La educación ¿al servicio de quién?

ZV
/
16 de diciembre de 2023
/
12:01 am
Síguenos
  • La Tribuna Facebook
  • La Tribuna Instagram
  • La Tribuna Twitter
  • La Tribuna Youtube
  • La Tribuna Whatsapp
La educación ¿al servicio de quién?

Por: Elvia Elizabeth Gómez*

Los que nos dedicamos a la educación tenemos un cúmulo de anécdotas que podemos compartir y que evidencian que nuestro papel no se limita solamente a transmitir a nuestros estudiantes lo que sabemos sobre la materia que dominamos.

Lo curioso es que, cada vez nos encontramos con historias más inverosímiles, que son el reflejo claro de los fallos que han existido en esa primera escuela llamada hogar.

Solo imaginemos a un estudiante acercarse a su docente y preguntarle cuánto quiere por aprobarlo en el curso. O bien una madre o un padre de familia tomándose el atrevimiento de escribirle a la maestra para pedirle que le dé a su hijo o hija la oportunidad de presentar nuevamente una tarea mal hecha porque con esos puntos “pasa la clase”.

En el nivel básico y en el diversificado podríamos pensar que es común que un padre de familia “reclame” a los maestros de sus hijos pidiendo segundas oportunidades porque los maestros no comprenden, son demasiado pesados o “se la traen” con los alumnos.

Pero ¿qué sucede cuando estas situaciones se presentan en los niveles de educación superior? ¿Acaso los estudiantes son incapaces de plantear sus argumentos al maestro que lo “reprobó”?

La educación debe estar al servicio de la sociedad, pero los miembros de esta hacen que cada vez sea más difícil poder cumplir con ese compromiso sin verse confrontado ante tales problemáticas.

En ese momento es que, como docentes, cuestionamos a esa primera escuela que, en lugar de exigirle a sus hijos ser más dedicados en sus estudios y no perder el tiempo en cosas que no abonan en su formación, se vuelven cómplices de estos para que se sientan “comprendidos”.

Los padres deben darse cuenta del papel fundamental que juegan en la formación de las futuras generaciones. Es común leer frases o escuchar en los centros educativos del nivel básico que “la primera escuela es el hogar”.

Karla A. Menninger, perteneciente a una reconocida familia de psiquiatras expresó que “lo que se les dé a los niños, los niños darán a la sociedad”.

Si lo que estamos enfrentando en estos momentos es una generación de jóvenes que se “conforman” y que solo piensan en pasar las clases sin darle importancia al conocimiento que adquieren, contemplaremos cada vez más a una sociedad colapsada, sumida en la indiferencia y el conformismo.

El historiador Henry Adams planteó que “un profesor trabaja para la eternidad: nadie puede decir dónde acaba su influencia”.

Como profesores, estamos llamados a dar lo mejor, a ser excelentes, a educar con el ejemplo como deben educar los padres en sus hogares. Lo que vemos reflejado es lo que sucede en el día a día. Jóvenes zambullidos en sus celulares mientras damos la espalda para escribir en la pizarra.

Jóvenes carentes de habilidades comunicativas porque sus nuevas formas de comunicarse con a través de mensajes de texto, emoticones o un lenguaje incomprensible para los padres y para nosotros como profesores. Frases que para nosotros carecen de significado, pero para ellos es como comunicarse en clave morse, con el objetivo de que no podamos traducir el mensaje que se están transmitiendo.

Parece una tragicomedia, pero es la realidad que enfrentamos en nuestro día a día, si les pedimos que tomen nota, lo que hacen es tomar una fotografía que se perderá en el mar de selfis y memes que tienen en la memoria de sus celulares y que, al momento de estudiar no encontrarán porque están en el ciberespacio.

La educación y los salones de clases deben servir para formar a esas nuevas generaciones, no solo en habilidades técnicas sino también en pensamiento crítico, en expresión oral, en escritura.

Lamentablemente, estos tres últimos han sido minimizados en el fan de formar seres productivos que se enfoquen en el consumo y no en el dar. Esa primera escuela debe fomentar esos valores y debe transmitirles a sus hijos la importancia de esa formación complementaria, pero he escuchado a muchos padres decir que esas clases no le sirven para nada.

Si como dijo Nelson Mandela dijo que “la educación es el arma más poderosa”. ¿Por qué no usarla al servicio de la sociedad?

*Profesora universitaria.

Más de Columnistas
Lo Más Visto