Deseo y conflicto en la pintura de Federico Rosa

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19 de enero de 2024
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12:13 am
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Deseo y conflicto en la pintura de Federico Rosa

Ramón Antonio Caballero

Como ninguna otra institución humana, el mercado promueve el desarrollo de la innovación artística, al ser el medio más expedito para articular la oferta con su respectiva demanda. En el contexto hondureño, el galerismo y la correduría, más que otras formas de contacto, han servido de conducto para que el artista pueda traducir con urgencia las preferencias de la gente en obras con poder de satisfacción.

En este sentido, es un error pensar que la innovación resulta únicamente de la formación del artista en las aulas de clase o de su participación en concursos públicos, como también es errado creer que la validación final de la obra depende del juicio de algún académico. El artista de espíritu libre reconoce, por el contrario, que la prueba de su eficiencia radica en comprender los sentimientos y las preferencias de las personas con el propósito de diseñar una solución estética.

Dado que el mercado del arte en Honduras es precario, la innovación de esta industria cultural tiene que ser por fuerza lenta y esporádica; y esto es así porque el diagnóstico de los valores cambiantes, que es la causa original de la innovación, depende del surtido de puntos de contacto, los cuales son casi inexistentes en el país. Precisamente porque la infraestructura comercial es limitada, es común encontrarnos con artistas que se desdoblan en vendedores de su propia obra —actividad que les permite comprender las necesidades de sus clientes de manera más rápida, pero que, contradictoriamente, el tiempo disponible para ajustar su nueva oferta queda reducido.

Estas son algunas de las dificultades del mercado hondureño que los artistas deben reconocer si desean satisfacer los valores de vida de los públicos locales. Estas son las dificultades que Federico Rosa reconoce y que busca sortear para validar la innovación en su propio entorno. En su colección más reciente, “El libro de los palimpsestos” (2023), el artista pone en evidencia su capacidad para facilitar experiencias de valor que favorecen el bienestar de su audiencia, de aquella que tiene aspiraciones a comprender los entresijos de la memoria y la riqueza de la fantasía. Basándose en el palimpsesto como estrategia de registro, el artista nos lleva por cada lienzo para hacernos ver, además del sentido, la forma en que los significantes quedan fijados.

Los mecanismos convencionales aplicados al espacio pictórico son el claroscuro y la planimetría; mientras uno hace fluir la profundidad hasta el infinito, el otro ubica los objetos en la absoluta frontalidad; uno remite al naturalismo, el otro al geometrismo. Sin embargo, existe una tercera solución espacial que, en vez de optar por la profundidad o la frontalidad, las superpone. En este tercer mecanismo de construcción espacial los objetos naturalistas y geométricos pierden sus originales propiedades para dar lugar a una constelación visual más lúdica, informal y esquiva. Este es el primer beneficio funcional de la pintura abstracta más reciente de Rosa.

Para denotar esta superposición entre profundidad y frontalidad, el artista recurre a un antiguo procedimiento de registro pictórico denominado “estilográfico”, donde sobre una película pigmentaria previamente fijada aplica una segunda que luego raya o raspa para dejar ver la primera. En su caso, la primera película pigmentaria contiene manchas abstractas cuando no grafismos completamente infantiles. La segunda película, ya raspada, parece una cortina con incisiones horizontales que se pierden en los límites del lienzo. Este es el segundo beneficio funcional que ofrece su obra.

Como resultado de la estilografía, la abstracción de Rosa se postula como una práctica de revelación. Al otear por las cortinas abstractas se revela un mundo que solo cabe completar en nuestra imaginación. En este caso, tanto el contenido revelado como el procedimiento de revelación se vuelven inseparables, afirmando una completa calidad semiótica. Este ejercicio de revelación termina por ser el tercer beneficio funcional de su propuesta.

Los beneficios funcionales que se encuentran en la obra de arte, apoyan los beneficios emocionales, que la audiencia siente y consiente en contextos concretos como la sala de exposición, la oficina corporativa e incluso el espacio doméstico, y en situaciones de auténtica soledad, selecta compañía o muchedumbre. Los beneficios emocionales que resultan de la interacción de la audiencia con la pintura de Rosa solo pueden intuirse, pues al formar parte de la mente de los consumidores, quedan fuera de nuestra observación directa.

Los beneficios emocionales que su obra apoya se relacionan con los sentimientos más subterráneos del ser humano. Entonces los sentimientos que provoca el juego. La pintura abstracta de Rosa nos traslada a experiencias infantiles asociadas al juego de embadurnar y rayar a placer superficies y objetos con cualquier material pigmentario, como la tierra y la crayola, dejando secuelas estrictamente gestuales. Estos inevitables pasos expresivos del niño, que en su momento han merecido grandes aplausos por parte de los padres, llegan a ser penalizados por la escuela por considerarlos carentes de habilidad técnica y significación naturalista. Con la edad madura, se vuelve a hablar de ellos, pero ya es recuerdo.

Otro sentimiento que la obra apoya hace referencia a la informalidad: ese evidente desaliño, incumplimiento y rebeldía que muchos seres humanos toman a pecho para mitigar los comportamientos burocráticos de la cultura. Esa identificación emocional con la informalidad resulta brotar del cuestionamiento que nos hacemos de la rutina, y que ponemos de manifiesto de forma elemental en las actividades ociosas del fin de semana, y de forma más profunda en el estilo de vida juvenil. Ese sentimiento de vivir o revivir lo informal sólo es posible ante un arte motivado por el juego, el capricho y el desdén; solo de este modo, según Rosa, podemos contemplar el revés de la vida, que no es poca cosa.

Así como hay sentimientos que resultan del juego y la desobediencia, también hay otros que surgen de lo furtivo, íntimo y enigmático. Estos sentimientos también son apoyados por Rosa. La contemplación de su obra permite captar ese significado vital: al otro lado de la cortina hay una comunidad de seres, escombros y sombras que apenas podemos seguir “al rasgar” la capa superior del lienzo. Estos grafismos infantiles sirven de metonimia de toda aquella hondura metafísica que solo puede hacerse nuestra en el silencio, en la soledad, en la noche, en la lejanía, en la muerte, en la eternidad. La obra de Rosa, además de recordarnos el pasado, nos hace ver el camino que va de la legítima rebeldía a la pureza del ensimismamiento.

Hemos seguido el camino de lo funcional a lo emocional, esto es, de la obra a su contemplación. En este andar hemos descubierto algunas novedades existentes en la pintura abstracta de Rosa. Pero no hemos dicho nada sobre la experiencia de valor que su obra nos facilita. Dado que existe una escala para recorrer la formación de valores, corresponde intuir ahora qué valores han sido apoyados emocional y funcionalmente por este artista.

A mi modo de ver, los beneficios funcionales y emocionales conducidos por la obra de Rosa apuntan a experimentar los valores de la memoria y la fantasía, dos aspectos vitales de la raza humana. La historia, la genealogía, la crónica, la biografía, el documental, la leyenda, el cuento y la novela, para poner algunos ejemplos, informan sobre la importancia de la memoria. El amor, los mitos, la poesía, las fiestas, los deportes, el cine y los viajes, por otro lado, hacen lo mismo con la fantasía. Se concluye así que la vida, ni su misión ni su sentido, pueden definirse sin la presencia incontestable de la memoria y la fantasía. La obra de Rosa, al escuchar las necesidades supremas de su audiencia, cumple con una oferta pictórica que facilita la experiencia de estos valores. A esta capacidad de ajuste de la obra para satisfacer los sentimientos más humanos es que debemos llamarle innovación.

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