Capacidad de diálogo

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4 de diciembre de 2023
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12:05 am
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Capacidad de diálogo

Por: Rodolfo Dumas Castillo

En el complejo escenario geopolítico actual, la capacidad de dialogar se erige como un elemento fundamental para la resolución de conflictos y la toma de decisiones políticas. Un ejemplo de la relevancia que puede tener la capacidad de dialogar y de lograr consensos, aun en medio de las peores circunstancias, lo podemos ver en la situación del Medio Oriente. Apenas un mes después de los ataques terroristas a Israel y de la ofensiva militar de ese país contra Hamas, ambas partes lograron un acuerdo de cese al fuego. Lastimosamente, al momento de escribir este artículo, esa breve pausa ha concluido y han reiniciado las acciones militares.

Es evidente que ese cese temporal de las hostilidades no fue algo fácil de concertar entre dos partes que han sufrido incontables y horribles pérdidas humanas. Sin embargo, ambos comprendieron que existían metas superiores y que lograrlas era más importante que demostrar quién tiene la razón y quién está equivocado. Se trataba de lograr la liberación de rehenes en poder de Hamas y de prisioneros en cárceles israelíes, así como la entrega de ayuda humanitaria a los ciudadanos de Gaza. El intercambio su produjo tal como lo negociaron con la oportuna intervención de varios países, especialmente Catar, Egipto y los Estados Unidos de América.

El diálogo y la diplomacia, en este contexto, se convirtieron en la vía para comprender las preocupaciones mutuas, establecer límites y acordar un compromiso que permitiera detener la violencia. La voluntad de ambas partes para escuchar y negociar demostró que, incluso en situaciones de extrema tensión, estas herramientas pueden prevalecer sobre la confrontación. Suponemos que, sin perjuicio de las acciones militares, los esfuerzos por encontrar un camino hacia el restablecimiento de la paz continuarán y que eventualmente producirán resultados más duraderos para la región.

Mientras eso ocurre en esa parte del mundo, aquí en Honduras la situación es completamente diferente. A pesar de que el diálogo es esencial para el funcionamiento democrático, el país enfrenta más de tres meses de estancamiento político debido a la incapacidad de reunir al Congreso Nacional y de reactivar la labor legislativa para atender temas de urgencia para el país. La falta de consensos entre las diferentes fuerzas políticas ha generado un bloqueo que impide la toma de decisiones cruciales como la aprobación de la ley de colaboración eficaz, la aprobación del Presupuesto General de la República, la aprobación de una ley para regular el trabajo por tiempo parcial y muchas otras que se requieren para el bienestar general.

Este estancamiento refleja la importancia de cultivar la capacidad de dialogar no solo en momentos de crisis, como en el caso del Medio Oriente, sino también en el día a día de la política. La habilidad para llegar a acuerdos, ceder en ciertos puntos y trabajar en conjunto es esencial para el buen funcionamiento de cualquier sistema democrático, pero es particularmente urgente para Honduras que viene saliendo de una época que se caracterizó por el abuso de poder y el debilitamiento de la institucionalidad. Cada día que persiste esa incertidumbre en el Estado de derecho, es tiempo que el país pierde para atraer inversiones, generar oportunidades de empleo y atacar la pobreza.

Adicionalmente, la disfuncionalidad del Poder Legislativo incide en los indicadores que miden la seguridad jurídica del país, lo cual se traduce en menor cooperación internacional (por ejemplo, la Cuenta del Milenio), menor credibilidad en los mercados internacionales y mayor riesgo país, lo que afecta directamente el costo de financiamientos públicos y privados. Entonces los efectos adversos de la parálisis no solo son políticos, sino que tienen consecuencias materiales en perjuicio de la nación.

En última instancia, estos dos casos resaltan la capacidad de diálogo como un instrumento poderoso en la resolución de conflictos y la toma de decisiones políticas. Ya sea en situaciones de conflicto armado o en el ámbito legislativo, la voluntad de dialogar y buscar soluciones comunes es esencial para construir sociedades más justas y pacíficas. Como en muchos otros temas en nuestro país, esta situación es un claro reflejo de debilidades educativas y de una cultura que ha priorizado las metas personales o de grupo por encima del bien común. Las nuevas generaciones deben aprender de estas crisis para que en el futuro podamos construir una democracia pluralista y efectiva.

Correo: [email protected]

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