Al niño del pesebre en Año Nuevo

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30 de diciembre de 2023
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12:04 am
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Al niño del pesebre en Año Nuevo

Independencia y recuperación patria

Por: Abog. Octavio Pineda Espinoza(*)

Una de las características de esta temporada final del año está directamente relacionada con dos acontecimientos trascendentales en la vida de los seres humanos, el primero, sin duda, el más importante, el nacimiento de Jesús, el redentor de la humanidad, el segundo, el término de un año y el inicio de otro, situación incierta que para las familias, los pueblos y las naciones representan muchos retos, metas, incertidumbres, ansiedad y desencuentro personal y colectivo.

Sobre el primero; es ampliamente comprobado de manera histórica que el Niño Dios nació allá por el mes de abril pero que, siendo el imperio romano el dominante en esa época y habiendo resuelto Constantino, después que los romanos persiguieron hasta casi la extinción a los seguidores del Cristo, que el cristianismo sería la religión oficial del Imperio romano y buscando que, los que aún no se habían convertido a esa religión revolucionaria que ofrecía igualdad para todos, se terminarán de convertir, unió la celebración de lo que ellos llamaban el Sol Invictus con la festividad propia de los que construyeron la Iglesia de Jesucristo, fijando para ello el 24 y el 25 de diciembre como las fechas para reconocer el nacimiento del Dios superior entre un panteón de dioses, unificando así al imperio no solo como una nación política monoteísta sino que superior a todas las demás.

Sobre el segundo, es normal que al término de un año, de un período de nuestras existencias en las que ha habido logros y desaciertos, alegrías y tristezas, preocupaciones y esperanzas, los humanos, en cualquier parte del mundo hagamos recuento normal de lo logrado, de lo fallado y de lo pendiente. Esto sucede porque los humanos tenemos una tendencia a vivir de forma lineal nuestras vidas y esto implica, un inicio, un término medio y una conclusión o final, tendemos a ver el tiempo y el espacio en pocas dimensiones aun y cuando nuestros más grandes científicos y estudiosos nos dicen que existen múltiples dimensiones y que la historia no es lineal.

Dicho esto, que es una discusión para los científicos, quiero hacer mi reflexión final del 2023 enmarcada en una esperanza y una promesa, ambas producto de mis profundas creencias personales sin etiquetarlas como de tal o cual lado o religión, creo que esas diferenciaciones nos las inventamos los humanos, animales políticos por naturaleza, puesto que, Jesús y Dios, lo que nos mandaron fue “a amar al prójimo como a ti mismo”, lo que implica dejar afuera envidias, parcelas de pensamiento, nomenclaturas, estructuras, intereses personales o de grupo, jaurillas, manadas o bloques de aquí o de allá.

Mi petición al Niño del pesebre, haya nacido en abril o en diciembre, viene de las profundas convicciones sembradas en mí por mis padres, mis primeros grandes maestros de la vida, de esa decencia natural que tienen y cargan aquellos que no nacieron en la abundancia, en el privilegio, que conocieron la pobreza de la que salió Jesús y que, poco a poco, fueron construyendo una familia, una vida, un set de principios y valores inamovibles e insustituibles, una carrera y por qué no?, algo que puedan llamar fortuna. Ya que ese Niño nacido de las más humildes condiciones se convirtió en el hombre más grande de la historia sin odiar ni rechazar a nadie, ni a los ricos, ni a los pobres y señaló que ambos existirían por los tiempos de los tiempos.

Mi petición al Niño del pesebre viene de mi preocupación por esta tierra amada que me vio nacer y que espero me reciba cálidamente es su seno cuando mi acelerado tránsito por este páramo que llamamos vida haya concluido. Viene del amor a mis ancestros, a mis ascendientes y a mis descendientes, del amor a mi hija Samantha, para quien aspiro un país totalmente diferente al que tenemos hoy, del aprecio a mis congéneres, compatriotas y ciudadanos que igual que yo, luchan, se esfuerzan, sueñan, aspiran, desean, buscan, se aferran a la noble idea de hacer grande a esta nación y al mismo tiempo proveer para sus familias y así vivir con dignidad en la bendita parcela del mundo que nos tocó habitar y que está eternamente arraigada a nuestro pensamiento, a nuestro corazón y a nuestra forja diaria.

Mi petición a ese Niño-Rey es que sobre todas las cosas no dé sabiduría a los hondureños, de todos los órdenes y orígenes, de todas las avenidas de la vida, de todos los cortes sociales, pero en particular, a quienes tienen la enorme responsabilidad de gobernar y de gestionar el presente y el futuro del país. Más de alguno creerá que lo que escribo a continuación viene de alguna película de Hollywood pero no es así, viene del mismo texto sagrado utilizado por más de 2 mil millones de seguidores de ese niño del pesebre, y es que: “Con un gran poder, viene siempre aparejada, una gran responsabilidad”, y eso, le pido a ese Niño, que abra las mentes y los espíritus de los que toman las decisiones para que se den cuenta de ello y que, hasta por orgullo personal deben rectificar en sus objetivos.

Termina el año viejo y comienza el Año Nuevo, un pensamiento maya decía: “Que para que algo nuevo viva, algo viejo tiene que morir”, no es solo una ley de la vida, es una realidad axiomática, que no implica desechar a los que estuvieron antes que nosotros, como plantean algunos, no, ese camino es equivocado, seguimos siendo lo que fuimos como dicen los japoneses, lo que ese pensamiento y la liturgia cristiana dice es que, para que nazca el hombre nuevo, renovado y limpio, hay que matar al viejo que tenemos dentro, el de los prejuicios, los intereses, los bandos, el que piensa en yo, y no, en nosotros, el que es capaz de aceptar que se equivocó y recapacitar.

(*) Abogado y Notario. Catedrático Universitario. Político Liberal.

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