CONTRACORRIENTE: El hombre que amaba los perros

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15 de diciembre de 2023
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12:03 am
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CONTRACORRIENTE: El hombre que amaba los perros

Por: Juan Ramón Martínez

Leonardo Padura, publicó una novela con este nombre y en la que, recrea la muerte de León Trotsky y el fin de la existencia de Ramón Mercader, su asesino; en la soledad y el abandono, en su exilio final en Cuba. Ante la vejez, la pérdida de la identidad y el abandono, el catalán Mercader, encuentra refugio en su amistad con los perros. Con estos, pasea en las playas cubanas; medita y mastica sus desventuras, en el fondo de una Cuba que se cae a pedazos, en manos de una revolución que no pudo nunca producir el hombre nuevo, porque eliminó la criticidad y destruyó la libertad. Mercader lo entiende. Y, cuando pone a prueba sus ideales, sus luchas y sus misiones al servicio del socialismo real de su tiempo, no le cuadran las cuentas. Solo le queda, pasar sus manos ofendidas por la artritis, sobre la piel hermosa de sus perros. Y valorar el calor caribeño, la extraña felicidad de los cubanos ante el desamparo; y el sol que le impide las nostalgias de sus dolorosas experiencias en el frío, el gigantismo de los edificios y la indiferencia de los burócratas de Moscú. Sabe que va a morir, que no tiene amigos; pero le basta, la fidelidad de sus perros.

El perro es, sin duda, el animal doméstico que durante más tiempo ha acompañado al hombre. Desde sus tiempos de cazador, hasta ahora. Por ello, el perro es el animal, más modificado genéticamente en toda la historia. De modo que los cánidos, se han acomodado a los gustos del hombre quien los ha preferido, en función de su tamaño, la forma de las orejas, el color de la piel, la belleza de la cara y la forma de mostrar su cariño a sus “dueños”. Por ello es que, solo en algunos pocos países, se come carne de perro. España y China, no le hacen mala cara a la carne de los llamados, mejores amigos del hombre; lo que causa el disgusto en casi el resto del mundo.

En Honduras, en la década de los cincuenta, Heriberto Girón Jácome, residente en Trujillo, escribía una sección semanal en “El Semáforo”, intitulada: “Y aquel perro, me hablo así”. Girón Jácome, originario de El Rosario, Olancho, era muy buen escritor. Usando su talento, ponía en la boca del perro, sus juicios discretamente críticos sobre la realidad política y económica de su tiempo. Nunca se le ocurrió auto alabarse. Seguro, era miembro del Partido Nacional; y que de repente como funcionario público, tenía que cuidar el cargo del que vivía, él y sus familiares. Adicionalmente, no necesitaba, respaldo electoral, porque nunca supimos que fuera un militante político. La columna semanal, era ilustrada por un perro sentado en sus ancas, que se veía animado y dispuesto a corresponder las órdenes de su amo invisible. Debió tener muchos lectores porque, la publicó durante muchos años. Hasta el cierre del semanario, una vez que muriera su fundador y director, Tito Aplícano Mendieta.

Ahora, con el triunfo de Javier Milei en la Argentina, algunos columnistas de diarios europeos de “izquierda”, que no vacilan en buscarle fallas a sus posturas; o, incoherencias en sus planteamientos, han resaltado su amor por los perros. Muestran que vive solo, soltero; que tiene cuatro mastines. Que, “habla” con uno de ellos, muerto hace algún tiempo. En su toma de posesión el domingo pasado, la TVE, mostró que antes de entrar a la “Casa Rosada”, Milei saludó a sus cuatro perros y les mostró su bastón de mando, para alegría de los canes que le ladraron con cariño. Nos pareció que en las imágenes hay mucha ternura; que la sensibilidad ante los perros, anuncia su soledad, falta de confianza en los demás; y, muestra la necesidad de compañía. Pedro Sánchez no tiene perros. Biden, sí tiene uno a su lado en la Casa Blanca. A Reagan y la Thatcher, no les recordamos con perros. Isabel II de Inglaterra, gustaba posar con ellos. A los ingleses les gustan mucho como compañeros de cacería. Igual que los campesinos hondureños que los usan, -a falta de policías, que duermen temprano-, como vigilantes ante los peligros de las amenazas de los pandilleros. Winston Churchill, quería los perros; y rezongaba con ellos. Aunque nunca, los mencionó en sus grandes discursos. Hasta, donde sabemos.

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