La UNAH en el corazón de quien es agradecido

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1 de diciembre de 2023
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12:05 am
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La UNAH en el corazón de quien es agradecido

¿Vuelven los oscuros malandrines del 80?

Por: Óscar Armando Valladares

Transcurre el año 1845. Ante la carencia de centros educativos, los bachilleres Máximo Soto, Alejandro Flores, Miguel Antonio Rovelo y Pedro Chirinos deciden organizar la Sociedad del Genio Emprendedor y del Buen Gusto, inaugurada el 14 de diciembre. El discurso principal lo pronuncia el padre José Trinidad Reyes. “La sabiduría -dice- no solo distingue al hombre de las fieras, sino que le da superioridad y preferencia sobre sus semejantes. La cultura amansa la ferocidad de los salvajes, defiende la libertad, contienen los avances del despotismo y dirige al hombre con más seguridad a su fin último…”.

Un decreto gubernativo -cifrado el 8 de marzo del siguiente año- acordó reconocer al novel establecimiento, protegerlo y transformarlo en “Academia Literaria de Tegucigalpa”. Comayagua era la capital de Honduras y sede del Ejecutivo, bajo el mandato del Dr. Juan Lindo, quien, el 1º de septiembre de 1847, dispuso el traslado provisional del gobierno a la ciudad tegucigalpense con el propósito de inaugurar la Academia con rango de Universidad. Poco después -el domingo 19 del mismo mes y año se creó nuestra Alma Máter. “En prueba del interés que mi gobierno tiene en todo lo que se encamina al fomento de la ilustración, y con el fin de dar impulso a las ciencias y estimular a nuestra juventud, declaro inaugurada la Academia o Universidad de Honduras”, expresó Lindo.

El centro educativo, funcionó inicialmente en el edificio conventual de San Francisco, bajo la rectoría del padre Reyes y donde obtuvo el primer título el joven Sinforiano Rovelo. En 1869 la institución pasó al convento de La Merced. Diez años después -en la administración de Marco Aurelio Soto y Ramón Rosa- se produjeron los primeros cambios en el seno universitario. En la Memoria de instrucción pública, el ministro Rosa formuló estas apreciaciones: “Es indispensable que la enseñanza sea más amplia, más variada y más práctica; que en la Universidad se aprendan las ciencias sociales, las clases médicas y las ciencias prácticas aplicables a la industria que tienen por base los conocimientos físico-matemáticos. El gobierno se propone proporcionar recursos y alistar un cuerpo de profesores competentes para llevar a cabo el nuevo plan de estudios que reclama la enseñanza profesional”. En su discurso del 26 de febrero de 1882, señaló los nuevos lineamientos organizativos y académicos, entre ellos, la apertura de f
acultades “a fin de dar a cada uno de los estudios una dirección y una inspección especiales”.

El salto cualitativo más importante aconteció en 1957, con la conquista eminentemente estudiantil de la “autonomía universitaria”, obtenida durante el mandato de la Junta Militar, integrada entonces por los oficiales Héctor Caraccioli y Roberto Gálvez, materializada en la Ley Orgánica emitida el 15 de octubre y plasmada constitucionalmente en los términos siguientes: “La Universidad Nacional Autónoma de Honduras es una institución autónoma del Estado con personalidad jurídica. Goza de la exclusividad de organizar, dirigir y desarrollar la educación superior y profesional”.

Al igual que miles de compatriotas, somos hijos pródigos de la Alma Máter, a la cual servimos entrañablemente en distintos puestos y diversas obras, entre ellos: ser director de Cultura y promover la iniciativa de la Cuarta Reforma Universitaria, en la segunda tanda rectoral de la doctora Ana Belén Castillo de Rodríguez, iniciativa que ella anunció el 6 de julio del año 2000 y oficializada su ejecución el jueves 27 del mismo mes por el voto unánime del Consejo Universitario. En el decurso de 18 años de labores contertuliamos con innúmeros funcionarios, docentes, trabajadores y estudiantes y con cercanos miembros del comité permanente de apoyo a las actividades culturales de la UNAH, cada uno de los cuales ocupa un lugar en el ámbito de los recuerdos, de los buenos recuerdos por supuesto.

A nueve años de ser despedido, recibo este día el reconocimiento de nuestra universidad -por conducto de un grupo de excompañeros y amigos de siempre- en un acto público a celebrarse en el edificio que evoca el año fundacional -1847- y el cual servirá de emotivo pretexto para rehacer experiencias y hechos acontecidos tanto en la Ciudad Universitaria como en los Centros Universitarios Regionales que trajinamos en la promoción, por ejemplo, de los años académicos, que propiciamos, y en la entrega de la Revista de la Universidad, que reeditamos . ¡Cómo no llevar la UNAH en el corazón agradecido!

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