Escuela para padres millennials y centennials: Errores que evitar

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28 de enero de 2024
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12:02 am
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Escuela para padres millennials y centennials: Errores que evitar

Por: Tomás Monge*

Considerando que los millennials nacimos –aproximadamente- entre 1981 y 1994, y los centennials nacieron entre 1995 y 2009; es un hecho que, actualmente, dentro de ambas generaciones muchos padres y madres de familia necesitamos guías y herramientas sólidas, que nos ayuden a hacer frente a tantas corrientes de pensamiento y confusión en diversos temas que atañen la crianza y educación integral de nuestros hijos.

No obstante, ante las múltiples deficiencias del gobierno en temas de educación, es necesario que el conocimiento se genere y divulgue por medios privados, como este noble diario; con la esperanza de proveer nuevas perspectivas útiles y significativas. En este sentido, con el objetivo de identificar y superar algunas fallas de las generaciones anteriores (sin caer en la permisividad y deformación general de nuestros hijos); estos son tres errores que los padres millennials y centennials deben, a toda costa, evitar seguir cometiendo:

1. Subestimar la capacidad de sus hijos: ciertamente, no podemos culpar a las generaciones anteriores por sus fallas; ya que ellos no disponían del conocimiento psicopedagógico y neuroeducativo actual para saber que los niños, incluso desde el vientre, son capaces de muchísimas cosas. Sin embargo, en pleno 2024, es indignante ver a padres jóvenes subestimando a los niños, diciéndoles cosas como: “usted ni entiende, quítese”, “cállese, que habla mucho”, “ya pare de cantar, ¡qué ruido!”, “¡váyase!”, y desfachateces similares, como hablarles “chiquito” (Ej. “quelle guau guau mi pinchecha” en lugar de “¿Quiere un perro mi princesa?”); provocándoles daños irreversibles en su desarrollo del habla, causando que no sean capaces de articular un discurso claro y con riqueza de vocabulario hasta los 6-7 años. Así que, si no explotamos las capacidades de nuestros hijos en todas sus etapas evolutivas desde que nacen; los años de mayor plasticidad cerebral se desperdician, y luego es más difícil remediar.

2. Creer que la humillación, la burla y el maltrato “forjan” el carácter: es indignante que los adultos (incluso dizque “educadores”) digan que “los niños de ahora son de cristal”, cuando en realidad ¡todos hemos sido siempre de cristal! Ya que, nuestra estructura cerebral es increíblemente frágil, especialmente en nuestros primeros años, porque es cuando más conexiones neuronales cruciales se están consolidando, gracias a los estímulos sensoriales e influencias del entorno.

Por lo tanto, los padres jóvenes deben entender de una vez por todas que tratar bien a los niños, hablarles con amor y con respeto, hacerlos sentir seguros, jugar con ellos, desarrollar su imaginación, contarles historias; leerles, cantarles, carcajearse, abrazarlos, besarlos y estrechar nuestros lazos afectivos ¡no es sinónimo de hacerlos débiles!

De hecho, el irrespeto, los gritos, los castigos físicos con ira y fuerza desmedida; los comentarios hirientes sobre el físico, conducta, y/o rendimiento escolar, las burlas y humillaciones en público y/o en redes sociales; y muchas otras estupideces que supuestamente son para “forjar carácter” solamente sirven para romper y alterar el desarrollo neurocognitivo sano de los niños y jóvenes; alterando su bioquímica cerebral, causándoles deficiencias -e incluso pequeñas regresiones- cognitivas y sociales, trastornos afectivos, de personalidad y de conducta; y teniendo mayor incidencia de psicopatología en su adultez, como desórdenes alimenticios, adicciones, abuso de sustancias, ansiedad, depresión y algunos otros; que se entrelazan con resentimiento, rebeldía, distanciamiento e incluso rechazo hacia el afecto de los padres.

Por esto, es muy común ver que los adolescentes dejen de tomarse fotografías con sus padres y prácticamente pierdan su confianza y cercanía; gracias al dolor acumulado por el sufrimiento físico, mental y emocional infligido al querer “forjarles el carácter” como cavernícolas.

3. Mentir, engañar, negar y ocultar: en muchas ocasiones, en las instituciones educativas se cita a los padres para conversar sobre temas que su hijo(a) manifiesta; pero ellos llegan solamente a “pretender que todo está perfecto”, diciendo que “los muchachos no saben lo que sienten/dicen” o que “son cosas que “ya días” dejaron de ocurrir”; mientras pasan por alto que sus hijos saben que todo es mentira; y son afectados grandemente al ver a sus padres montar fachadas acartonadas, solo para cuidarse del “qué dirán”; mientras que en casa no dejan de ser violentos, negligentes, displicentes, perezosos, desordenados, viciosos, abusivos, etc.

Se debe siempre tener en cuenta la percepción que nuestros hijos tienen de nosotros; ya que ellos son nuestro mejor espejo. Debemos mantenernos completamente auténticos y transparentes ante ellos, en lugar de refugiarnos en la negación, ocultar nuestros errores y defectos; y montar “apariencias” absurdas e inútiles.

En conclusión, tener hijos no debe ser una “obligación social” para nadie. Debemos enseñar a nuestros jóvenes que el no tener hijos no es motivo de vergüenza ni de sentirse menos, sino todo lo contrario; es de felicitar la madurez con la que muchos jóvenes ahora son conscientes de no traer niños arrebatadamente; para no criarlos a la “zumba marumba”, sin antes prepararse integralmente. ¡Bravo!

*Consultor Educativo y Catedrático UPNFM.

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