En defensa de los delincuentes

ZV
/
29 de enero de 2024
/
12:05 am
Síguenos
  • La Tribuna Facebook
  • La Tribuna Instagram
  • La Tribuna Twitter
  • La Tribuna Youtube
  • La Tribuna Whatsapp
En defensa de los delincuentes

Por: Otto Martín Wolf

No creo ser ni de cerca el primero en tocar el tema, miles lo han hecho.

Un abogado tiene como misión defender a su cliente, cierto?

Qué sucede cuando ese cliente es un delincuente, digamos un violador de niños, reincidente, al cual el abogado defiende y por medio de vacíos en la ley, incapacidad de los acusadores o cualquier otra razón -menos su inocencia- logra obtener su libertad y ponerlo en circulación… para que posiblemente vuelva a cometer su asqueroso delito?

El abogado, como he dicho, cumple su deber, logra la libertad de su cliente, pero no se ha hecho justicia, el delincuente no ha pagado por su delito y, quizá lo que es peor, ha sido liberado, como una fiera enjaulada, para seguir depredando.

El juicio y la no-condena, por otra parte, más bien puede servir para que el criminal se sienta inmune de actuar libremente; sabe que tiene un abogado que le entiende al trámite y le sacará de nuevo.

Narcotraficantes, sicarios, estafadores, asesinos; todos tienen derecho a defensa y juicio justo, eso es correcto.

Pero cómo anda la cuestión de ética y moralidad de un abogado que está perfectamente consciente de que defiende a un culpable y que logrará su liberación con argucias legales que nada tienen que ver con el delito cometido, que son simples formalismos en los cuales se apoya para soltarlo.

Qué sentirá ese abogado cuando algún tiempo después su cliente comete un nuevo crimen, es capturado por las autoridades y nuevamente le llama para que le defienda.

En algún momento pasará por la mente de ese abogado la idea de que -quizá- sea cómplice de un crimen aunque no haya tenido participación directa?

¿Habrá algún sentimiento de culpa? ¿Volverá a defenderlo y ponerlo en circulación de nuevo?

O se justificará diciendo que cumple un deber profesional y que nada tiene que ver con los crímenes de su cliente?

Siempre es fácil encontrar una excusa para nuestro comportamiento, siempre es posible hacernos de la vista gorda por el efecto indirecto de nuestras acciones.

Quien vende un arma a un reconocido delincuente, sabiendo que la intención es utilizarla para cometer crímenes -y no para defensa personal- acaso no es un cómplice indirecto?

Eso del arma -y su venta sin responsabilidad-, no es lo mismo que ciertos venenos cuya venta está supervisada y regulada por las autoridades?

El cantinero que sigue vendiendo licor a alguien “ya pasado en tragos” y que sabe que su cliente luego conducirá un vehículo, verdad que en cierta manera es corresponsable de los daños, heridos o muertos que pueda ocasionar?

Quizá no ante la ley, pero moralmente, al igual que el abogado que libera criminales consuetudinarios, reincidentes, a sabiendas que seguirán siendo una amenaza para la sociedad; aunque buenos clientes para él.

Es más, para que sean sus clientes es necesario que cometan delitos, de lo contrario no ocuparían sus servicios, no es cierto?

Deseará, en el fondo de su conciencia, que esos delincuentes se regeneren, se integren a la sociedad y dejen de hacer daño, aunque eso signifique quedarse sin trabajo?

O preferirá que sigan su carrera del crimen ya que esta significa una buena y permanente fuente de ingresos para él.

La misión del abogado es defender a su cliente, aún sabiendo que se trata de un asesino… sin importar el efecto que este tenga para sus víctimas y la sociedad en general.

Defender y liberar a delincuentes que han pasado por la cárcel treinta o más veces y que en cuanto salen vuelven a su vida crimen, no es acaso cuanto menos algo moralmente cuestionable, aunque se esté cumpliendo con el deber de la profesión.

Recientemente recordé la historia del exprimer ministro chino Zhao Zhiyang, quien se negó a ordenar la masacre de los estudiantes que protestaban en el famoso incidente de la Plaza de Tiananmen, en 1989, razón por lo cual cayó en desgracia con el Partido Comunista.

Prefirió una vida de persecución y pobreza, muy lejos del poder que había disfrutado durante gran parte de su vida, a ser cómplice de los asesinatos de los manifestantes.

Su posición como mandatario le obligaba a defender al gobierno, su conciencia le ordenó negarse a masacrar al pueblo, aún a costa de tener que pagar un alto precio.

En la misma revuelta también el general chino Xu Qinxian, se negó a ordenar a sus tropas que disparan contra los estudiantes que protestaban; perdió todo, y fue condenado a prisión durante cinco años.

Al faltar a su deber al cargo que ostentaban, ambos héroes cumplieron un deber más sagrado, el deber que todos tenemos como seres humanos.

Ahí se encuentra la respuesta a la pregunta sobre el deber moral de los abogados.

[email protected]

Más de Columnistas
Lo Más Visto