Docentes de alma

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18 de enero de 2024
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Docentes de alma

Déjame que te cuente…

Por: José María Leiva Leiva

En 1989 comenzó mi carrera como docente en la Escuela de Periodismo y en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH), de donde, tras 31 años de ejercicio magisterial logré jubilarme en el año 2021. También tuve el privilegio de impartir clases en la Universidad Católica, UNITEC, José Cecilio del Valle, en el Colegio de Defensa Nacional (CDN), Escuela de Comando y Estado Mayor (ECEM), Escuela Militar Francisco Morazán, Academia Nacional de Policía (ANAPO), y la Escuela de Capacitación de Mandos Intermedios (ECMI) de la Fuerza Aérea. Además de charlas motivacionales y de Derecho Internacional en varios centros educativos y clubs sociales dentro y fuera de esta ciudad capital.

Confieso que en toda esta experiencia docente no solamente me conformé por cumplir con las enseñanzas del contenido programático de cada asignatura, sino, además, me propuse caminar el kilómetro extra en la formación integral de cada alumno. Para cumplir con estos objetivos acostumbraba relacionar o complementar el tema visto, con un libro, una poesía, una anécdota, una película, una frase o bien una lectura motivante. Siempre lo dije, “primero necesito contribuir a hacer de ustedes personas humanas llenas de virtudes y luego contribuir para que sean los mejores profesionales que la patria necesita… se trata de ser mejores alumnos, mejores hijos, mejores esposos y esposas… en definitiva, mejores en todo nuestro quehacer cotidiano”.

Parte de esas dinámicas, son los dos ejemplos que ahora comparto en este escrito, vinculados al maestro y su función educativa. La primera lectura conocida como “el corcho pedagógico”, se refiere a un supervisor que está de visita en una escuela primaria. “En su recorrido observó algo que le llamó la atención: Una maestra estaba atrincherada atrás de su escritorio, los alumnos hacían un gran desorden; el cuadro era caótico. Decidió presentarse: “Permiso, soy el supervisor… ¿algún problema?”. “Estoy abrumada señor, no sé qué hacer con estos chicos… no tengo láminas, no tengo libros, el ministerio no me manda material didáctico, no tengo recursos electrónicos, no tengo nada nuevo que mostrarles ni qué decirles…”.

El inspector que era un “Docente de alma”, vio un corcho en el desordenado escritorio, lo tomó y con aplomo se dirigió a los chicos: ¿Qué es esto? “Un corcho señor” … gritaron los alumnos sorprendidos. “Bien, ¿de dónde sale el corcho?”. “De la botella señor. Lo coloca una máquina…”. “del alcornoque… de un árbol” … “de la madera…”, respondían animosos los niños. “¿Y qué se puede hacer con madera?”, continuaba entusiasta el docente. “Sillas…”, “una mesa…”, “¡un barco!”. Bien, tenemos un barco. ¿Quién lo dibuja? ¿Quién hace un mapa en el pizarrón y coloca el puerto más cercano para nuestro barquito? Escriban a qué provincia del país pertenece. ¿Y cuál es el otro puerto más cercano? ¿A qué país corresponde? ¿Qué poeta conocen que allí nació? ¿Qué produce esta región? ¿Alguien recuerda una canción de este lugar?

Y comenzó una lección de geografía, de historia, de música, economía, literatura, religión, etc. La maestra quedó impresionada. Al terminar la clase le dijo conmovida: “Señor nunca olvidaré lo que me enseñó hoy. Muchas gracias”. Pasó el tiempo. El inspector volvió a la escuela y buscó a la maestra. Estaba acurrucada atrás de su escritorio, los alumnos otra vez en total desorden… “Señorita… ¿qué pasó? ¿No se acuerda de mí? Sí señor, ¡cómo olvidarme! Qué suerte que regresó. No encuentro el corcho. ¿Dónde lo dejó? Moraleja: Cuando el maestro no tiene vocación o alma de maestro, ¡Nunca encuentra el corcho!

El ejercicio nos llevaba a adentrarnos en el tema del ingenio y la creatividad, partiendo de su raíz etimológica, la cual deriva del latín “creare”, que a su vez está emparentada con “crecere”, lo que significa crecer; por lo tanto, la palabra creatividad significa “crear de la nada”. Enseguida repasábamos algunas frases de creatividad, por ejemplo: “Todas las personas tienen la disposición de trabajar creativamente. Lo que sucede es que la mayoría jamás lo nota”. Truman Capote.

Mientras tanto, la segunda lectura destaca los aportes significativos para el desarrollo y crecimiento personal encontrados en la película “La sociedad de los poetas muertos”, dirigida por el australiano Peter Weir en 1989, un extraordinario filme cargado de frases memorables como las descritas a continuación: “No dejes que termine el día sin haber crecido un poco, sin haber sido feliz, sin haber aumentado tus sueños. No te dejes vencer por el desaliento. No permitas que nadie te quite el derecho a expresarte, que es casi un deber”.

“Toma las cosas mientras puedas; veloz el tiempo vuela, la misma flor que hoy admiras, mañana estará muerta”. “Hay un momento para el valor y otro para la prudencia y el que es inteligente, los distingue”. “La poesía, la belleza, el romance, el amor. Esto es por lo que nos mantenemos vivos”. “Me he subido a mi escritorio para recordar que hay que mirar las cosas de modo diferente. El mundo se ve distinto desde aquí arriba”.

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