¿Esperanza?

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30 de diciembre de 2023
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12:01 am
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¿Esperanza?

Por: Elvia Elizabeth Gómez*

Eduardo Galeano escribió que la esperanza “… es una cosa que tengo cuando me despierto, que pierdo en el desayuno, que recupero cuando recibo el sol en la calle y que, después de caminar un rato, se me vuelve a caer por algún agujero del bolsillo. Y me digo: “¿dónde quedó la esperanza?”. Y la busco y no la encuentro. Y entonces, aguzando el oído, la escucho ahí, croando como un sapito minúsculo, llamándome desde todos los pastos”.

En un país como Honduras, en donde los noticieros nos inundan de violencia, corrupción y desidia es fácil perder la esperanza. Muchos jóvenes se sienten condenados al fracaso no porque no sean capaces, sino porque es cada vez más difícil abrirse paso por sí solo y sin el favor político o la palanca social.

Estamos finalizando un año más, para la mayoría “cuesta arriba”, con una economía contraída, pero, sobre todo, con un engranaje social que ha ido despojándose de su humanidad.

¿Porqué hay tanto desaliento? Porque las nuevas generaciones han perdido la esperanza por un mejor futuro, porque las decepciones y desilusiones se han convertido en el común denominador de un sistema educativo que no los prepara para la vida, o al cual no tienen acceso porque se ha precarizado tanto a la educación pública, que la privada se convierte en lo mejor a lo que se puede aspirar, pero inalcanzable.

El filósofo Søren Kierkegaard, considerado padre del existencialismo fue el primero en postular que lo más importante del ser humano es su existencia en el mundo. Hablaba de la autorrealización y sobre la esperanza expresó que “es pasión por lo posible”.

Reflexionando en sus palabras e imaginando su angustia en plena época de la revolución industrial en donde el hombre comienza a ser sustituido por las máquinas, en el siglo XXI la inteligencia artificial nos respira en la nuca y sentimos que sobrepasa al ser humano.

He ahí la importancia de la educación, ¿cómo pueden los niños o los jóvenes creer en lo posible?, ¿cómo pueden conservar ese aliento de esperanza que los impulse a continuar la ardua tarea de formarse en un país en el que, aunque constitucionalmente se haya establecido que la educación es un derecho y que es deber del Estado garantizarla, el sistema público se derrumba?

Tales de Mileto expresó que “la esperanza es el único bien común a todos los hombres; los que todo lo han perdido la poseen aún”.

¿Será por eso la algarabía por las fiestas de fin de año? Porque, aunque con diversos significados, al final del calendario ¿todos de alguna forma esperamos que el nuevo año que llega nos brindará mejores oportunidades? Es como el motor que nos alienta a seguir, aunque pensemos que todo está perdido.

Como profesores, nos es menester atesorar la esperanza en cada generación que recibimos en el salón de clases, pues como expresa el grupo musical Calle 13 en su canción Multiviral “levanto mi pancarta y la difundo, con solo una persona que la lea ya empieza a cambiar el mundo”. ¿Por qué no esperar que uno, dos o tres de nuestros estudiantes nos escuchen realmente? Sobre todo, a las tan devaluadas humanidades que son cada vez relegadas ya ni siquiera a un segundo plano, sino al plano menos visible, automatizado, donde todo esté dado y no se permita la libertad de concienciar a los estudiantes, de llevarlos a sorprenderse con la lectura, a cuestionarse con la filosofía, a sensibilizarse con la sociología, a poder expresarse con las letras o a conocerse a través de la historia y de su historia.

Martin Luther King Jr. dijo que “Debemos aceptar la decepción finita, pero nunca perder la esperanza infinita”.

No podemos depositar tanto peso en una juventud cada vez más explotada y marginada por un sistema que solo mide su productividad económica y no su consciencia social. Lo que sí podemos es inyectarles esperanza.

Al final de cuentas y como nos dice la escritora C. J. Redwine “Probablemente sea mi trabajo decirte que la vida no es justa, pero creo que ya lo sabes. Así que, en su lugar te diré que la esperanza es preciosa, y tienes razón en no darte por vencido”.

*Profesora universitaria

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