Bukele: la verdad detrás del carisma

MA
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13 de diciembre de 2023
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01:08 am
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Bukele: la verdad detrás del carisma

Por: Héctor A. Martínez (Sociólogo)

Cenando en un restaurante de Tallin, la capital de Estonia, un amigo quería saber si era cierto que Nayib Bukele había hecho de El Salvador “el país más seguro de América Latina”, tal como se publica en las redes sociales del Gobierno. Debemos advertir que la palabra “Seguridad” para un estonio significa más que un discurso político; es un derecho inalienable, sobre todo en un país donde la policía no porta armas de fuego porque la delincuencia es casi nula.

Pero eso es apenas la mitad de la historia. En esa sociedad, al igual que en los países nórdicos, se observa un firme compromiso en el cumplimiento de las leyes y los valores sociales. Este compromiso es el reflejo de un sistema político que brinda oportunidades institucionales para hacer posible las aspiraciones de los individuos. Desde luego que hay que esforzarse por alcanzar los sueños; nadie regala nada, pero hay una gran diferencia entre luchar en un ambiente ubérrimo de oportunidades, que bregar en un sistema social que niega las opciones ciudadanas.

En Estonia, los bienes públicos son invertidos en servicios de alta calidad como transporte, salud y educación. En el rubro educativo, este pequeño país báltico ocupa el primer lugar de la UE y el sexto lugar en el mundo en el ranking 2023 de las pruebas PISA. Por el contrario, El Salvador es de los peores evaluados. Honduras, ni siquiera participa.

A pesar de su popularidad, Bukele, a quien sus fans aman como si se tratara de Messi o Daddy Yankee, tiene en la economía su talón de Aquiles. Es el país que menos inversiones recibe en la región, mientras su deuda externa ha crecido a niveles superiores desde 1992, año de la firma de la paz. Según “El Faro”, periódico que se edita en el exilio por temor a la represión de Bukele, en este pequeño país apenas el 42% de la población tiene acceso al servicio de alcantarillado, mientras el 100% del área rural se encuentra sin agua potable. Lo que sí ha crecido sostenidamente es el gasto en propaganda para aparentar la popularidad del autócrata.

El problema es tan grave que el FMI está preocupado por la inviabilidad del modelo Bitcoin, la falta de claridad del plan económico, la alarma de una posible quiebra financiera, sin dejar de mencionar la posibilidad de caer en impago. En abril de este año, haciendo gala de su autocracia, Bukele prohibió la publicación del informe del FMI sobre la maltrecha economía salvadoreña. En todo caso, su popularidad se mantiene firme a pesar de los pésimos resultados macroeconómicos.

En las autocracias, como la de Bukele, los recursos del estado no van a parar a los ciudadanos, sino -como dice Bruce Bueno de Mesquita en “El Manual del dictador”- a los bolsillos del líder, a su equipo de “esenciales” y al grupo de los “influyentes”, según sus palabras. Sin los recursos disponibles, ya sea como producto de los impuestos, la deuda o las ayudas internacionales, todo líder comienza a tener problemas para financiar la fidelidad de sus allegados y asegurar la permanencia en el poder. Por eso Bukele busca desesperadamente la manera de obtener el oxígeno financiero.

¿De dónde sale, pues, el aura weberiana que resplandece detrás de la figura del mandatario salvadoreño, a pesar de la falta de oportunidades que ofrece el sistema? Del ingenio de unos buenos programadores digitales; de un fino trabajo de “branding” que todas las corporaciones deberían imitar, y porque las masas son irracionales. Sin duda, Bukele es todo un caso de estudio de la filosofía política, de la teoría económica y la psicología social. ¡Un aplauso para él!

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