí, lo haga por precaución apoyado en un bastón.

Por otro lado, no menos cierto es que con la edad, los achaques suelen venir en combo, o como se diría en la jerga popular, “padeciendo las 7 plagas de Egipto”. En mi caso particular, leo con mucha gracia un mensaje que afirma que Dios da las batallas más difíciles a sus mejores guerreros… pero creo que a mí me confundió con Rambo. Bromas aparte, así estoy, aquejado de múltiples enfermedades de base, que tienen que ver con problemas oncológicos, hipertensión, diabetes tipo 2, insuficiencia venosa, y encima, con un solo riñón, por lo que los tratamientos y la medicación se tornan difícil de implementar, al pretender mantener y no digamos, mejorar la condición de salud, extremo este que se convierte en un máximo reto.

Por ello su abordaje se torna interdisciplinario, al punto de estar siempre presente la oncóloga Miriam Chávez, el internista Geovanny Trimarchi, el endocrinólogo Obed Urquía, el nefrólogo Evandro Valladares, más el auxilio de la Dra. Karelia Fiallos, y el de mi hermano José Erick. Extraordinario equipo médico que al igual que a los tres primeros galenos mencionados en el párrafo primero, debo gratitud y afecto por sus cuidados y consejos profesionales.

Ahora bien, si hay alguien que ha estado a mi lado durante estos 4 intensos meses, en forma tolerante, paciente, permanente e inclaudicable, ha sido mi amada esposa Gladys, mi dama de hierro. Compartiendo desvelos, vigilancia y atenciones de toda clase. Facilitando mi higiene personal y alimentación, asistiendo a los médicos en sus curaciones, o bien haciéndolas ella misma. Así mismo, proporcionándome las medicinas en su horario establecido, llevando la administración de la casa y las gestiones personales que aún no he podido cumplir fuera de esta.

Por supuesto, los hijos, hacen lo que pueden y tienen que dividirse, pues afrontan sus propios compromisos laborales, más la atención directa con sus respectivas familias, como ocurre con Scarlett y José María, o bien viven en el extranjero, que es el caso de Ricardo quien reside en Alemania. Por ello insisto, el gran baluarte en todo este largo, complejo y doloroso proceso de sanación, es mi cónyuge que, en estos 41 años de vida matrimonial, ha estado presente en las buenas y en las malas, tal como lo dijo el sacerdote que nos casó un 28 de diciembre de 1982.

Entonces, nada más lindo, justo y oportuno que dedicarle esa bella poesía, obra del ilustre bardo argentino Ramón de Almagro: “Tu Espalda”, que dice: “Tu espalda es mi descanso, mi sosiego. Es la calma después de haberte amado. Tu espalda es un refugio donde llego a lamer mis heridas, angustiado. Tu espalda es taller de mi poesía en las noches que paso desvelado. Tu espalda tiene el fin de cada día, junto al sueño y un beso ya cansado. Y si todo se me hace cuesta arriba, si mi vida parece a la deriva, más que nunca tu espalda es necesaria. Pues si es dura la mano del destino, tu espalda es el altar donde me inclino para llegar a Dios… con mi plegaria”. Benditos sean mi dama de hierro, y el tesoro familiar que con tanto amor hemos procreado.

 

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