BARLOVENTO: Tanta realidad inaguantable

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14 de diciembre de 2023
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12:03 am
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BARLOVENTO: Tanta realidad inaguantable

Por: Segisfredo Infante

El ser humano en general llega a sus límites en diversos sentidos y direcciones, según las circunstancias internas de cada sociedad y los niveles culturales de los pueblos más o menos civilizados. Tal hecho está demostrado histórica y psicológicamente, en tiempos remotos, medievales, modernos y contemporáneos. Esto significa que se presentan instantes sobrecargados de acontecimientos que se acumulan sobre las espaldas y cabezas de las personas individuales y colectivas que terminan por sucumbir, ya sea desde el punto de vista civil o desde el ángulo estricto de la salud física y mental de cada cual.

T.S. Eliot, uno de los grandes poetas del siglo veinte, y quizás de todos los tiempos, en el contexto de las crisis desatadas en periodos de entreguerras mundiales, cosechó este verso inolvidable: “la humanidad no puede soportar tanta realidad”, que merece la pena revalorizarse. Lo leí en mi juventud, hace varias décadas, y ahora lo comprendo mejor que nunca. Después de casi dos años de encierro por causa de la fatídica pandemia, al encontrarme con los amigos, colegas y conocidos sobrevivientes, percibí de inmediato que se habían envejecido de la noche a la mañana. Era difícil digerir aquello, o aquilatarlo, ya que sus rostros marchitos eran como espejos de mi rostro. No estábamos preparados para una calamidad de tal magnitud, ni filosófica, ni poética ni tampoco históricamente, pues muy poco sabíamos de pandemias anteriores como la famosa “peste negra” de finales de la Edad Media. Lo único que teníamos claro es que no se debía, en ningún momento, perder las esperanzas ni tampoco las ilusiones, y que parejamente estábamos en la obligación moral de recuperar la centralidad humana del “Hombre”, tan desamparado por la fragilidad de los sistemas sanitarios de todo el mundo. A pesar de las desinformaciones (mías y de los demás) esto lo publiqué en un ensayo en la “Revista Histórico-Filosófica Búho del Atardecer”, y en varios artículos de LA TRIBUNA.

Encima de la pandemia emergió desde una aparente “nada”, la guerra trágica sobre el territorio de Ucrania, lo que vino a acrecentar los obstáculos en las cadenas de suministros de alimentos y de insumos agrícolas, y el fenómeno siempre latente de un posible enfrentamiento termonuclear, que sería catastrófico para todos los bandos y la humanidad entera, ausente en las determinaciones terribles que adoptan los dirigentes de unas pocas élites, como si se tratara de una simple “teoría de juegos”, según lo había advertido Robert Oppenheimer, poco después de la “Segunda Guerra Mundial”. A todo lo anterior se ha sumado, “como si cayese un rayo de un cielo sereno”, la más reciente crisis en el Cercano Oriente, y las guerras civiles previas en varios países africanos.

Aunque hacemos lo posible por alejarnos de las llamadas redes sociales, la verdad es que se filtran informaciones y desinformaciones cuajadas de alta negatividad, tanto por los lenguajes horrendos como por los adjetivos calificativos innecesarios, en donde campea la vaciedad espiritual y la mala entraña. Conozco un canal de televisión transcontinental especializado en publicitar y exagerar solamente noticias amargas, como para aniquilar los nervios de los televidentes que lo sintonizan. Nunca he logrado captar una sola noticia positiva o alentadora, o sin sesgos de dicho canal. Por eso he renunciado a sintonizarlo, en función de la precariedad de mi salud. Desde otro punto de vista debo aclarar que hay excepciones saludables de la regla, de parte de individuos razonables y de pequeños conglomerados que alientan, de buena fe, a que conozcamos con ecuanimidad los fenómenos, lo mismo que aquello interno de “la cosa en sí”, respecto de la cual desconfiaba, o discernía, el gran filósofo Immanuel Kant.

Emocionalmente llega un momento en que resulta imposible aguantar o digerir los acontecimientos reales o inventados por personas que se dedican a agudizar los conflictos y calamidades ya existentes; o a crear nuevos problemas, sin medir las consecuencias, volviéndolos inmanejables entre unos y otros bandos. Muchas víctimas se suicidan o se enferman de gravedad, sin ningún auxilio, dejando un enorme vacío hacia lo interno de la sociedad, con la probabilidad de reclamos históricos futuros.

Todos cometemos errores. Pero no incurramos en el pecado fatal de destrozarles los nervios y la salud espiritual al prójimo, especialmente a los adultos mayores, a los niños y a las personas humildes. Frente a los rencores y resentimientos viscerales, los antídotos son el amor y el perdón, los únicos que sobreviven frente a la posteridad.

“La humanidad no puede soportar tanta realidad”, “cuando el motor humano aguarda como un taxi en espera palpitante”, “bajo la parda niebla de un mediodía de invierno”, porque “jamás pensé que la muerte hubiera deshecho a tantos”, en donde “La única sabiduría que podemos aguardar// es la sabiduría de la humildad: la humildad es infinita”, puntualizaba en diversos poemas el escritor británico T.S. Eliot.

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