COMO que no hay forma de acabar con la primitiva y nefasta costumbre de quemar pólvora con motivo de las fiestas de navidad y año nuevo. Estamos apenas a una semana de la Noche Buena y, hasta ayer, las lamentables cifras de inocentes criaturas quemadas por la pólvora que han sufrido severos daños en su integridad física, alcanzaban el número cinco en diferentes lugares del territorio hondureño. Los informes de prensa han sido abundante en detalles sobre cada percence. De ellos, un menor de cinco años debió ser amputado de una de sus manos luego de la explosión de un aniquilador artefacto popularmente conocido como “cebolla”.
Todos los años desde principios del mes de noviembre diversas entidades, fundaciones, algunas autoridades municipales y medios de comunicación lanzan sugestivas campañas para llamar la atención, hacer conciencia y prevenir entre la ciudadanía el serio peligro que significa el manipuleo de la pólvora para la población infantil. La Fundación por la Vida del Niño Quemado (FUNDANIQUEM), igual que lo ha hecho en años anteriores, de nuevo ha puesto en marcha una intensa campaña que llama CON LA POLVORA NO SE JUEGA, que es un expresivo mensaje con el que se alerta para evitar quemaduras y amputación de partes del cuerpo a menores y, asimismo, socializar que existe un hospital público de vanguardia y moderno al servicio de la niñez de Honduras especializado en quemaduras.
En la capital, otra organización denominada Fundación Cristianos Ayudando a Quemados (CRISAC) junto a la Alcaldía Municipal del Distrito Central se han propuesto fomentar una cultura preventiva bajo el lema de “Cero Pólvora” porque “prevenir es proteger”, haciendo de esta forma un llamado a la responsabilidad colectiva para erradicar el uso irresponsable de la pólvora y garantizar unas festividades seguras para todos. Y así, también hay otras organizaciones civiles que, igualmente, año con año implementan campañas educativas destacando los peligros asociados con el uso irresponsable de la pólvora.
Pero el tema debe proyectarse más allá de las campañas de concienciación colectiva con mensaje directo a los padres de familia, que son los responsables directos del cuidado y protección de sus hijos. Si los padres no hacen lo que como seres humanos responsables les corresponde, pues hasta ahí se llegó… Es que, por otra parte, también es necesaria una mayor severidad en cuanto a las regulaciones legales para la fabricación, venta, posesión y uso de la pólvora, industria de la que viven y trabajan centenares de familias que aprovechan la temporada para hacerse de sus buenos ingresos. Aunque también hay quienes viven permanentemente de esta actividad. Las corporaciones municipales deben asumir un papel de mayor conciencia ciudadana. Más allá del simple cobro de tributos e imposición de multas a los fabricantes y transportadores de productos de la pólvora. De nada sirven las ordenanzas municipales por muy estrictas que parezcan, si la efectividad de las mismas solo va dirigida a determinada comprensión territorial. En el caso de Tegucigalpa, por ejemplo, a propósito del “Cero Pólvora”, resulta inútil emitir severas prohibiciones respecto al manejo de estos productos, si en la vecindad, es decir en los municipios aledaños, la venta de poderosos y criminales artefactos explosivos como las “cebollas” y los “tumba casas” está a la orden del día inundando las entradas de la ciudad.
La colaboración interinstitucional debe ser determinante en el manejo y tratamiento de este problema de todos los diciembres. Por lo que se sufre año con año, es preciso admitir que eliminar una tradición arraigada en la cultura hondureña puede ser un proceso lento y desafiante. Empero, a través de la educación, regulaciones más estrictas y la promoción de alternativas seguras, es posible ir fomentando un cambio hacia prácticas más seguras y responsables durante las celebraciones de navidad y año nuevo. Porque, como bien dice la campaña de FUNDANIQUEM, “con la pólvora no se juega”.
