¿LA ELOCUENCIA?

ZV
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29 de diciembre de 2023
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12:32 am
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¿LA ELOCUENCIA?

GRACIAS por los editoriales que confortan el alma –escribe una querida amiga– que cuando uno los lee es inevitable no suspirar por recuerdos, dar gracias a Dios por toda su misericordia y permitir disfrutar en familia y amigos esta Navidad”. “Me encantó la contribución de la lectora de las palabras de Joaquín Sabina”. Otra buena amiga comenta: “¡Cómo deseo ese deseo de Joaquín Sabina que nos comparte esta mañana!”. “Reflexiono, mientras pienso en usted que redefine el concepto de amistad total”. La amiga notaria: “Gracias presidente por permitirme ser parte activa del colectivo de la mañana”. “Qué rico tener sombra ¿verdad?”. “Claro levantarse con el frío de Siguatepeque y saber que el fruto del árbol está leyéndose por todo el país”. “A la vez disfrutamos, reímos y de vez en cuando un jalón de orejas envuelta en una parábola”. “Solo pedimos a Dios que a nuestro árbol lo mantenga saludable”.

“Esa facilidad (tan suya) –mensaje de la amiga abogada mamá de la nena chispita– de mezclar todo; hablábamos de la amistad y terminamos enredados entre envidias”. “Es que muchas veces están tan cerquita, una de la otra que, cuesta detectarlo”. “Esos celos que destruyen amistades, porque son celos a la esencia y brillo del ‘amigo’”. Alusivo a esta conversación de cierre: (Debo reconocer –entra el Sisimite– que te puliste con esa ocurrencia que la amistad cobija cualquier frío. -Ah, y a propósito de la envidia –solloza Winston– es como la oscuridad de la sombra, que aparece cuando brilla la luz del sol”). Y el mensaje sigue: “Es interesante, yo le digo a la Nena que ella no compite con nadie, únicamente compite contra ella misma, para superarse a sí misma”. “Y sin exigirle cienes en la boleta de calificaciones, aunque me encanta verlos, festejo más el esfuerzo, la constancia, dedicación y ese sentido de responsabilidad que a su corta edad está aprendiendo”. “Que no compita con nadie, porque lo que Dios tiene para ella, ya tiene su nombre escrito”. “Esa frase la leí una vez y me encantó”. Winston le responde: “Pero es que tiene la tutela amorosa de su madre que, con el método socrático de la dialéctica, por indagación, motiva la búsqueda de nuevas ideas”. Y responde con un mensaje de ejemplo: “-Mami, ¿quién es ese Ing. al que le mando miel? ¿Se llama ING?”. “-Ja, ja, ja ING no es nombre, es abreviatura de ingeniero”. “-¿Construye casas?”. “-No; pero dejó los cimientos de una mucho mejor, que otros vinieron a arruinar”. “Él, es expresidente de Honduras”. La leída abogada: “Hemos visto en los editoriales navideños varias historias lindas, como la de Whisky, tristes y esperanzadoras como la del Hijo de la Navidad, poemas alusivos, etc., y las hemos disfrutado”. Otro mensaje: “Algunas personas de buen corazón regalan algo a los pocos que puedan, algunos genuinos y otros solo para publicidad”. “Esa es la cara difícil de estas celebraciones porque muchos nos hemos vuelto ciegos y sordos hacia ese dolor, esas carencias y olvidamos nuestras obligaciones con el prójimo”.

(Y vos –entra el Sisimite– ¿regalaste algo a los más necesitados? Pues –responde Winston– una comidita para unos chuchitos de la calle. Pero los gestos de veras generosos son los de algunas vecinas que pasean sus chuchos por la colonia. Una de ellas ya lleva tres perritos maltratados que adopta, y luego, cuando están reestablecidos, les busca un hogar feliz. Todas ellas son un grupo de amigas que se ayudan unas con otras en estas benévolas tareas. Unas visitas que estuvieron a ver a Sofi, nos acompañaron al paseo de la tarde, y comentaron los aires de buena vecindad –una costumbre de antes cuando los vecinos se conocían y compartían amistad, unos con otros, hoy tristemente en desuso, consecuencia de la frialdad que contagió a la sociedad– que se respira en la colonia. Otra de ellas, que adoptó una gatita de la calle, rescató a una cachorrita que algún bruto desalmado vino a tirar aquí a este barrio. Andaba arisca, cojeando de un golpe, con miedo de acercarse. Y ellas, con ternura, fueron ganando su confianza dándole comida. Todos los días se iba a echar afuera de su portón. La bañó, la metió a su casa y cuando la sacó de quicio porque la chuchita ya recuperada sigue siendo medio salvaje, –es su naturaleza– tratada por el veterinario, le consiguió hogar y familia con unos de sus amigos. Bonitas historias –interrumpe el Sisimite– pero nada de lo que contás acredita algo caritativo que hayas hecho. -¿Qué más querés que haga? –riposta Winston– cada cual con su función. A mí cuando me sacan al paseo vespertino, voy asomado por la ventana del carro ladrando como alarma, avisando a los demás que es hora de salir. Después exijo que me apeen para unirme a la mara; en el camino voy ladrando y ladrando, dándoles ánimo, aliento, apoyo a las vecinas y consuelo a los rescatados, con la elocuencia de mi voz).

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