Regeneracionismo

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19 de enero de 2024
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Regeneracionismo

Por: Carlos López Contreras*

Así se conocía a fines del siglo XIX y comienzos del XX un pensamiento político en España, destinado a superar la crisis institucional, de confianza y de la misma viabilidad del Estado español, cuestionada por algunos escritores de la época. Esa crítica se agudizó después del “desastre del 98”, en que España pierde Cuba “la perla del Caribe”, Puerto Rico y Filipinas, como resultado de la guerra sostenida contra Estados Unidos.

El regeneracionismo se proponía terminar con un régimen oligárquico que controlaba los partidos políticos y establecer un nuevo orden basado en la clase media que debería estar alejado tanto de la oligarquía como del socialismo y del anarquismo. Se afirmaba que España necesitaba -se decía- “un cirujano de hierro” para superar sus problemas.

Nuestra situación en el 2023/24, se nos presenta similar a aquella crisis española. Estamos a punto de perder nuestra soberanía e independencia política, ante la pretensión de una organización internacional de imponernos reformas constitucionales para atribuir funciones de Estado a una comisión contra el abuso del poder, la corrupción y la impunidad que, a título de capacitación y cooperación en esa lucha es bienvenida, más no -al menos en mi opinión- como suplantadora de los órganos constitucionalmente responsables del Estado. Aceptar esa intervención equivaldría a reconocer una condición de Estado fallido que se convierte en una especie de territorio bajo régimen de administración fiduciaria, camino de volver a ser colonia.

Por otro lado, también en la Honduras de hoy la población se debate en la incertidumbre producida por minorías que monopolizan la dirección de los partidos políticos como si fueran haciendas privadas.

A título de ejemplo, la crisis actual del Partido Liberal se origina en el gobierno de don Manuel Zelaya (2006 a 2009) al desencadenar un conflicto de poderes seguido de su derrota electoral en noviembre del 2009. Su crisis se intensifica en las elecciones del 2013, 2017 y 2021 en que, progresivamente iba perdiendo soporte electoral y correlativamente su representación en el Congreso Nacional.

La crisis actual del Partido Nacional comienza con la reforma de sus estatutos en el 2005, olvidando 100 años de la doctrina universal de la libertad, que acuñó la expresión partidaria de “Justicia social con libertad y democracia”, sustituyéndola por el “humanismo cristiano”. Con esa reforma un partido emergente absorvió, doctrinalmente a un gran partido histórico, cumpliéndose una meta estratégica, cumpliéndose una meta estratégica de la democracia cristiana latinoamericana.

A este propósito, debe recordarse que el liberalismo decimonónico fue campeón de la libertad, de la igualdad, del Estado de derecho y de la separación de poderes; asimismo, de la propiedad privada, de la libertad de empresa y del gobierno pequeño y eficiente.

Los orígenes del liberalismo se reconducen a la revolución inglesa en 1688, a los enciclopedistas, a la Revolución francesa y a la independencia de Estados Unidos de América, extendiéndose por toda la faz de la tierra, donde se cultiva la libertad.

También es digno de tener presente que todas las doctrinas sociales que practican la libertad tienen, como sustrato fundamental de su concepción democrática, la doctrina liberal.

La crisis doctrinal del 2005 se confirma con la derrota del candidato presidencial Porfirio Lobo en el 2005, por don Manuel Zelaya del liberalismo.

En el 2009, don Porfirio gana las elecciones presidenciales, en parte como fruto de la división del liberalismo. Luego su gestión de librar de ciertos problemas legales al expresidente Manuel Zelaya y la facilitación fulminante de la inscripción de su nuevo Partido (Libre), polariza la opinión pública nacional entre el Partido Nacional en el poder y el nuevo partido. Se especula que la maniobra del presidente Lobo obedecía a la idea de mantener dividido al Partido Liberal. Sin embargo, dicha maniobra tuvo consecuencias al parecer imprevistas para el presidente Lobo, pues el nuevo partido, identificó como su enemigo político al Partido Nacional, propiciando una mayor polarización entre la familia hondureña.

Está claro que don Manuel Zelaya le impuso exigencias políticas al presidente Lobo, sin mostrarle gratitud alguna. Con esta actitud, Libre participó en las elecciones del 2013, en alianza con don Salvador Nasralla.

La crisis del nacionalismo se hace patente cuando el presidente Juan Orlando Hernández induce a los dirigentes de su partido a gestionar ante la Corte Suprema de Justicia un pronunciamiento que permitiera su reelección, ignorando la prohibición constitucional. Al igual que en Costa Rica y otros países, se pidió bajo el argumento de que la prohibición vulneraba los “derechos humanos” del señor Hernández y que, por tanto, dicha prohibición debería ser declarada inaplicable.

Con ese fallo quedó abierta la posibilidad de la reelección, según opinión de algunos constitucionalistas, no así según otros; pero la inscripción de la reelección en el 2017 fue acompañada de otros candidatos presidenciales y gana la presidencia, pero pierde el control de la calle y su segundo período de gobierno se vuelve altamente controvertido.

Durante la campaña electoral, el Partido Libre (y también el Liberal) denuncian la ilegalidad de la reelección, el fraude electoral, la corrupción, los vínculos de algunos dirigentes con el crimen organizado y, todo ello, va minando la imagen del grupo de poder, al extremo de conducirlo a la derrota en las elecciones del 2021, no obstante contar con más de un millón 300 mil electores.

La solicitud de extradición del expresidente Hernández, bajo la imputación de tráfico de drogas a Estados Unidos, sume a las autoridades del Comité Central en un dramático silencio, solo roto por diputados que hacen sentir la voz del nacionalismo.

Últimamente, la orden de captura contra el señor David Chávez, cuya legalidad es altamente cuestionada y el hecho de que se constituyera en “fugitivo”, deja al Partido Nacional jurídicamente sin cabeza, situación que debe resolverse aplicando sus estatutos.

El Partido Nacional, el más votado individualmente en el 2021 merece respeto del gobierno, de los otros partidos y del mismo grupo de poder que lo maneja, ya que la militancia que es el partido es ajena a los malos manejos en la cúpula y demanda entrar en una diáfana etapa de rectificaciones, convocando con urgencia a una convención nacional para la elección de un nuevo liderazgo enérgico, popular y transparente.

Dios salve a Honduras

*Ex Canciller de la República.

[email protected]

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