La medición de la pobreza

MA
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19 de diciembre de 2023
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12:57 am
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La medición de la pobreza

Rafael Delgado

Recuerdo hace unos años, en tiempos de JOH, que se empezó a difundir el proyecto de cambio en algunos puntos de la metodología de la medición de la pobreza en Honduras. La respuesta de la oposición en aquel momento fue rápida y acertada. En efecto se trataba de un proyecto oficial que bajo la situación política y debilidad institucional estaba condenado a finalizar no precisamente en un esfuerzo independiente y acertado de mejorar los instrumentos del país para tener información estadística acertada, sino una oportunidad más para el maquillaje de los indicadores de pobreza y su mal utilización para demostrar algo que nunca ha ocurrido. Las dudas se consolidaron en aquel momento ya que los ejercicios preliminares que se hicieron con el cambio en la medición mostraban claramente indicadores de pobreza menores en el país.

En términos generales lo que se presentó por parte de las autoridades en aquel entonces fue la modificación de la línea de pobreza, argumentando que ese nivel, que finalmente define a partir de qué ingreso mensual se puede calificar a un hogar como pobre, era muy alto en Honduras; mucho más alto que las líneas de pobreza de otros países latinoamericanos similares. Algo no justificable, según los argumentos ya que en Honduras se requiere de similares ingresos que en esos países para alcanzar lo mínimo necesario. Por lo anterior resultaba que esa línea de pobreza, fijada tan alta, condenaba a miles de hogares encuestados a ser calificados como pobres, quizás sin serlo.

Lo otro que se presentó como necesario de modificar era el cálculo de los ingresos para los hogares encuestados. Se argumentó que a los hogares encuestados que respondían tener trabajo no se les consideraba como ingresos los beneficios sociales como el decimotercer y cuarto mes; una omisión importante, según el argumento, ya que reducía los ingresos totales reportados debajo de los que realmente se perciben. Finalmente se presentó la situación relacionada con la posesión de vivienda. En las encuestas no se reconocía el hecho que había familias que poseían vivienda y que el hecho de poseerla era motivo para imputarle al hogar encuestado un ingreso representativo equivalente a lo que tendría que haber gastado si no tuviera casa. Ambas cosas conducirían, según las intenciones, a mejorar los ingresos reportados de los hogares.

El actual gobierno publicó recientemente las nuevas estadísticas en base a las modificaciones ejecutadas en los últimos años en la metodología y se hizo realidad precisamente lo que por parte de ellos mismos se denunció hace apenas un par de años: la pobreza en Honduras se redujo milagrosamente; miles de hogares hondureños mejoraron sustancialmente su situación en los últimos años. Incluso se escuchó a varios diputados y ministros, cegados por el sectarismo político, argumentar que la reducción de la pobreza era el resultado de la política acertada del actual gobierno y que no se debería ser mezquino en reconocer ese gran mérito de reducirla en 9%.

Por mi parte me quedo con la primera parte: lo que se ha hecho es un cambio en la medición de la pobreza que conduce a resultados diferentes. Pero con ello no se puede concluir que las cosas han cambiado positivamente para muchos hogares en Honduras, ni mucho menos que existen menos pobres en Honduras. Una reducción del 9% en la pobreza es un salto sustancial que resultaría sumamente evidente y nos ubicaría como país en una situación muy diferente. Claramente eso no ha ocurrido, aunque deseáramos que sucediera. Queda solamente constatar que lo que necesitamos en Honduras son instituciones profesionales y serias en su trabajo técnico y científico; que oriente al país y a sus autoridades. Hoy en día la política pública requiere de información veraz y oportuna para análisis apegados a la realidad y para la aplicación correcta de las herramientas con que se dispone. Supeditar la institucionalidad técnica como el Instituto Nacional de Estadística a los antojos e interpretaciones del sectarismo político, condena al país a seguir la misma ruta del atraso que la gran mayoría de los hondureños no desea continuar.

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