Por: Kelvin Aguirre
Según el Informe Latinobarómetro 2023, solo el 48% de los latinoamericanos apoya la democracia en la región, al 28% le da lo mismo un régimen democrático que uno no democrático y el 77% cree que los partidos políticos no funcionan.
En medio de una profunda crisis de representatividad y cierre del espacio cívico, como parte del super ciclo electoral de América Latina se llevaron a cabo 7 procesos electorales en Latinoamérica en 2023 y en 2024 se van a efectuar 8 elecciones presidenciales. Sin embargo, los consensos y avances democráticos que, hasta hace unos años, parecían principios firmes, hoy son cuestionados en un contexto donde el ausentismo, los votos nulos o en blanco son tendencia en la región.
Esto, en otras palabras, significa descontento o malestar de la población hacia la democracia, lo cual se origina por las constantes crisis políticas, las que la erosionan lentamente.
Dichas crisis se originan, en gran parte, por las medidas gubernamentales que subvierten la democracia con apariencia de legalidad, en el sentido que nos venden iniciativas, para “mejorar” la democracia, que son aprobadas desde el Poder Legislativo o en los tribunales, pero no tienen ningún efecto real en la solución de los problemas de país, por ejemplo: combatir la corrupción.
Estas medidas con trasfondo político o populista, lo que provocan es agudizar la polarización que socava las democracias, misma que ha desencadenado una epidemia de infracción de normas, más cuando los poderes Legislativo y Ejecutivo están unidos como siameses y así no puede haber libertad, como defendía Montesquieu con su idea de división del poder.
Para preservar la democracia, el equilibrio y garantizar un gobierno estable, hay que proteger la separación de poderes que asegura que ningún cuerpo administrativo llegase a ser todopoderoso, ya que cada uno de ellos, al ser independientes, podría frenar cualquier abuso por parte de los otros, por eso debemos respetar la soberanía nacional ejercida en el voto.
Este es uno de los espíritus de la democracia, donde la resolución dejada al voto de la gente implica aceptar la decisión de la mayoría, aun a riesgo de que esté equivocada o se adopte por malos motivos.
Esta aceptación de la decisión de la mayoría es la lección del probablemente más antiguo ejercicio democrático con el pueblo: de acuerdo al Evangelio de San Mateo, Pilato le consultó al pueblo: “¿A quién quiere que les suelte: a Barrabás o Jesús llamado el Cristo?
La multitud pidió a Barrabás, contrariado Pilato dejó seguir el curso de la decisión mayoritaria, liberó a Barrabás y entrego a Jesús para que le dieran muerte.
La democracia depende de todos y cada uno de nosotros. Ningún gobierno autoritario o antidemócrata puede, por sí solo, poner en riesgo a la democracia o llevarla a su fin, y tampoco ningún líder político puede rescatarla sin la ciudadanía.
La democracia es un asunto compartido y si bien el Latinobarómetro 2023 dice que está en riesgo, su destino depende de nosotros.
@KelvinAguirre18
