La verdadera amenaza de Honduras; la gigantesca deuda social

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28 de enero de 2024
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12:23 am
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La verdadera amenaza de Honduras; la gigantesca deuda social

Por: Arq. Óscar Cárcamo Vindel

En cierta ocasión, me comentaba un familiar, cuando conversando en un aeropuerto con ciertos empresarios venezolanos, le aconsejaban en actitud de elocuente desconsuelo que; cuidemos de nuestra nación y no lleguemos a la penosa realidad vigente en Venezuela, capturada por un gobierno de izquierda radicalizada, que asoló la económica y desmontó la democracia, y esto muy a pesar de la riqueza y exuberancia de recursos naturales; sin embargo, como resultado del hecho que los diferentes gobiernos, empresarios, sociedad civil, e iglesias, le dieron la espalda y se desentendieron por extensas décadas, de la desmesurada deuda social de la nación suramericana.

Estimo pertinente el poder beneficiarnos de la capacidad de ilustrarnos de los errores cometidos por otras naciones, y poner las barbas en remojo en la presente actualidad que se contrapone silenciosamente en nuestra nación, a manera de un caldo de cultivo que, de forma sosegada, como si se tratara de una discreta cocción popular a fuego lento, cuando sutilmente se va decantando hacia el cercano punto de ebullición y finalmente nos pasará la factura del reclamo y la reivindicación social a todos los ciudadanos por igual.

Tristemente podemos observar, en el desempeño de las diferentes administraciones en nuestra nación el mismo patrón social, en donde examinamos en el proceder tanto del ideario de la izquierda como en el credo de la derecha partidaria, un equivalente desinterés por atender como vigorosa prioridad, las apremiantes necesidades de los más desfavorecidos de la nación y por el contrario distinguimos una resuelta avidez por una agenda personalista de resolver sus mezquinas ambiciones particulares y de favorecer por sobre los demás ciudadanos, a sus grupos de incondicionales activistas.

En verdad que la abyecta clase política y la súper numeraria maquinaria burocracia, con resuelta frescura, se ve encaminada en su proceder hasta la condición de insensibilidad, al no ocultar ante la opinión publica, los excepcionales beneficios de abultados salarios, estipendios, numerosos guardaespaldas, autos blindados y exóticos viajes al exterior; cuando entre tanto el exiguo presupuesto de la nación, sufre significativas limitaciones de procurar resolver las necesidades esenciales, de salud, educación, seguridad, y en fin las urgentes carencias del muy desventurado pueblo hondureño.

En consecuencia, podemos concluir que los afiliados a los diferentes gobiernos a lo largo del tiempo, precisan del indispensable requisito de una alta dosis de sensibilidad social, y la capacidad espiritual de poder sentir en carne propia el dolor y sufrimiento del drama humano en el que sucumbe a diario nuestra población, y al menos bajar la mirada e inclinar la cerviz de altivez, desde las elevadas nubes de la comodidad y opulencia que el poder convida, y conmoverse sentidamente del infortunio de este mal logrado pueblo hondureño.

¿Me pregunto de manera incesante qué sentirán? No una familia, sino más bien millones de ellas, cuando tiene que enfrentar la sanguinaria realidad de no poder pagar los medicamentos de cierto familiar en un hospital público y tener que considerar la aterradora realidad de pedir que le entreguen al ser amado, para que muera en casa. ¿Qué sentimientos encontrados vendrán a su mente?, de irá, venganza o rechazo, en torno a los que administran la nación.

¿Me pregunto de manera incesante qué sentirán? No una familia, sino miles de ellas, que tienen que abandonar forzadamente sus hogares, al verse desalojados por el crimen organizado, y dejar tras de sí, el patrimonio de toda una vida, ante la indefensión de los entes de seguridad. ¿Qué sentimientos encontrados vendrán a su mente?, de irá, venganza o rechazo, en torno a los que administran la nación.

¿Me pregunto de manera incesante qué sentirán? No una familia, sino millones de ellas, al no encontrar empleo, y sucumbir al mercado informal de las calles, como ciudadanos parías de tercera clase, sin acceso a los financiamientos bancarios y seguridad social, cuando finalmente tiene que emigrar irregularmente, y ser abusados en su recorrido, como si fuesen abortos de una nación incapaz de cubrir sus necesidades básicas. ¿Qué sentimientos encontrados vendrán a su mente?, de irá, venganza o rechazo, en torno a los que administran la nación.

¿Me pregunto de manera incesante que sentirán? No una familia, sino millones de ellas, al momento que, sobre sus vidas pende una sentencia de pena de muerte, si no alcanzan a pagar a fin de mes el impuesto de guerra de su pequeño emprendimiento. ¿Qué sentimientos encontrados vendrán a su mente?, de irá, venganza o rechazo, en torno a los que administran la nación.

En conclusión, Honduras obliga una gigantesca deuda social pendiente de cubrir, y por si fuera poco, teñida de forma inmisericorde en “sangre, dolor y lagrimas”. Que el Señor Dios nos dispense misericordia ante el atropello de una despiadada injusticia social, porque la vileza se paga a un alto precio.

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