¿LAS PUERTAS DEL CIELO?

ZV
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27 de enero de 2024
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12:39 am
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¿LAS PUERTAS DEL CIELO?

SE habían quedado engavetadas estas participaciones de inicio de año, que vamos a rescatar –para cambiar el tema de fin de semana– ya que el colectivo, atiborrado de tanto problema cotidiano, sobre lo que hablan y hablan los políticos, sin que para ninguno haya solución, muestra más interés por la terapia del alma. “¿Sabe quién es el cuarto mago? –escribe la nieta– Todo conecta y hace sentido; es el Sisimite”. Una buena amiga: “¡Gracias por la ilustración!”. “Caramba, cuántas cosas uno no sabe en este universo extraordinario”. “Qué bonita manera de enseñar; a otro le habría bastado con la definición textual, pero usted, eligió un hermoso relato para no olvidar…”. Otra gran amiga: “Con tus editoriales estás logrando sacar a la luz los buenos sentimientos de los miembros del colectivo que probablemente siempre estuvieron ahí, y ahora se abre un espacio que se los permite”.

“Qué bonito leer sus editoriales y disfrutarlos –mensaje de la amiga abogada– creo que la mayoría de los que formamos parte de este colectivo los leemos entusiasmados y nos sentimos parte de algo especial”. “He leído la historia del cuarto mago contada de diferente forma, pero hoy no sé por qué esta me tocó emocionalmente”. “La verdad es que las historias de la época navideña son tan bonitas, tienen magia y sobre todo creo que es una época en que, de cierto modo, estamos más alegres, más dados a la generosidad, a compartir con otros más que en otra época”. “Y no se trata de las fiestas, es algo que está como en el ambiente y quizá es la alegría de recordar y celebrar la venida del Hijo de Dios”. “Ojalá podamos tener esa disposición especial de la época navideña todos los días”. Otra amiga abogada: “Muchísimas gracias por sus editoriales, nos inspira a procurar a ser mejores personas, gracias por la mención y como dijo una compañera del colectivo, nos sentimos importantes, pero más agradecidos”. Otra buena amiga: “Las voces respondemos a la estrella que nos guía; tal vez andamos por el norte, otros por el sur, pero todos coincidimos en la madrugada con Winston y el Sisimite”. Otra abogada buena amiga: “Con una taza de café sin azúcar leyendo su editorial, súper interesante”. “¿En quién se transformaría el cuarto rey aquí en el país, gracias a la nova?”. La amiga exmagistrada: Cuando a sus editoriales, sus amistades responden, con frases que refieren a la continuidad del legado de su padre, lo primero que me viene a la mente es “lo que se hereda no se hurta”. “Por lo que leí en este, mi moción de recopilar los editoriales para su publicación, ya fue secundada; ojalá se dé por suficientemente discutida en un solo debate y se proceda a su publicación”. “Ya me veo subrayando mis aportes –en un libro escrito– y otros que también me gusten”.

(Aquí preguntan –entra el Sisimite– vos que no contás la historia completa, ¿cuándo fue que le pegaron la pedrada a Arbatán que lo dejó soñoliento? -Si es que el cuento ese –interrumpe Winston– lo mandó así la amiga oftalmóloga, yo más bien he ilustrado, con relatos adicionales, partes que quedaron en suspenso. El cuento del presbítero estadounidense, “The Other Wise Man”, relata que después de 30 años de recorrer la tierra, buscando la estrella que se le perdió, cuando al fin llegó a Jerusalén, anunciaban la crucifixión de Jesús. Iba camino al Gólgota, cuando se escandaliza por la subasta de una niña para pagar las deudas de su padre. Compra la libertad de la muchacha con la última ofrenda que quedaba en el cofre ya casi vacío. En el momento que Jesucristo muere en la cruz, tiembla la tierra, y se rompen los muros del templo. Una piedra suelta, del sagrado cataclismo, le pega en la sien. De ahí, lo que ya les dije: En el sopor inconsciente de la alucinación se imagina una figura que le dice: “Tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, estuve desnudo y me vestiste, estuve enfermo y me curaste, me hicieron prisionero y me liberaste”. Al momento de expirar pregunta, aturdido: “¿Cuándo hice yo esas cosas?”: “Lo que hiciste por tus hermanos –responde la voz– lo hiciste por mí”. Y el instante que expira, la Providencia le abre las puertas del cielo. -Bueno –solloza el Sisimite–colorín colorado, este cuento ha terminado…).

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