Clave de SOL: Brindis de García Márquez

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17 de diciembre de 2023
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12:03 am
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Clave de SOL: Brindis de García Márquez

Por: Segisfredo Infante

Hará alrededor de unos veinte años yo creía que había saldado las cuentas literarias definitivas con Gabriel García Márquez, en virtud de haber leído y a veces comentado sus narraciones más importantes, por lo que pensé que era el momento de abandonar las lecturas de sus nuevas obras. Tal actitud ocurre ahora mismo, por distintas razones, con Mario Vargas Llosa, quien cada año pareciera publicar un nuevo libro. O que se lo publican. Pues según se comenta (habría que verificarlo) existe todo un aparataje editorial internacional encargado de divulgarle textos a Vargas Llosa.

Con la llegada a Tegucigalpa del poeta y bibliófilo colombiano Federico Diaz-Granados, en el seno de la Academia Hondureña de la Lengua, sentí la necesidad de recordar a García Márquez, quien pronunció dos discursos en Estocolmo. A propósito de aquel acontecimiento ya lejano, es pertinente informar que en el número cuatro de la revista “Frente” de febrero-abril de 1983, publiqué un artículo más o menos extenso titulado “Sorprendente Premio Nobel de Literatura 1982”, en homenaje sincero al gran narrador de “Macondo” y de sus vastos alrededores. Es conocido el discurso “La soledad en América Latina” de Gabriel García Márquez. En cambio, muy pocos conocen el otro discurso que pronunció en uno de los eventos realizados en aquellas fechas en Estocolmo, subrayado también en mi artículo de la revista “Frente”. Se titula “El brindis por la poesía” (publicado en “El Espectador” de Bogotá, en diciembre de 1982). Curiosamente el poeta invitado Federico Díaz-Granados, dio señales de saberse aquel discurso poético de memoria, y lo repitió entre nosotros, provocando asombro.

Trataré de transcribir unos fragmentos atrevidos de mi artículo arriba citado: “Es que la textura sonora y gramatical de “Gabo” se torna envolvente, amena y pegajosa, de tal manera que podría intentarse la aventura de decir que Márquez es el escritor en prosa más atrayente y ameno que la lengua castellana haya parido después de Miguel de Cervantes Saavedra, Francisco de Quevedo y José Ortega y Gasset. No porque sea un elaborador de pancartas y panfletos repetidores de la realidad, pues, tal como Neruda lo manifiesta en “Confieso que he vivido”: “El poeta que no sea realista va muerto. Pero el poeta que sea solo realista va muerto también””. En una entrevista publicada bajo el título “El olor de la guayaba”, Márquez añade lo siguiente: “Mi compromiso no era con la realidad política y social de mi país, sino con toda la realidad de este mundo y del otro, sin preferir ni menospreciar ninguno de sus aspectos”. En verdad, agrega, “el deber de un escritor -y el de un revolucionario, si se quiere- es el de escribir bien”.

No recuerdo todo el contenido del “Brindis por la poesía”, en que García Márquez confiesa que en cada línea que escribe trata “siempre, con mayor o menor fortuna, de invocar los espíritus esquivos de la poesía, y trato de dejar en cada palabra el testimonio de mi devoción por sus virtudes de adivinación y por su permanente victoria contra los sordos poderes de la muerte”. Me parece haber leído en aquel discurso, o bien en otros escritos, que en el fondo él siempre había querido ser poeta, como algo recurrente, según mi modo de ver, que también le había acontecido a Cervantes. Quizás por eso su novela “El otoño del patriarca” está recargada de poesía. No digamos la bellísima novela corta “La increíble y triste historia de la Cándida Eréndira y de su abuela desalmada”. Fue en las páginas de esta obra inundada de lindas candideces y crueldades en donde descubrí que la belleza del lenguaje posee el poder de traspasar las fronteras de la vida y de la muerte, de la cruda realidad inmediata y de los dogmas rígidos que se mueven en torno de estos fenómenos trascendentes, más propios entre buenos filósofos y teólogos.

Como se trata de poesía, es más que atinente transcribir cuando menos el poema “Inutilidad del oficio” de Federico Díaz-Granados. Leamos: “Cuánto se ha sacrificado para escribir estas líneas// cuántos pesares y melancolías// para asumir con dignidad la ruina y el abandono// y sobrevivir a la tragedia”. (…) “Y siempre habrá poesía// pero volveremos a las mismas y repetidas palabras// todos los temas están dichos// y habrá que repetir en cada verso// ritmos ya entonados, amores y muertes ya cantados”. (…) “Cuánto sacrificio para escribir unas palabras de basura// cuántos sismos interiores.// Para que no las lean, se burlen y no aplaudan en un recinto”. Este poema está tomado de la antología “Tiempo lleno de canciones” (de la Editorial Cisne Negro), en donde el autor estampó la siguiente dedicatoria: “Para el Maestro Segisfredo Infante, que celebra esta conversación y amistad que empieza. Con mi abrazo y admiración”. Luego aparece la rúbrica del autor con fecha 13 de noviembre del 2023.

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