Desgracias de las FFAA y PN

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19 de diciembre de 2023
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Desgracias de las FFAA y PN

Cnel. de Av. ®José A. San Martín F. *

Siempre que elegimos a nuestras autoridades políticas cada cuatro años, las Fuerzas Armadas (FFAA) y Policía Nacional (PN) también experimentan cambios en su cúpula de mando y a lo interno de sus unidades militares. Las actividades proselitistas de los diferentes partidos políticos incluirán, dentro de sus objetivos intermedios para alcanzar el poder, acceder a la importancia que juegan dichas instituciones en estos ejercicios político-nacionales, no obstante que la Constitución de la República ya le señala claramente sus obligaciones que entre otras está su apoliticidad.

Recientemente se nombraron los nuevos jerarcas en las FFAA, supuestamente siguiendo los procedimientos establecidos en las leyes y reglamentos aplicables. Sin embargo, la actual práctica como la señala el Art. 164 de la Ley Constitutiva de las FFAA vigente, expresa que los candidatos a nuevos cargos se deben cumplir con los requisitos de grado militar, antigüedad en el mismo, competencia profesional, conducta, servicios prestados y liderazgo. Hemos escuchado en los discursos expresados en la ceremonia de nombramientos que, para asignarlos en los nuevos mandos, los oficiales seleccionados fueron sometidos rigurosamente al escrutinio que demanda la ley para su elección. Sin embargo, tenemos nuestras reservas de que haya existido tal rigor, porque es pública la penosa conducta que han demostrado algunos de los nombrados.

El militar y el policía, creemos, tiene criterio, juicio, honor y orgullo. No se debe a lo que piensa según lo dictan las reglas, sino a lo que sabe es correcto, justo y legal, a lo que lo fortalece de manera positiva, individual e institucionalmente. Sin embargo, son muchos los factores que debilitan el comportamiento que esperamos los hondureños de los miembros de las instituciones armadas. Todos los niveles, desde el soldado raso hasta los generales están expuestos a la injerencia que ejercen aquellos personajes que utilizan el dinero u otro tipo de beneficios para “comprar” su voluntad y conciencia, a efecto de beneficiar el logro de sus ilícitos objetivos particulares y grupales. El principal factor que desgracia a ambas instituciones es aquel relacionado a la narcoactividad, en donde su ámbito de operación trasciende la mayoría de los sectores de la institucionalidad pública y privada. Muchos son los ejemplos que observamos con el diario vivir a través de los distintos medios de comunicación.

El otro factor que igualmente desgracia a nuestras entidades armadas es aquel que directamente interviene con la ambición de poder que buscan muchos personajes que activan en política a través de las distintas instituciones dedicadas a esta actividad. Aunque, como lo expresamos antes, la narcoactividad influye también sobre las pretensiones de muchos políticos que hacen contubernio con ella para lograr hacerse del poder político de la nación. Como se sabe, las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional se erigen como el principal estorbo para el éxito de sus propósitos. Por esta sencilla razón es que la infiltran y las “compran” para utilizarlas en su beneficio, que no es el que manda la ley, ni los principios y valores éticos que deben prevalecer en sus actuaciones y comportamientos.

No obstante, un tercer factor o elemento, quizás el más importante, que desgracia a ambas instituciones armadas, es la debilidad de muchos de sus miembros frente a la influencia que sobre ellos ejercen quienes activan con ambiciones egoístas. “Todo se puede comprar, solo póngale precio”, dice una expresión popular. Sin embargo, ante esta aseveración se opone la fortaleza que sobre las personas ejercen los valores y principios de honestidad, responsabilidad, honor y lealtad que deben caracterizar a policías y militares en su actuar cotidiano. Los altos mandos de estas instituciones, como los de todas que activan en el quehacer nacional, públicas y privadas, son quienes deben sentar las pautas que las identifican como honestas, dignas y ejemplares. Estas no delinquen y nada tienen que ver con principios y valores, porque son sus miembros, el elemento humano, hombres y mujeres que con su conducta prestigian o desprestigian a sus instituciones y a sí mismos. Nuestras organizaciones son admiradas, respetadas y confiables únicamente cuando sus jefes se comportan basándose en los principios y valores éticos, y hacen que sus subalternos también, para bien de las instituciones, sus familias y de nuestra Honduras.

*Excomandante General FAH

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