Golpeando contra el aguijón

MA
/
19 de diciembre de 2023
/
12:53 am
Síguenos
  • La Tribuna Facebook
  • La Tribuna Instagram
  • La Tribuna Twitter
  • La Tribuna Youtube
  • La Tribuna Whatsapp
Golpeando contra el aguijón

Juan Ramón Martínez

Como repetían los viejos, “se los habíamos dicho”. No hicieron caso. Los políticos, algunos irrespetuosos de la soberanía popular, han creído que son el pueblo. Por lo que, no escuchan a nadie. Solo obedecen a sus caudillos. Olvidando que son mandatarios; es decir, mandaderos populares. Y que no pueden, socavar la democracia, sin recibir el castigo correspondiente.

El deterioro político, caracterizado por el irrespeto a la ley, la pérdida de oído para satisfacer las demandas populares, la escasa capacidad de respeto al sentimiento ciudadano empezó, mucho antes que Xiomara Castro iniciara su gobierno. Hay que recordar los actos de irrespeto a la voluntad de los diputados que no querían que Redondo fuera el presidente del Congreso. La elección de la junta directiva y la toma de posesión ante un diputado carente de facultades para tomarla, fue un acto que dañó la confiabilidad y al respeto nacional e internacional del Congreso. Posteriormente, se pasó por alto su origen ilegal. En vez de remendar el roto tejido social, más bien han seguido un curso arrogante, ofendiendo a sus colegas; y, tratando a la ciudadanía como se hace con sirvientes despreciados. Por ello, no han podido desde la ilegalidad jurídica, buscar siquiera la legitimidad afectiva de la colectividad, mediante el servicio humilde a las mejores causas. Se ha impuesto la arrogancia de los mezquinos que compensan sus disminuidas figuras, con el irrespeto a la ley. Por eso es que, al final del día, el Congreso se ha lanzado en una aventura loca hacia el vacío, socavando las bases de la democracia; y pasando por alto que, en la historia política, la amenaza del sistema democrático, empieza en la destrucción de las relaciones entre el Congreso, representante del pueblo, con los electores que teóricamente representa.

Pero no solo el Congreso. También han incurrido en tal conducta, la dirigencia de Libre y una fracción del liderazgo del Partido Liberal. El intento de darle continuidad a las sesiones legislativas, después de la suspensión de las visas, que ha afectado -aunque quieran disimularlo- a los diputados y líderes políticos involucrados, es incorrecto. Porque las medidas de la Secretaría de Estado de USA, han golpeado la sensibilidad del electorado. Abandonados los electores por sus líderes, dan la impresión que se sienten muy confundidos. Porque, como todos, siempre esperamos que la política sea un espacio de rectificación. Pero, el Congreso en vez de enmendar, ha buscado peligrosamente, ratificar lo hecho mal. Es decir que, no hay voluntad de volver al cauce del Estado de derecho y al respeto de la Constitución, sino que a consolidar la idea que aquí podemos seguir navegando en los charcos de la ilegalidad.

El país no está económicamente bien para resistir el aislamiento que supone la obstinación de los líderes políticos en continuar socavando la democracia. Y el escenario internacional, no muestra buena opinión para estas conductas. Estamos frente a una oleada de rechazo al izquierdismo sonoro; pero poco justificado porque sus líderes han fracasado dirigiendo sus gobiernos. De modo que, si continúan en la línea seguida, el aislamiento internacional aumentará la pobreza. Y no podemos funcionar con una sociedad política incómodamente afectada. Dañada mayoritariamente.

Hay que reconocer que la “clase” gobernante ha tocado la línea roja. Y que no puede ir más allá, sino a costa de grandes peligros para Honduras e innumerables sacrificios para su pueblo. Que el clima interno, la polarización y el aislamiento que se insinúa en contra de Honduras, no puede ser manejado, porque carecemos de fuerzas para ello. Es suicida, seguir pegando con la cara contra el aguijón. Por ello, lo inteligente es rectificar, entendiendo que, con ello, todos ganamos. Y que, al volver a la fraternidad, al respeto de las reglas, podemos intentar la búsqueda de acuerdos entre grupos y partidos políticos. No hay nada que no se pueda enmendar hasta ahora. Lo que hay que hacer es, bajar la temperatura de la confrontación, buscando lo mejor para facilitar el diálogo. Se requiere, eso sí, renunciar a la soberbia y a la idea que todo es “suma cero”. La política es el acto de pactar. Y en este momento los acuerdos, para reparar los daños que le han inferido al sistema democrático, son inevitables y necesarios. Se ha terminado el tiempo de los caprichos y la lucha en la calle. Es, la ¡hora de rectificar!

Más de Columnistas
Lo Más Visto