¿Qué clase de periodismo es ese?

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18 de diciembre de 2023
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12:04 am
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¿Qué clase de periodismo es ese?

Por: Otto Martín Wolf

“El Chapo” Guzmán, que en realidad se llama Joaquín Guzmán, recibió ese apodo desde la adolescencia, debido a su corta estatura (1.68 m).

Mundialmente fue conocido con ese sobrenombre lo cual no pareció molestarle nunca ya que, con el poder mortal que una vez tuvo en sus manos, no le hubiera sido difícil lograr que dejaran de llamarle así. Creo que simplemente no le importó o, a lo mejor, quizá le gustaba.

A lo largo de la historia muchas otras personalidades han recibido apodos, algunos artísticos y otros casi inevitables debido a su apariencia física.

Cantinflas era el nombre artístico de Mario Moreno y Tin Tan de Germán Valdés (hermano de don Ramón, el del Chavo del 8).

El gordo tal, el pelón cual, la flaca y el tuerto, esos son apodos más o menos frecuentes nacidos posiblemente en la escuela, el colegio, el barrio o el trabajo. Hasta ahí vamos bien.

Joe Louis -famoso boxeador de antaño- fue conocido como el “Bombardero de Detroit”, sobrenombre que reflejaba perfectamente su potencia al golpear y que servía para promoverlo y vender más boletos para ver sus peleas, nada malo con eso, especialmente porque Louis siempre aprobó el término.

Otra leyenda del boxeo, el panameño “Mano de Piedra Durán” en realidad pegaba duro y el apodo le calzaba a la maravilla, creo que no hubiera tenido la misma taquilla de haber utilizado su nombre, Rodolfo Durán. Definitivamente vende más “Mano de Piedra”, ¿no le parece?

Los políticos muchas veces utilizan apodos más atractivos y fáciles de memorizar que el nombre, el “Che” Guevara hubiera resultado lo mismo con el simple Ernesto Guevara, que era su verdadero nombre. La palabra “Che” fue tan exitosa que hasta la utilizó para firmar los billetes cuando se desempeñó como presidente del Banco Nacional de Cuba, recién instalado el gobierno revolucionario en ese país.

Creo que el caso de mayor éxito de un apodo y quizá el de mayor actualidad es el de “Bad Bunny”, independientemente de su calidad como artista, vale la pena considerar si hubiera logrado lo mismo utilizando su nombre verdadero; Benito Antonio Martínez Ocasio? Definitivamente creo que no.

En lo personal utilizo un seudónimo desde hace mucho tiempo, más relacionado con la promoción internacional de mis novelas que con cualquier otra razón. Lo hago por la recomendación de mi editor de Editorial Planeta quien consideró que debido al tipo de mis escritos necesitaba un nombre más comercial que el mío verdadero, el cual traté de copiar lo más parecido en el seudónimo.

Yo escribo novelas de ficción, Otto Martínez no dice mucho. Lo mismo sucedería si escribiera folklore, en ese caso el Martínez hubiera sido ideal, pero no Otto que suena demasiado “alemán”. Quizá hubiera utilizado un Pedro o Pablo Martínez o algo así.

Pero, qué sucede cuando una persona es “bautizada” por la prensa con motivos sensacionalistas?

Entendámonos, no es lo mismo llamarle “Don H” a alguien a quien todo mundo le dice así desde todo el tiempo, quizá desde la adolescencia que -y ese es el punto de este artículo- cambiarle el nombre a una persona, bautizarla con un apodo que quizá llevará bajo sus espaldas por siempre.

La “Palillona”, por ejemplo. Independientemente de lo que haya hecho en su vida, los errores, delitos o faltas, creo que la prensa no tiene derecho a referirse a ella con ese apodo.

Culpable o no, es un ser humano (una dama, recuerden) que merece un trato respetuoso por parte de los comunicadores sociales y dejarle al sistema de justicia la definición de su culpabilidad y las penas que pueda merecer.

Claro, resulta más comercial bautizar a una persona con un apodo como ese, pero no es ético ni profesional.

Otra dama víctima de esa clase de periodistas es la que ha sido señalada como culpable de haberse apropiado de una considerable cantidad de dinero que estaba bajo custodia del Estado, me refiero a quienes llaman la “Barbie Fiscal”.

De nuevo, no es ético ni profesional.

Además me parece hasta morboso e indecente publicar fotos de ella en traje de baño en algunas páginas de periódicos… solo para aumentar la circulación?

¿Poner a esa señora en traje de baño durante largos minutos en televisión solo para captar más audiencia? De ninguna manera me parece decente ni correcto.

De igual manera que las páginas amarillas (accidentes y crímenes) generalmente no publican cuerpos destrozados, por el dolor de los parientes de las víctimas y respeto a los espectadores, tampoco deberían de usarse términos fabricados por las circunstancias o publicarse ciertas fotografías en los periódicos o videos morbosos en televisión.

Eso, amigos míos (quizá hasta hoy) no es periodismo, no al menos periodismo profesional.

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