¿A SEÑAS?

ZV
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18 de enero de 2024
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12:44 am
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¿A SEÑAS?

UN cuento fino –colaboración de un afiliado al colectivo– solo para gente con coeficiente de inteligencia adecuado”: Un hombre entra en un restaurante de lujo y sale a recibirlo un robot de inteligencia artificial perfectamente vestido de “maître” (metre), que le dice: -“Lo siento, señor, pero todas las mesas están ocupadas y tendrá usted que esperar una media hora, si usted lo desea, mientras, la casa le invita a una copa en la barra, podemos conversar un poco, para que la espera sea más agradable”. -“De acuerdo” -dice el cliente sorprendido. -“¿Le importa decirme cuál es su coeficiente intelectual?” pregunta el robot/metre. -“Es de 160 responde el cliente”. “Y durante los treinta minutos siguientes, el robot dialogó con soltura y amenidad sobre los últimos acontecimientos culturales, la economía mundial, analizando sus previsibles tendencias y sobre los más recientes avances científicos y tecnológicos”.

“El cliente –prosigue el cuento– queda muy impresionado y, al cabo de unos días, decide regresar, pero, para ver cómo reacciona el robot, le dice tener un coeficiente intelectual de 85”. “El robot estuvo los treinta minutos hablando de fútbol, los goles de la selección nacional en su último partido y también de los últimos chismes compartidos de la tv, de los secuestros, y del último video de los tiktokeros de moda”. “Lleno de curiosidad, por tercera vez vuelve el cliente a los pocos días y ahora, a la pregunta del robot, responde que tiene un coeficiente intelectual menor de 35”. Entonces el robot se le acerca al oído y hablando despacito y con tono cómplice le dice: -“Vamos a recuperar la patria grande, hasta la victoria siempre”. Ahora comentarios a los recientes editoriales: “¿Por qué cuesta tanto entender lo que pareciera elemental? –mensaje de una buena amiga– Usted lo ha graficado al carbón con su acertada metáfora; ojalá se entienda; aunque quién sabe presidente; aquí a la gente pareciera que se le ha embotado el cerebro de estupidez a punta de redes sociales, que hacen a los tontos más arrogantes, y más tontos por supuesto, porque hasta sienten que se instruyen a través de ellas”. Mi abuela siempre decía: “el vivo a señas y el tonto a palos”. “Pero como ahora la gente solo anda viendo para abajo, hipnotizada, pues ¿quién sabe?”. Un viejo amigo: “Una vez tuviste un accidente de aviación –creo durante la campaña– y el helicóptero en que venías cayó a tierra, enredado en unos alambres de alta tensión”. “Tu relato con respecto al puente que se desplomó, recién haberlo cruzado, me trajo esos recuerdos, que, de no ser obra de la Providencia, no estarías contando lo del bíblico huracán”. “Otro día te contaré completo todo el relato que me hizo mi hermano encargado del manejo del sistema de las plantas de Cañaveral, en el momento de tu accidente aéreo y que, por un presentimiento –divino, diría yo– se abstuvo de reconectar, como era su deber, inmediatamente después del apagón, la línea de transmisión de la energía, lo que hubiese significado tu incineración”. “Casi te vas y ni cuenta te diste”. “Este milagro habla mucho de la predestinación”.

(Pues bien –entra el Sisimite– hasta ahora escuchamos ese relato que, en realidad, ni cuenta nos dimos, y presumiblemente ni cuenta se dio el supuesto predestinado. Lo del puente que colapsó segundos después que lo cruzaran, fue uno de los episodios incluidos en el libro Los Idus de Marzo. El accidente del helicóptero fue de público conocimiento, que efectivamente se vino a pique cuando saliendo de una hondonada la cola se enredó en las líneas de unas torres de transmisión del tendido eléctrico, en la punta de dos cerros adyacentes, y un cable enzarzado en la hélice superior del aparato, azotó, como látigo, rompiendo el vidrio de una de las puertas laterales, mientras el helicóptero iba en caída libre. Milagrosamente los tripulantes sobrevivieron con fracturas, heridas y otros daños corporales ocasionados por el impacto. ¿Y vos crees en la predestinación? -Bueno –interviene Winston– en base a las creencias religiosas se entiende que Dios tiene una misión pensada para cada criatura. -En la historia –interrumpe el Sisimite– hay ejemplos de muchos acontecimientos que, de no haber sido por la presencia de determinadas personas, en el momento justo, hubiesen tenido desenlaces distintos).

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