Las grullas de origami

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25 de enero de 2024
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Las grullas de origami

Déjame que te cuente…

Por: José María Leiva Leiva

Esta ave representa la paz, la felicidad, la buena suerte, y la protección a la familia y a los más débiles. Por ello, la figura hecha de origami tiene un simbolismo tan importante para la cultura japonesa. Un hecho que me tocó conocer de cerca en mi viaje a Japón los días comprendidos del 20 de febrero al 1 de marzo de 2001, por gentil invitación de su gobierno en mi condición de columnista de diario LA TRIBUNA, y docente universitario. Como parte del programa había una visita que representaba para mí un punto clave de máximo interés… un encuentro con la historia: Hiroshima.

Como todos sabemos, Hiroshima, es tristemente conocida por ser la ciudad donde cayó la bomba atómica el 6 de agosto de 1945, la primera de las dos que se lanzaron contra objetivos japoneses. “A las 8:15 de aquél fatídico día, la historia se detiene. La bomba atómica, bautizada como “Little Boy”, estalla a 590 metros sobre el centro de Hiroshima. La ciudad quedó completamente destruida. Más de 70,000 personas murieron en el acto y más de 70,000 murieron los días siguientes debido a la exposición radiactiva de la bomba”.

Desde luego, hoy en día Hiroshima es una urbe bellísima que ha sabido reconstruirse de la nada, hasta convertirse en una ciudad pujante que mira al frente con un pasado muy triste. Solo si uno no conoce su trágica historia no podría nunca imaginar el infierno y la barbarie que aquí se desató. Para rememorar ese doloroso episodio, mi guía, la señora Kembo Rie (asignada por la Secretaría de Asuntos Exteriores en su sección para Centroamérica y el Caribe) y yo comenzamos con la visita al Parque Conmemorativo de la Paz, pues es el lugar donde se concentran los mayores símbolos de la ciudad y donde se puede profundizar sobre los acontecimientos que se derivaron del lanzamiento de la bomba.

Entre estos sitios imprescindibles está el Museo Memorial de la Paz, que cuenta la historia de la construcción de la bomba y los detalles de la explosión, y donde se exhiben harto material fotográfico, objetos personales, un reloj detenido en el tiempo que marca la hora exacta de la hecatombe, videos, testimonios y hasta una maqueta que desnudan lo ocurrido aquella mañana de manera desgarradora, como esa sombra de una persona desintegrada que se ve dibujada en los escalones de uno de los edificios que quedó en pie después de la explosión. Para entonces, mi corazón estaba hecho trizas y las lágrimas empapaban todo mi rostro.

Afuera del museo encontramos el Cenotafio, donde aparecen los nombres de todas las víctimas y se les rinde un homenaje. Delante de ese arco de piedra hay una inscripción japonesa que dice “descansad en paz, el error no se repetirá”. Tras el monumento se ubica el Estanque de la Paz, en cuyo centro y sobre una plataforma se alza la Llama de la Paz que arde sin cesar desde 1964, y que no se apagará hasta que la última arma nuclear de la tierra haya sido destruida. ¿Cuándo será esto? Conociendo al hombre y su codicia, sus ambiciones y maldades, creo que nunca.

Otro emblema esencial en el parque es la del Monumento a la Paz de los Niños, que tiene a una pequeña llamada Sadako Sasaki como protagonista. Sadako era una niña de 2 años cuando la bomba atómica explotó muy cerca de su casa. Consiguió sobrevivir, pero a los 9 años enfermó de leucemia. Ella creía que si hacía 1,000 grullas de papel se cumpliría el deseo de curarse. Murió habiendo hecho 644, y sus amigos y compañeros del colegio decidieron completar su misión hasta las 1,000 grullas. Muchas de ellas están expuestas en el museo y la niña se ha convertido en un símbolo para la esperanza en Japón. Finalmente, al lado del Parque de la Paz y cruzando el río Motoyasu se puede apreciar La Cúpula de la Bomba Atómica (conocida como Dome), enfrente de la cual y mediando calle de por medio se encuentra el Estadio Municipal de béisbol.

La Cúpula es una estructura de ladrillo y hormigón que pertenece a un edificio de nombre “Galería de Promoción Industrial Prefectural de Hiroshima”, que se encontraba a unos 150 metros del epicentro de la catástrofe, y fue uno de los pocos que consiguió tenerse en pie. Como símbolo de los horrores de la guerra se decidió preservar tal y como quedó tras el bombardeo. Desde 1996 es Patrimonio de la Humanidad de la Unesco.

Al oeste del edificio estaba un original puente en forma de “T”, llamado el Puente Aioi que tuvo un papel importante en la unión de las secciones oriental y occidental de la ciudad. Se cree que el puente Aioi fue el blanco del lanzamiento de la bomba. Aunque estudios recientes indican “que el punto real de la explosión fue aproximadamente a 300 metros al sudeste de ese puente, más o menos a 580 metros sobre el Hospital Shima en el distrito que antiguamente se conoció como Saiku-machi”.

Esa noche, siendo huésped del Rihga Royal Hotel, a solo 10 minutos del Parque y Museo Memorial de la Paz, me costó conciliar el sueño y por mi memoria y la retina de mis ojos pasaban una y otra vez en forma incansable todas las impactantes y desoladoras imágenes que había presenciado en físico como si se tratara de la técnica fotográfica de un holograma. Hoy que en occidente se le rinde casi un culto a Christopher Nolan y a su película “Oppenheimer”, acerca del creador de aquel artefacto de muerte y destrucción masiva, he vuelto a recordar con tristeza las consecuencias trágicas ocasionadas por estas mentes “destructoras de mundos”, como reza una línea del texto hindú Bhagavad Gita, que Oppenheimer tuvo en su mente.

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