Alfarería ancestral en La Ceiba, Soledad, departamento de El Paraíso

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14 de enero de 2024
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12:01 am
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Alfarería ancestral en La Ceiba, Soledad, departamento de El Paraíso

Por: Fredis Mateo Aguilar Herrera

El caserío La Ceiba, perteneciente a la aldea El Centro, se localiza al sur del municipio de Soledad y limita con el municipio de Orocuina, departamento de Choluteca y por el este con el municipio de Liure, departamento de El Paraíso.

Este caserío asentado en el fondo de un pequeño valle, drenado por el río Las Cañas, es uno de los puntos más bajos del municipio al encontrarse a 250 m.s.n.m. De acuerdo a datos proporcionados por pobladores de este lugar, lo conforman 36 viviendas relativamente concentradas y en las cuales habitan 106 personas.

La mayoría de las casas comprende una sala grande, dos a tres cuartos, cocina y corredor, generalmente construidas de adobe, bahareque y teja. En los solares hay huertos y en sus alrededores pequeñas milpas que demuestran ser su actividad principal.

En este apacible caserío, históricamente desde inicio del siglo XX, muchas mujeres sabían fabricar para el autoconsumo vasijas de barro negro para fuego. Sin embargo a mediados de este mismo siglo sobresale a nivel comercial la producción artesanal de loza blanca muy peculiar y típica en Honduras, hecha por algunas mujeres de la familia Herrera descendientes de doña María Rita Herrera, a quien los pobladores de mayor edad de este lugar, le atribuyen el invento de este tipo de loza de laja blanca o arcilla de grano fino, procedente de la veta local y también del caserío vecino de Zamalaguaire, municipio de Liure.

Según narraciones por lugareños, esta típica loza se obtiene al triturar en una piedra de moler o metate la laja blanca y posteriormente amasarla con barro negro, para luego quemar y transformarse en color blanco crema. Doña María Rita Herrera, es recordada con mucha nostalgia y aprecio, puesto que dio a conocer el lugar en parte de la región sur y Tegucigalpa con sus exposiciones de alfarería y ser atendida por el General Tiburcio Carías Andino. El trabajo artesanal de estas familias, corresponde propiamente a las mujeres mayores e hijas y participación de los niños. No obstante las mujeres no se dedican exclusivamente a la actividad alfarera, pues cuidan de sus de sus niños y atienden otros quehaceres domésticos. La actividad productiva por lo general se desarrolla de forma semanal, quincenal y sobretodo en la época lluviosa.

En cuanto a la producción de alfarería, las mujeres trabajan paradas o sentadas y utilizan técnicas tradicionales, como moldes para ollas, comales, etc., se auxilian de bancos de madera para colocar y amasar la arcilla durante la elaboración de piezas y para sus acabados lo hacen por medio de oloteado, engobe rojo, decoraciones florales con tagüe o con pintura de aceite. Una vez teniendo las piezas fabricadas, se procede a quemar las mismas, utilizando leña de carbón blanco ya sea al aire libre en un agujero cavado en el suelo o en hornos construidos en grandes rocas o elaborados artesanalmente. En esta actividad artesanal los utensilios tanto de barro negro y loza blanca fabricados más comunes son porras, jarros, comales, cugules, cajetes, ollas, tortilleras, cántaros o apastes, mantequillera, tamaleras, porra de mesa o gallinita, floreros, maceteras, pocillitos, alcancías, tinajas.

Cuando la alfarería era fuerte, sus productos se comercializaban a Orocuina, Choluteca y Tegucigalpa. Además de la alfarería ancestral practicada en este caserío de La Ceiba, aldea El Centro, curiosamente hay otro caserío llamado La Ceiba, aldea San Marcos, rumbo norte de Soledad, que según historia oral también han ejercido la alfarería, con la coincidencia que ambos caseríos limitan con el municipio de Liure de herencia indígena y artesanal. Asimismo se ha desarrollado la alfarería en otros caseríos cercanos a La Ceiba rumbo sur, tales como El Tamarindo, Cerro Bonito y Quebrada Arriba.

En la actualidad esta práctica ancestral está por desaparecer, pues se ha visto disminuida con el surgimiento industrial de utensilios de cocina con materiales de metal y por consiguiente las artesanas tradicionales de barro solamente son hechas para su consumo familiar. Pese a la decadencia alfarera, aún se está a tiempo de rescatarla y fortalecerla como bien común de la cultura, por medio de organización de mujeres, inversión y comercialización de este patrimonio a través de la gestión por entes gubernamentales y no gubernamentales a nivel local y nacional.

En valoración a este importante oficio de alfarería en esta comunidad de La Ceiba, dedicaré los siguientes versos: Las manos del alfarero, en una tierra de arte, no está en el mundo entero, solamente en cierta parte. El oficio de alfarero, es un moldeador del barro, con su corazón sincero, ama el cántaro de barro. La alfarería hondureña, es de finos coloridos, sobre todo en occidente, también en tierra sureña, y en otros recorridos. El arte del alfarero es de herencia ancestral, en los valles y montañas, se hace típico comal, y otras vasijas de barro de uso tan natural, para todos los catrachos patrimonio cultural. La mejor alfarería, sobresale en Soledad, sus mujeres de La Ceiba, la tallan con vocación, y salen todas alegres a vender a la ciudad, regresando a sus casas con verdadera emoción, a continuar este oficio con todo arte y corazón. Todos juntos a La Ceiba, a visitar las Herrera, son meritorias de gloria, expositoras del arte, en esta noble carrera, con sus manos hacen historia.

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