Desentrañar la mentira de la política

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20 de diciembre de 2023
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12:36 am
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Desentrañar la mentira de la política

Por: Héctor A. Martínez (Sociólogo)

La gran mentira de la política en América Latina tiene su raíz en tres aspectos básicos que no debemos perder de vista: la concentración del poder -tanto de gobiernos de izquierdas como de derechas- y la degeneración doctrinaria de los partidos políticos.

A ello hay que añadir un tercer factor que resalta el desdén de los gobernantes hacia el resto de la sociedad civil, a saber: que los súbditos formamos un ejército de incautos, incapaces de reflexionar o examinar la realidad que nos circunda. Es como decía Voltaire: “Ese pueblo que solo necesita yugo, acicate y heno”.

Fuera de estos tres factores, cualquier discusión sobre los fallos mecánicos de la política latinoamericana es pura arrogancia de los académicos que se esfuerzan por escribir largos y aburridos ensayos que casi nadie lee. Tampoco podemos dejar de lado los estériles debates en los foros televisados y radiales, donde los periodistas apuestan, de buena fe, que contribuyen a generar opinión pública y tendencia. Ni académicos ni periodistas pueden revelar la falsedad de la política latinoamericana; por perversidad ideológica, los primeros, y por flojera reflexiva, los segundos.

La mayoría de los reformistas latinoamericanos de ayer y de hoy, desde liberales de viejo cuño, hasta los socialistas desnaturalizados, pasando por generales de cinco estrellas, tienen un denominador común que los singulariza: el de hacer negocios chuecos una vez llegados al poder. En otras palabras, la política se convirtió en el medio de prosperidad más utilitario, pero menos escabroso para aquellos grupúsculos que se aposentan en la matriz de los partidos políticos -de vieja y nueva estirpe-; formando una especie de “trust” públicos que se entronizan a costa del erario, las ayudas externas y los préstamos. Para el pueblo, poco o nada.

Además, la gran mentira de la política y que explica el problema de la pobreza y el atraso económico, se nutre de tres fuentes que la recubre como oropel: la primera, la procedencia “científica” de propuestas basadas en inexpugnables teorías que, según el positivismo de Comte y el marxismo, son demostrables en la práctica. La segunda, la visión cristiana sobre una supuesta redención de los más pobres, y que alimenta los contenidos de los discursos electorales y de los gobiernos. La tercera consiste en la predestinación histórica que apuesta por una transformación cualitativa del individuo y la sociedad bajo la tutela de un partido o un líder determinado.

La simiente sembrada por los verdaderos y únicos progresistas que hemos conocido los latinoamericanos -como Andrés Bello, Rodó y José Martí- cayó en terreno estéril. En lugar de los frutos esperados, lo que verdaderamente germinó fueron las revoluciones traicionadas, los populismos despilfarradores, los militarismos reaccionarios y las autocracias de quinta generación, que hoy recorren como fantasmas el mundo de la política.

Y decimos de quinta generación o 5G, porque, por los tiempos que corren, la tecnología de las comunicaciones, las redes sociales, las plataformas de desinformación, los “fake news” y el ejército de “haters” son quienes mantienen viva la flama de los autócratas que pretenden quedarse con el poder bajo la estafa del orden y la autoridad.

Con todo esto concluimos que, en esa gran mentira de la política latinoamericana, existen dos mundos que se entrelazan y que pasan inadvertidos para el común de los ciudadanos: el de la política como negocio de pocos, y el imaginado por académicos y comunicadores sociales. Distinguirlos y mostrarlos al público deberá convertirse en el cometido medular. Tarea nada difícil; solo es cuestión de expatriar los prejuicios ideológicos y los intereses personales. Lo demás vendrá por añadidura.

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