BARLOVENTO: Criaturas acorraladas

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21 de diciembre de 2023
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12:03 am
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BARLOVENTO: Criaturas acorraladas

Por: Segisfredo Infante

La fuerte teoría del hombre y sus circunstancias fue dada a conocer por el filósofo español José Ortega y Gasset en 1914, mediante la publicación de sus “Meditaciones del Quijote”, bajo los ecos de los pistoletazos de la “Primera Gran Guerra”, que se extendía por Europa y otras partes. El “circunstancialismo” ya disociado como método de análisis en el contexto artístico, fue retomado por Vittore Bocchetta, un escultor y escritor italiano que se convirtió en héroe antinazi, en el curso de la “Segunda Guerra Mundial”, habiendo sufrido torturas y vejámenes, y más tarde exclusiones sociales y académicas de todo tipo, que lo obligaron a emigrar hacia Suramérica y Estados Unidos.

Conjeturo que las primeras referencias de los hombres acorralados por los dioses, el destino y las circunstancias las encontramos, nosotros, en los dramas trágicos de Esquilo, Sófocles y Eurípides, en la Antigua Grecia. Sin olvidar el libro previo “de Job”, agrupado en el Antiguo Testamento de la Biblia. Otra referencia importante, leída en los años de mi juventud, procede de la pluma del Barbudo de Tréveris, en el prefacio de la primera edición alemana de “El Capital”, del 25 de julio de 1867. Según dos traducciones mínimamente diferenciadas, el prefacio dice lo que sigue: “aquí no se trata de personas, salvo en la medida en que son la personificación de categorías económicas, como representantes de determinados intereses y relaciones de clase”. A lo cual agrega: “Quien como yo concibe el desarrollo de la formación económica como un proceso histórico-natural, no puede hacer al individuo responsable de la existencia de relaciones de las cuales es socialmente una criatura, aunque subjetivamente se considere muy por encima de ellas”; o “haga lo que hiciere por desprenderse de ellas”. Conviene recordar que el Barbudo de Tréveris era un lector ferviente de los clásicos griegos y de la “Divina Comedia” de Dante Alighieri. (También conviene puntualizar que en un momento dado de mi vida estudié todo “Das Kapital”, con énfasis en el primer tomo, y que la primera edición de carátula azul que tuve entre mis manos, se ha “extraviado” para siempre).

Una penúltima referencia está en LA TRIBUNA del once de octubre de 1996, cuando publiqué el artículo “Frente a la circunstancia”, por sugerencia de Roque Ochoa Hidalgo, basándome en los estudios de Ortega y Gasset, quien se ocupó, como pocos escritores ibéricos, en meditar con sinceridad y devoción en torno del destino vital de un pueblo joven como el latinoamericano. Un pueblo cuajado de adolescencias históricas mestizas, agregaríamos nosotros. De la obra de Ortega se desprende que “Don Quijote” se convirtió en el texto y pretexto universal cervantino que arraigó en el alma de los mejores pensadores españoles y en el espíritu de los grandes próceres latinoamericanos, entre ellos Simón Bolívar, para solo traer un ejemplo.

La “razón vital” propuesta como método y sistema filosófico por Ortega y Gasset, y elevada a un nuevo nivel, dicha “razón”, por Julián Marías, José Gaos y la pensadora itinerante María Zambrano, permite aproximarse con cautela a la vida de los individuos y los pueblos acorralados por aquellas circunstancias que se escapan de las manos y decisiones razonables. Tales acaecimientos pueden ser locales, regionales, continentales y globales en donde, por regla general, el ciudadano de la calle es una mera víctima enajenada respecto de sus circunstancias históricas inmediatas, creadas por fuerzas poderosas aparentemente intangibles, que una vez liberadas de sus lámparas maravillosas, se vuelven contra los países y las naciones mismas, destruyendo individuos, familias y colectividades enteras.

Una criatura acorralada por circunstancias ajenas a su voluntad, aparte de ofrecer sus opiniones, muy poco puede hacer por mejorar el mundo inmediato. Ni siquiera puede defenderse de las mentiras, las intrigas y las envidias del entorno. Excepto si la “Historia” se concibe como un proceso gradual, con saltos vertiginosos ocasionales, en un momento en que tales opiniones adquieren solidez, madurez y relativo reposo, y logran instalarse en un espacio en medio de la jungla aparentemente impenetrable de los determinismos fatales de cualquier especie, incluyendo el de los halcones de la guerra.

Sin olvidar los factores positivos, aquellas experiencias catastróficas del siglo veinte hoy resultan irrebatibles, en lo que concierne al “circunstancialismo” trágico de decenas de millones de víctimas que todos conocemos; o cuando menos intuimos en los libros de ciencia histórica. En mi caso particular, frente a las amenazas globales guerreristas solo me queda, por ahora, el refugio de las obras de Aristóteles, Agustín de Hipona, Maimónides, Descartes, Immanuel Kant, Guillermo Hegel, Kurt Gödel, Xavier Zubiri, Hannah Arendt, Rubén Darío, T.S. Eliot, César Vallejo, Vicente Aleixandre, J.L. Borges, Octavio Paz, Ramón Oquelí y varios otros autores.

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