Por: Ivonne Tábora*
Por los vientos que soplan y las cifras que mensualmente brindan los entes de seguridad y organizaciones defensoras de los derechos humanos a nivel nacional e internacional, este año 2023, cerrará como uno de los más violentos contra las mujeres, además de continuar con altos niveles de impunidad.
Este tema me toca en lo más profundo como mujer, y lo entiendo tanto, que puedo lanzarme a opinar que las estadísticas se quedan cortas, porque si hay una característica general que se da en la mujer que es víctima de violencia, ya sea sexual, física, psicológica, patrimonial, etc., es que siente miedo, y ese miedo, muchas veces la paraliza.
Así que si los datos que brinda el Conadeh, o el Observatorio de la Violencia de la UNAH, y algunos entes de seguridad del Estado, son alarmantes, no puedo imaginarme cuántos casos más existen, porque hay que sumar a todas las que sufren en silencio, ya que según estadísticas, nueve de cada diez mujeres que sufren violencia, no lo denuncian.
El Instituto Universitario en Democracia, Paz y Seguridad, (Iudpas). Señala que Honduras es el país de la región centroamericana, con las cifras más altas de muertes violentas de mujeres, y aun cuando venimos escuchando desde hace muchos años, sobre este flagelo, no hay procesos de investigación efectivos, y menos castigos para los agresores, que permitan sentar precedentes.
Este problema endémico, se está normalizando por una parte de la población, porque es más fácil echarle la culpa al machismo, o decir que es cultural, de esta manera el mensaje que se envía es que matar a una mujer en el país, no es un delito, y que simplemente no pasa nada.
He visto muchos casos de cómo se violentan los derechos de la mujer, recuerdo uno, en particular, una madre, con dos pequeñas hijas, sufrió violencia física y psicológica por muchos años, por parte de su pareja y padre de sus menores, ella no se atrevía a denunciar, vivió varios años sometida al terror que le infundía su verdugo, hasta que un día, un familiar cercano a ella, denunció el caso ante las autoridades y allí inició una batalla campal, pasaron muchos años para que ellas pudieran salir de ese ciclo, que las mantenía cautivas en su propio hogar.
Finalmente lograron salir de esa situación traumática con vida, gracias a Dios, porque hay muchas que jamás salen o mueren en el intento.
El Comisionado Nacional de los Derechos Humanos, CONADEH, hace poco dio a conocer un informe con un panorama alarmante, en el que sitúa a las mujeres hondureñas, como grupo vulnerable, con altos niveles de femicidios, desapariciones, y agresiones a diario, violentando en gran manera sus derechos humanos, y sin ningún tipo de ayuda y peor aún, con niveles altísimos de impunidad, rondando un 95 por ciento.
En este mismo sentido, el Observatorio de la Violencia de la UNAH, ha revelado que un 68% de las mujeres hondureñas entre 15 y 49 años han sufrido violencia una vez en su vida.
Pero me parece que hay un fenómeno importante que rescatar dentro de tanta noticia negativa acerca del tema, y es que el sector rural, específicamente el de las mujeres indígenas que durante décadas han sido tratadas bajo la estructura patriarcal y machista, llenas de desigualdades, estas han iniciado a pronunciarse y aun enfrentando desafíos enormes, no solo por tratar de defender sus vidas, sino también, por defender sus tierras y comunidades.
Ya llevamos más de 300 muertes violentas en lo que va del presente año, creo que la Presidenta está en deuda con todas las mujeres, en especial con las que le dieron el voto, esas que están esperando que la situación cambie, porque la temática formó parte de su campaña electoral, aunque sea un problema de años, urge su intervención y se destine más presupuesto para prevención.
Urge atacar las causas, creo que prevenir la violencia en general y más la machista, es responsabilidad de todos, de la sociedad, del Estado, de las iglesias, de las escuelas, de los medios de comunicación, etc., y si estamos en un país en donde cada 21 horas una mujer pierde la vida de forma violenta, esa es una señal clara, que ya es hora, desde donde estemos, alzar la voz y unir esfuerzos.
“Levanto mi voz no para poder gritar, sino para que los que no tienen voz puedan ser escuchados”. Malala Yousafzai, Premio Nobel de la Paz, en el 2014.
*Licenciada en Periodismo, relacionista pública, administradora de redes sociales.
@IvonneTabora
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