LETRAS LIBERTARIAS: El tiovivo de nuestro atraso

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27 de enero de 2024
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12:03 am
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LETRAS LIBERTARIAS: El tiovivo de nuestro atraso

Esperanza para los hondureños

Por: Héctor A. Martínez (Sociólogo)

La otra mañana, en un foro televisado, comparecían los representantes del sindicalismo, el Gobierno y la empresa privada para discutir el redundante y espinoso tema del salario mínimo y el desempleo. Como es típico en un país politizado hasta el tuétano, cada uno tiraba por su lado sin llegar a un consenso. Sospecho que la teleaudiencia debió aburrirse antes de la finalización del programa.

En medio del “estira y encoge”, el líder sindical le dio un giro de 360 grados a la embrollada discusión, al apostillar que el empleo en sí mismo no garantiza el bienestar social prometido, y que el sector empresarial tenía la obligación de plantear alternativas para mejorar la calidad de vida de los trabajadores. Esa advertencia del sindicalista -que aunque parezca correcta es inexacta e incompleta- debió transcribirla del pensamiento del economista Amartya Sen, quien sostiene que un alto Índice de Desarrollo Humano no es suficiente para disminuir la pobreza.

Influenciado por Gandhi y Marx, Sen aduce que, mientras más pobreza tenga un país, menos libertad tienen los individuos, y menos gozan de los derechos más fundamentales. Así, la promesa del bienestar y el desarrollo se vuelve un discurso vacuo, machacado todos los días por gobiernos, medios de comunicación y organizaciones internacionales de desarrollo, sin entrarle de lleno al asunto. El desarrollo, por tanto, es un largo y tortuoso camino que se debe emprender, pero antes, debemos hablar sobre las responsabilidades compartidas entre los sectores organizados.

El empleo y, consecuentemente, los salarios dignos, son el efecto de una economía en crecimiento sostenido, estimulada con políticas dirigidas a la creación de la riqueza. Son el producto de una expansión de los mercados en un ambiente de seguridad jurídica, y de una inversión pública en servicios de salud y educación primermundistas. ¿Y de quién es la responsabilidad de crear empleos dignos, entonces? Según el discurso popular, del sector privado. A los empresarios, como dice Juan Ramón Martínez, “les hace falta pupitre”, estudiar, por lo menos, los principios de Say y de Keynes.

Hay que decirles a los participantes de esos debates, que la prosperidad no es responsabilidad única de la empresa privada, sino de todos los participantes de ese foro, es decir, del Estado, inversionistas y organizaciones de la sociedad civil. Que, para llegar a ese sitial soñado hay que crear las condiciones para un crecimiento del 5 al 7% sostenido, distribuir la riqueza generada -por el sector privado- entre las instituciones de servicios, sin robársela ni manteniendo a tantas rémoras de los gobiernos, acostumbrados a que el tiovivo de la economía nacional dé vueltas a perpetuidad sin llegar a ningún lado.

Las condiciones para la prosperidad deben ser dialogadas previamente a puertas cerradas, decirse la verdad cara a cara y sincerarse, antes de emprender ese tortuoso, pero necesario recorrido. A falta de un diálogo nacional, el tema del crecimiento económico y la prosperidad seguirán nutriendo los discursos demagógicos, a la vez que serán fuente eterna de miseria y de descontento popular. Nuestros líderes deberán entender que la Ley de Say sobre la oferta y la demanda, es más importante que los principios keynesianos tergiversados, que solo sirven para ofrecer bienes y servicios desmoralizadores, dignos de una novela de Dickens.

Seguir dando vueltas sin sentido, a la manera de un tiovivo, no hace más que producir migrantes y menoscabar las libertades más fundamentales, como bien lo dice Amartya Sen. Y tiene razón.

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