¿LA METÁFORA?

MA
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17 de enero de 2024
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12:25 am
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¿LA METÁFORA?

“EXCELENTE metáfora del poder de las aguas –mensaje de un fundador del colectivo– y el poder de las mayorías en la política”. “Aunque algunos se creen que son los ríos furiosos y desbordados arrasando todo lo que encuentran por adelante”. “Siempre va a haber una frase de Miguel de Cervantes que nos ponga en el contexto de la realidad”. Alusivo al cierre: (¿Alguna moraleja habrá –entra el Sisimite– en la relación de estas historias? -Pues diría que sí –responde Winston– el temor de muchos que el poder pueda hacer esto o lo otro para eternizar. Nunca hay que menospreciar, apelando a la metáfora de los ríos crecidos que se llevan todo a su paso, que el poder real descansa en la voluntad popular. -Ajá –riposta el Sisimite– ¿y los que se perpetúan atornillados en el trono? -Sí, por eso se advierte –responde Winston– que la alternancia es posible cuando el sistema democrático no esté roto del todo. Si es a las autocracias que te referís, tarde o temprano también caen. Bien dice la sabiduría popular: “No hay mal que dure cien años, ni cuerpo que los resista”).

Y a propósito de frases, mensaje de la amiga doctora: “Sábete, Sancho, que todas estas borrascas que nos suceden, son señales de que presto, ha de serenar el tiempo y han de sucedernos bien las cosas”. “Porque no es posible que el mal ni el bien sean durables y de aquí se sigue que, habiendo durado mucho el mal… el bien está ya cerca”. Un funcionario internacional: “Buen ejemplo esa tragedia del Mitch”. Otro buen amigo: “Magistral la pieza de hoy”. “Esa metáfora está oportuna, precisa y fácil de asimilar”. “¿Por qué nos cuesta tanto tomar ejemplos? Alusivo a este párrafo: (Nada costaría a los políticos –para evitarse el infructuoso esfuerzo de tentar resistir la voluntad popular– tomar ejemplos de la naturaleza. Lo que, a propósito, nos trae a la memoria la impresionante sensación que produce en cualquiera, presenciar la virulencia de aguas desbocadas. Sucedió los primeros días en que el bíblico diluvio desató su furia sobre el territorio nacional. Veníamos de la costa norte donde presumimos estarían focalizadas las inundaciones. Allá nos enteramos de los estragos en Tegucigalpa, además de cómo la obstinada tormenta se ensañaba en todo el país. Nada conseguía capear el paso destructivo de la tromba demoledora. Rodeando el trayecto, por el atajo de Río Lindo, ya que la carretera que conduce de la capital a San Pedro Sula se había desprendido a pedazos, pasamos por el puente contiguo al tramo que conduce a occidente. Lo hicimos a pie. Durante unos minutos, a medio cruzar, nos detuvimos, apoyados en el barandal –en retrospectiva un acto irresponsable ya que la infraestructura temblorosa de concreto en cualquier momento podía sucumbir– a observar anonadados la iracunda corriente de aquel río enardecido. Las crecidas aguas arrastraban trozos de madera y piedras de los derrumbes. La tierra de cerros arañados por las afiladas garras de la bestia que rondaba, día y noche, azotando poblados indefensos, de uno a otro confín. Segundos después de haber cruzado, escuchamos un estruendo estrepitoso. Volteamos a ver atrás. El puente había colapsado).

“Qué imprudentes de verdad –la buena amiga abogada– no hay nada que agregar a su editorial, gracias a Dios, no hay mal que dure 100 años, aunque la mayoría normalmente no llegamos a los 100”. “Siempre es bueno recordar que el sol sale para todos, la jodida es que cuando llueve, también nos mojamos todos”. Otro amigo: “Da gusto ver a algunos presidentes europeos pasearse por las calles en el metro o caminando y haciendo fila para comprar ellos mismos, los víveres que consumen o flores en los parques”. (No solo allá –entra el Sisimite– ¿a vos no te sacan de madrugada a pasear por tu barrio, todos los días, y luego exigís también tu paseo por las tardes? -Pues sí –interrumpe Winston– caminar es buen ejercicio. Pero eso que “la mayoría normalmente no llegamos a los 100”, ¿si supieran que vos sos reliquia de a saber cuántos años, ya que, parecido a muchas mujeres, escondés tu edad?).

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