¿QUÉ HUMOR?

ZV
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13 de enero de 2024
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01:18 am
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¿QUÉ HUMOR?

, es bueno mantener –mensaje de una funcionaria internacional– un equilibrio en la temática de los editoriales”. (Alusivo a la siguiente advertencia del escrito anterior: Un receso a la literatura para no perder la atención de otra parte del colectivo. De no ser por el daño que ocasiona a la sociedad –y de paso al sistema democrático– sería divertido. Nos referimos a ese enfermizo placer en ciertos políticos –vociferado por monitos cilindreros intrigantes que mueven la manivela del organillo– de echar chorros de desconfianza sobre la confusión. Si hay algo que ha impedido al país la ansiada unidad nacional, para salir a flote, es ese ambiente de sospechas, de hacer creer que nada es bueno, que nada sirve y que no hay que confiar en nadie).

“Un editorial afilado –escribe un funcionario del CNE– muy acertadas sus opiniones sobre los detractores que hacen daño al prestigio que se ha logrado construir del órgano electoral, a partir de las reformas constitucionales; cuyo compromiso ha sido tutelar que las elecciones sean libres, justas y transparentes”. “Ahora, de cara a un nuevo proceso electoral, empiezan, de manera prematura, a verter la toxicidad de sus frustraciones socavando el buen trabajo de sus autoridades”. “Les decimos, déjennos trabajar; ya de por sí es bastante la carga, como para que, encima de semejante responsabilidad, caiga la impertinencia de los pingües intereses”. Una buena amiga: “Hace mucho no se refería a esos temas”. “Al leerlo me reafirmo en lo que pienso y creo”. “¡Qué duros somos!”. “Insensibles que insisten en triturar la esperanza; cual chile en molcajete”. La buena amiga abogada: “Me recordó a un fragmento del poema “Hombres Necios” de Sor Juana Inés de la Cruz”: “¿Qué humor puede ser más raro/ que el que, falto de consejo,/ él mismo empaña el espejo/ y siente que no esté claro?”. Alusivo sin duda a la conversación de cierre: (¿Y a qué obedece –entra el Sisimite– ese obsesivo desprestigio al sistema eleccionario? Vaya usted a entender esa inconfesable necedad. Se trata de elucubrar idioteces que se imaginan que suceden, que nunca han sucedido. O la nociva intención, quizás, de sacarse clavos –metiendo figuras que nunca han estado en nada de eso que inventan– con los que no opinan como ellos. -Pues sí –interrumpe Winston– una especie de delirio desbocado de quiméricas alucinaciones. ¿Qué otra cosa sería, sino majadería, en su más vitriólica manifestación, deturpar la ruta que el país debe transitar en democracia, para que, por más descontento que haya, el pueblo no pierda la esperanza que aún hay futuro por el que valga la pena apostar?).

(¿Y tenés –entra el Sisimite– algún otro comentario sobre el descrédito infecundo al proceso electoral que, sin haber iniciado siquiera, ya hay especuladores que lo están haciendo pedazos –robándole al pueblo su esperanza democrática en las próximas elecciones– a puras conjeturas? -Mejor –interviene Winston– a propósito de los versos de los que “no sienten claro el espejo que ellos mismos empañan”, darle la palabra al vado cubano en estas estrofas a sus críticos: “Ardiendo, Zoylo, en cólera inclemente,/ contra mis versos, dicen que te irritas,/ y que siempre frenético vomitas/ de injuriosos dicterios un torrente:/ Serena, Zoylo, la arrugada frente,/ que se aumente tu mal cuanto más gritas;/ y ese excesivo ardor con que te agitas/ es de tu frenesí prueba evidente./ No en criticar consiste la cultura,/ que para esto es idóneo cualquier labio/ del necio que halla en maldecir dulzura;/ da otro ejemplo mejor como hace el sabio,/ que si escribir no puedes con cordura,/ desprecio y risa premiarán tu agravio”).

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