Clave de SOL: El “Café” fundamental y marginal

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10 de diciembre de 2023
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12:03 am
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Clave de SOL: El “Café” fundamental y marginal

Por: Segisfredo Infante

El nuestro es como un brevísimo prefacio a la “Introducción” de un libro de Antoni Martí Monterde, publicado en 2007, bajo el título de “Poética del Café, un espacio de la modernidad literaria europea”. Esto más bien es un merodear en torno de un volumen de 493 páginas que trata de la historia de la modernidad observada desde la perspectiva de las cafeterías y de la producción intelectual en estos últimos siglos, en una tradición compartida por personajes orientales y occidentales. Tal dato significa que la modernidad puede ser analizada desde ángulos convergentes y divergentes, incluyendo la esfera literaria. No es lo mismo la “modernidad” para un historiador que trabaja con documentos de primera mano y con hechos concretos, que para un filósofo conceptual que ve las cosas desde la perspectiva de las ideas rigurosas. Ambos abordan “la cosa” con seriedad, desde periodos y lenguajes más o menos diferenciados. Un poeta y un bohemio, en cambio, podrían digerir el fenómeno externo e interno de la modernidad y del mundo contemporáneo, desde la óptica ambigua de las cafeterías “clásicas”.

Por inexplicables motivos he postergado demasiado tiempo la lectura de esta “Poética del Café” de Antoni Martí Monterde, recordando que ha sido un tema afín a mis inclinaciones literarias tempraneras, y un refugio natural y artificial (igual que el cinematógrafo) que permitía neutralizar la soledad bifronte. O que ayudaba a varios de nosotros a experimentar, con urgente contrapartida, un aceptable grado de amistad y de afinidad entre distintos escritores. Son memorables nuestros encuentros, a finales de la década del setenta y comienzos del ochenta del siglo próximo anterior, en la cafetería “Metropolitana” de Tegucigalpa, casi a la par del viejo “Cine Clámer”, en donde según los expertos se tomaba “el mejor café de Centroamérica”. De hecho tostaban, molían y preparaban el café frente a nosotros. Después de cada jornada laboral llegábamos ahí con Roque Ochoa Hidalgo a conversar de música seria, literatura y filosofía. Poco a poco se fueron sumando otros personajes, como Guillermo Emilio Ayes, Rigoberto Paredes, Félix Cesario, Livio Ramírez, Héctor Hernández, “Pachán”, Roger Gutiérrez y un profesor de física teórica, ya fallecido, cuyo nombre se me escapa.

Antoni Martí Monterde fundamenta su estudio de las cafeterías europeas, citando de entrada un pensamiento de Josep Pla, que reza: “El hombre, además de hijo de sus obras, es un poco hijo del café de su tiempo”. Y es que los grandes escritores modernos, por lo menos de los últimos tres siglos, se asilaron en las cafeterías, con pocos centavos en sus bolsillos, a degustar esta bebida aromática y a escribir versos o fragmentos de sus futuras obras inéditas o por publicarse. También se reunieron a debatir los temas candentes de la política y de la ciencia enciclopédica más o menos empirista de aquellos lejanos días, sobre todo los pensadores ilustrados, unos menos libertinos que otros. (Ver el libro “Los libertinos barrocos” de Michel Onfray).

La postergación de la lectura del libro “Poética del Café”, es posible que se deba a mis estados de fatiga que han sido más frecuentes después de una fuerte neumonía de hace alrededor de siete años. A lo que se suman dos ataques recientes de coronavirus, el asma desde la niñez y una propensión a otros achaques. Por eso tengo que recostarme sobre una almohada a fin de leer varios libros sin poder subrayarlos. Antes leía, subrayaba y escribía en las viejas cafeterías y restaurantes del centro histórico de Tegucigalpa, como “El Jardín de Italia”, “Marbella”, “La Gran Vía”, “Bric-Brac”, “El Mediterráneo”, “San Francisco”, “El Prado” y los merenderos de “Don Pepe”. Y, ya por último, en el “Café de Pie”. Todas estas cafeterías maravillosas han desaparecido de la faz de la tierra inmediata, como si nunca hubiesen existido. En consecuencia, es preciso rememorar que al “Jardín de Italia” llegaban los escritores hondureños y extranjeros de la vieja guardia, es decir, Medardo Mejía, Óscar A. Flores, Claudio Barrera, Ventura Ramos, Julio Rodríguez Ayestas, Oscar Acosta, Salvador Valladares, Oscar Falchetti y otros.

Por el “Café” europeo y egipcio, concebido como institución informal, pasaron escritores y científicos de la talla de Diderot, Voltaire, Schopenhauer, Balzac, Baudelaire, Verlaine, Unamuno, Einstein, Zweig, Ramón y Cajal, Darío, Turcios, Kavafis, Sartre y un amplísimo etcétera. La escritora norteamericana, Carson McCullers, concibió sus relatos agrupados en “La balada del café triste” (1951), en el seno de las melancólicas cafeterías estadounidenses. Parejamente, un desconocido escritor hondureño escribió y publicó “Versos sueltos escritos en el bus y en el café” (1981-1988) y el libro poético de sugerencia kantiana: “Antinomias de café” (1990). Como bien podrá apreciar un buen lector, el presente texto es una combinación de lo fundamental y lo realmente periférico de las civilizaciones modernas y contemporáneas, universales y específicas.

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