CONTRACORRIENTE: “Judas”, tránsfugas y traidores

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19 de enero de 2024
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CONTRACORRIENTE: “Judas”, tránsfugas y traidores

Por: Juan Ramón Martínez

Los primeros analistas del transfuguismo, fueron ideólogos del Partido Nacional, dirigidos por Tiburcio Carías. Reaccionaban al fenómeno del continuismo, en que algunos nacionalistas vinculados con el presupuesto, se adhirieron a la campaña por la reelección del presidente Gálvez. Antes, Washington Valentine había dicho que, en Honduras, “un diputado, valía menos que una mula de Pespire. El fenómeno se agudizó durante el régimen de Julio Lozano. Es entonces cuando Lucas Paredes, escribió un libro con este título, agregándole el calificativo político. En ese periodo, los liberales, -los de aquí y los de allá- soportaron el control de Changel que, en forma autoritaria, mantuvo unidas las filas liberales alrededor de su discutido liderazgo. Durante la primavera “villedista”, la primera defección liberal, fue la de Enrique Ortez Pinel; y el tránsfuga más famoso el diputado reformista MacNab, quien dijo “que prefería ser un tránsfuga que un traidor a la patria”, cuando terminó respaldando en el Congreso Nacional las posturas del Partido Liberal. Después fue tránsfuga, el coronel Armando Velásquez Cerrato.

El diccionario de la RAE, define tránsfuga como “persona que pasa de una ideología o colectividad a otra. Que un cargo público abandona este, al separarse del partido que lo presentó como candidato”. La palabra traidor, más fuerte, -de la que abusamos mucho de ella-, se define en el texto citado como similar a “desleal, infiel, renegado, desertor, alevoso, felón, indigno, ingrato, conspirador, judas”. Como se puede ver, las palabras tienen un peso negativo que guardan relación con el impacto de la conducta de los traidores. En el mundo occidental cristiano, la figura máxima del traidor la representa Judas que entregó a Jesús, el Cristo. En Honduras, poco han tratado los historiadores este tema.

Se nos ocurre que, los mayores traidores han sido Francisco Ferrera, que apuñaleó a Morazán, volviéndose su enemigo más enconado. López, con apoyo de Carrera, traicionó a Cabañas. Soto a Medina, fusilándolo en el cementerio de Santa Rosa. Policarpo Bonilla que, dividió al Partido liberal en 1923. Gálvez traicionó a Carías. López Arellano a Villeda Morales y a Ramón E. Cruz. Manuel Zelaya hirió de muerte al Partido Liberal en 2008. La lista puede ser mayor, si agregamos a traidores menores, tránsfugas rurales, minúsculos personajes de nombres olvidados. Rolando Barahona diputado por Comayagua traicionó al Partido Nacional. Lezama al PL. Y ahora, Redondo, Ramírez, Chávez, Ramos, Matheu se declaran independientes, eufemismo de tránsfugas. En fin, en una categoría, inferior, pero muy cercana, por el olor y los resultados, la adhesión enfermiza, el respaldo de Segura, García a Libre que, quiere hacer escarnio suyo, hasta que no queden cenizas liberales siquiera. Libre es, partido “neo cachureco”.

En España el transfuguismo es, endémico. Por ello han empezado a desarrollarse la doctrina que, nada se puede hacer para impedir que una persona abandone una postura política; y, que sume otra. Pero como ello entraña una desobediencia a los electores, ha empezado a tomar cuerpo la idea que, quien cambia de postura; y, tiene un cargo de elección, debe renunciar al acta de su nombramiento. Es decir que, los diputados que cambian de partido, deben renunciar a la curul. De lo contrario, la traición queda impune. Esta solución es, oportuna. Creemos, vale la pena considerarla, en la medida en que se repite el transfuguismo político; y especialmente, cuando las razones que lo provocan, es la compra de voluntades que hace el gobierno con los fondos públicos, ofendiendo la soberanía de los electores. Los constitucionalistas de verdad, distante de los penalistas convertidos en apresurados ordenadores de la vida política nacional, desde la óptica que siempre “el culpable es el muerto”, -en este caso la voluntad popular-, deben buscar algunas alternativas; e, introducir modificaciones constitucionales para evitar la continuidad de una conducta que se constituye en una lesión grave a la voluntad del votante, cuando elige a una persona para que represente sus intereses; y, esta, renuncia a la subordinación partidaria.

Celebrar el transfuguismo no es bueno para la democracia. Necesitamos, retirar del imaginario político el concepto de partidos “bisagra” que, no es otra cosa que celebrar el tráfico de influencias en la política que, por el contrario, debe recobrar la decencia y la dignidad. Revisando sus actas constitutivas; y, ordenando su disolución. Prestigiando a la política y a los políticos decentes. Que, los hay.

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