VENTURA DÍAZ LÓPEZ, EL HOMBRE DE LOS REFRANES,

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13 de enero de 2024
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02:31 am
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VENTURA DÍAZ LÓPEZ, EL HOMBRE DE LOS REFRANES,

Omar Enamorado López

En el ocaso de los 1800 y albores de 1900, cuando el poblado de Los Limones, hoy San Vicente Centenario, departamento de Santa Bárbara, comenzaba a poblarse, llegaron familias provenientes de los departamentos de Lempira e Intibucá, estas estirpes formadas por personas que buscaban mejores sitios para vivir, tierras ubérrimas y parajes con agua, ya sean pozos o riachuelos que les sirviera para el consumo humano, la higiene y los quehaceres en la cocina.

De esta manera Los Limones comenzó a recibir migraciones de personas de los departamentos arriba mencionados, más otras familias que procedían de Tencoa y Macholoa, quienes por las catástrofes sufridas en ambos poblados buscaron otros lugares cercanos para rehacer su vida familiar, económica y social.
En sus inicios, las familias se ubicaron en dos sitios específicos, en la cercanía del pozo de Godines, que es la parte norte del municipio y el pozo de La Pila en lo que hoy es el centro del poblado, sobre el cual se construyó una plaza cívica, que forma parte del parque central. Se deduce que para ese tiempo solo había dos barrios, barrio arriba y barrio abajo. En el barrio Godines, se ubicaron familias procedentes del sector de Lempira, Intibucá y Macholoa, ejemplo de ello la familia de don Catalino Díaz y Rafaela Alvarado, don Teodoro Alvarado, Próspero Alvarado, Juan Alvarado, Camilo Alvarado, Miguel Díaz Quintero, Micaela López, Coronado Hernández, Sebastián Briones, Inocente Díaz, David Díaz, don Cástulo Ramos, debo aclarar que de la familia Díaz en este caso no tienen parentesco familiar, son de distintos lugares, unos de San Antonio, otros de Camasca en Intibucá y algunos de Macholoa. En el Barrio Abajo, hoy se conoce el centro, se ubicaron en cercanía del pozo de la Pila, acá se establecieron la familia Dubón, Paz, Ramos, López, Enamorado, Mejía, Torres, Amaya, Alemán, Membreño, Zaldívar, Pérez, Ayala, Rodríguez, muchas de estas familias procedían de Tencoa, citaré como ejemplo a Ignacio Enamorado y Juan Albino Mejía, ambos oriundos de La Ceibita, los ancestros de ellos vivían en el poblado de Tencoa.

Como preámbulo de lo anterior, y a quien me refiero en este caso es de un personaje a quien no se puede pasar por alto, por su don personal, sabiduría y lo folclórico en su forma de expresarse. Por, ello a un mes de fallecer conversé amenamente y entre refranes y dichos, me contó las peripecias de su vida.

Ventura Díaz López, nació el 14 de julio del año 1918, hijo de Miguel Díaz Quinteros y Nicolasa López Rodríguez. Sus hermanos: Tomás, Clemente, Jesús, Catalina, Andrea, María, Marino. Miguel Díaz Quinteros, era hijo de Vicente Díaz y Guadalupe Quinteros, ambos originarios del municipio de Camasca, Intibucá. Vicente y Guadalupe se vinieron buscando mejores tierras, se movilizaron a pie, entrando por Gracias, San Rafael, San Jerónimo, El Níspero, Nejapa y Arada. Nicolasa López Rodríguez, fue hija de Carlos López (Cabos Negros) oriundo de Piraera, Lempira y la madre era del sector de Arada, no recordó el nombre de su abuela materna.

Ventura Díaz, conoció San Pedro Sula a la edad de 5 años. Lo llevó su padre Miguel Díaz, en el anca de la mula, era comerciante y viajaba con frecuencia a comprar mercadería.

Su niñez, no fue de lo mejor, a corta edad hizo trabajos agrícolas, por ser el de mayor edad, trabajó duro y no lo pusieron a la escuela, me quede como burro de carga, señaló.

Mi vida no solo fue inflar y hacer botellas, murió mi padre, siendo ya “garrudo”, quiso decir entrando a la adolescencia. Por un problema familiar, me fui de la casa, me sentía con valor y deseos de superarme, yo sabía que había otras formas de “sacar arañas”, se refirió a que hay otras formas de trabajar. Emigró a la costa norte en el año 1933, a la edad de 15 años, llegó primero al campo bananero Tibombo, en donde estuvo 15 días trabajando solamente por la comida, se dedicaba a moler maíz en un molino manual y dejar almuerzo en las fincas de banano a los peones de las bananeras. Luego se pasó a trabajar donde Manuel García, conocido como GARISON, un empresario bananero, empezó como conserje, haciendo mandados, ganaba 12.00 lempiras mensuales. Estando en este trabajo sufrí lo que fue la llena (inundación) de 1935, en el campo Birichiche, el año 36 se regresó a San Vicente a ver a su familia.

Del año 36 al 39 la paso en San Vicente e hizo vida marital con Herminia Alvarado, hija de Eugenio Alvarado, hermana de Marcelino Alvarado, con la que procreo 2 varones: Tiburcio y Justiniano, ambos murieron, de poca edad.

El año 1940 se regresó para los campos bananeros y estuvo en La Lima, trabajó en la compañía bananera, en esa época, recordó con nostalgia, esa ciudad era pequeña. El año 1942 se regresó de nuevo a San Vicente, y se asoció con Ladislao Ruiz (Lito) y negociaban con huevos, los compraban de casa en casa, 15 centavos la docena, los vendían en la bodega de San Pedro Sula, Casa de Juan R. López, (calle del comercio) quien prestaba comodidad, les daba un cuarto para vender la mercadería a cambio le pagaban un porcentaje. Debido a que “Lito” Ruiz se marchó a Nicaragua a dejar un hermano quien había cometido un delito, Ventura se quedó solo, por lo que optó nuevamente regresarse a los campos, al darse cuenta que su amigo “Lito” Ruiz regresaba de Nicaragua, iniciaron el negocio el año 1944, pero esta vez ya tenían mulas, las cargaban con 112 docenas de huevos, cada mula. Con mis ahorros de comerciante, en 1945 compré y trabajé en La Vega, una pequeña planicie ubicada a la orilla del río Aguagua, donde hoy es el balneario Aguagua, la cual se la compré a Juan Pérez Ortega, hijo de Mariano Ortega, era canoero, junto con “Chico” Pérez, señaló.

En las andanzas de comerciante, en 1947, me “robe” a Lorenza Ponce, de Las Peñas, La Unión, Lempira, hija de Lázaro Reyes y Valentina Ponce. De este matrimonio nacieron 21 hijos y solo le sobreviven 4, Guillermo Matías, Martha Luz, Rita y Ventura, los otros murieron del mal de los 7 días. La Vega, era la gallina de los huevos de oro, dijo emocionado, era un huerto permanente y ahí tenía sembrado muchas frutas, verduras, caña, sandías, zapotes, limas y aprovechando que este era un sitio de descanso para comerciantes y ordeñadores les tenía cervezas, mientras se sacaban las garrapatas, degustaban cervezas empolvadas, pues la refrigeradora ni se conocía, cuando miraba que ya tenían pocas cervezas empolvadas, ensillaba a mi macho “Lindo” y me iba para La Arada, a comprar más cervezas y que siguiera la chupa.

Militó todo el tiempo en el Partido Liberal, fue perseguido, por la dictadura de Carías, estuvo preso un mes, al lanzar la candidatura Vicente Mejía Colindres, preso en Santa Bárbara, siendo mayor de plaza Crescencio Mejía, además estuvieron presos: Anacleto Castellón, Justiniano Díaz, en total eran 12 presos, pero no recuerdo el nombre de los otros. Fui liberal sufrido, pero eso sí con muchos amigos nacionalistas, que los quiero y los respeto. Por el color no puedo malquerer a nadie, sentencio. Fue convencional 3 veces por el Partido Liberal, ahí conoció a Edgardo Paz Barnica, una figura política del país, ministro de Relaciones Exteriores en el Gobierno de Suazo Córdova, e hizo amistad con una joven de Vado Ancho, El Paraíso, de quien dijo él se sentía atraído, por su belleza.

El año 1973 lo nombran de juez de Paz de San Vicente Centenario y finaliza hasta el 1980, en donde demostró responsabilidad y mucho sentido común para resolver los conflictos. Muertes de Porfirio Dubón y Atanasio Paz. Este puesto lo obtuvo gracias al apoyo del Abog, Enrique Rodríguez, amigo personal y parientes, originario del municipio Arada. Para llegar a este cargo, tuve que aprender a tan solo poner mi nombre, como pude lo hice y muchos hacían mofa de él, pues aseguraban no escribía Ventura Díaz, sino Montura Díaz.

Me gustaban los carros, y le buscaba por todos lados al pisto, comentó, compré una baronesa de nombre Transporte Paz, viajaba a diario de San Vicente a Santa Bárbara y viceversa, los choferes Abraham Díaz y Matías Ponce. Le ayudó a esos trámites Josefina López, esposa del Abog. Dolores Gonzales. Vendí la baronesa, pues la gente de mi pueblo es muy inconforme, miraban la baronesa lista para salir y se metían en otro carro. A esta gente no hay anillo que le quede bueno, señaló. Refiere el periplo que se hacía para ir a San Pedro Sula, viajando por el lado de San Nicolás: De San Vicente se salía a San Nicolás, Tierra Blanca, Colinas, a las Delicias, Trinidad, ahí dormían donde Medardo Florentino, el siguiente día salían a Pueblo Nuevo, dormían en hamacas, el siguiente día salían a Cofradía, dormían aquí en casa de Elisa Delgado o Julio Mendieta, la esposa era turca, el siguiente día llegaban a San Pedro Sula. Recorrido de un viaje a San Pedro Sula yéndose por el lado de Santa Bárbara: De San Vicente a Zapote Alto, antes de llegar a Ilama, cruzaban el río por Chinda a salir a Concepción Norte, acá dormían en el lugar llamado La Laguna o El Cerrón y salían el siguiente día a Villanueva, de Villanueva se pasaban a La Lima, en caso de no vender en Villanueva, en este lugar los compradores eran turcos, entre ellos: Luis, Camilo y Antonio Votto, uno de ellos era sordo.

Ventura Díaz López, muere antes de cumplir los 94 años. Por su forma de ser una persona comunicativa, folclórica, con riqueza oral, de mucho trajín y aventura, castrador de machos, perros y cerdos, sobador de empachos y torceduras de articulaciones, hacia predicciones de entrada del invierno usando la florescencia de un cedro que tenía en su propiedad, conocedor del período lunar para la siembra, lo recordaremos por sus puñetazos en la pared, sus claves para pelear cuerpo a cuerpo, la famosa “manganeta” y no olvidar sus famosos dichos populares. Su sombrero de pelo, sus cejas prominentes, bigote tupido entrecano, la voz fuerte y su camisa manga larga eran sus características que muchos que le conocimos le recordamos siempre y además quedó en la población adulta la expresión: Los dichos de Ventura.

Ventura Díaz López, o toreras en el macollón, como solían decirle algunas personas que tenían confianza, era un paremiólogo nato. Esta es la forma de hablar típicamente, con una función didáctica haciendo uso de refranes, proverbios y adagios.

Entre sus dichos, refranes o expresiones, están:
No es el bocado que atora, sino la migaja. / Mujer chiquita, alma grande, esta expresión se la decía a Alba Alberto Bú, por su baja estatura y vecina de la Loma de los gatos. /Siendo juez de Paz, un esposo llegó a decirle de lo mal que se portaba su esposa y que no convivían en paz, le expresó lo siguiente: A mujer, chiquita y a mula baya, ábrales la puerta para que se vayan. /En el mismo cargo de juez de Paz, una madre le expresó que su hija había “dado la caída” con un muchacho de la comunidad y para no tener problemas la iba a mandar para San Pedro Sula, a lo que Ventura le dijo; Donde no va ir el buey que no are. /Queres ver un vivo afligido, ponle un bruto atrás. /Cuando alguien saca fiado y no quiere pagar, él decía: Recuerde amigo, que el culo no solo una vez se ocupa. /Deje que el pan se queme, que el hornero lo paga. /Cierta ocasión le vendía un árbol de cedro a Concepción Leiva, y no podía concretar el trato por el precio, conversaban en una calle pública del pueblo, al no concretar el trato, Ventura lo invitó ir al sitio donde estaba el árbol y le dijo: Pues viendo la novia, se enamora el galán. /Decía que la juventud de este tiempo es: enamorados como un mico y haraganes como un perro. /A él nunca le gusto cazar animales de monte ni pescar pues sentenciaba que: pescador y garrobero no ajustaban ni para el sombrero. /Hay gente que ejerce oficios y no lo hacen bien, cuando hacen un mal trabajo suelen echarle la culpa a otro, por eso decía: Cuando la partera es mala, al culo le echa la culpa. /Cuando construían una pecera en el balneario “Aguagua” le quería demostrar a su hijo Ventura, que aún con muchos años de edad podía nadar, su hijo y los trabajadores le decían que no lo hiciera por lo hondo de la pecera, a lo que contestó: Perro que come huesos, al culo se atiene. Acción que casi pierde la vida, fue socorrido por los trabajadores. /Muchos humanos al estar en un cargo público, se vuelven engreídos y miran con desdén al ciudadano, a lo que Ventura sentenciaba que: indio con cargo y perro con hueso no hay quien le llegue. /A los problemas de la vida hay que enfrentarlos y buscarle una salida, por eso decía: Deje que nazcan grifos, ellos aprenderán a peinarse. /Cuando cancelaba una deuda, o pago por un trabajo: Pan por su dinero, nada se le debe al panadero. /Solía decir que: El mico más feo, se come el mejor zapote. Esto en cuestiones a los atributos de belleza. /Recomendaba que las herencias a los hijos/as no se dan en vida, sino cuando “se patea la cubeta” porque: El que da lo que tiene, a pedir se queda. /En cierto tiempo, hubo una gran cosecha de maíz, Julio López traía una recua de mulas cargadas de maíz, a lo que su esposa Lorenza, conocida como Lastenia, le comentó, mire Ventura que lindura de maíz, Ventura se arregló su sombrero de pelo y le contestó, no se alegre de eso: Porque lo que, en abundancia está, escasearse quiere. Esta frase la tomó el escritor Alex Darío Rivera, y está plasmada en un poema del Libro: Desde los balcones. /Con relación a los atributos de belleza de las personas decía: No hay feo sin su gracia, ni bonito con su defecto. /Cuando alguien no trabaja y se la lleva de holgazán, le decían Ventura ese que no trabaja, a lo que contestaba: Déjelo, que ya viejo le va tocar. /En los pueblos existen personas que hablan de “hombría” y que se la llevan de muy machos, cierto personaje de esa calaña le dijo a Ventura: mire Ventura, yo no le niego las balas a nadie, a lo que Ventura con astucia le contestó: el valiente vive, hasta cuando el cobarde quiere. /En cierta ocasión un personaje de este pueblo, hacia alarde de tener dinero y andaba interesado en comprar un lote de terreno para construir una vivienda en el barrio donde vivía Ventura, el Llano de la Palma, de regreso este personaje, Ventura, le preguntó sobre la compra, quien le respondió: Tengo plata, pero no me gusta acá, mucha pobreza y feo, a lo que Ventura respondió: Cuando la sierpe es grande, busca el mar. Dándole entender que, si tenía mucho dinero, que buscara un puesto, en la tercera avenida de San Pedro Sula, comentó.

En vida, Ventura Díaz me pidió le escribiera estas historias. Dijo: me voy a morir, pero quiero que la gente que no me conoció se dé cuenta de mi vida y el tipo de persona que fui.

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