El desorden del transporte de buses

MA
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30 de enero de 2024
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12:26 am
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El desorden del transporte de buses

Rafael Delgado

En varias ocasiones me he referido a esta situación de las principales ciudades del país y evidentemente es importante insistir sobre ello. Los pasos que se dan para empezar a resolver la situación imperante en las calles están muy lejos de representar algo serio, efectivo e integral. Tanto el gobierno central como los gobiernos locales se quedan, en el mejor de los casos, sumamente cortos cuando intentan algo. En otros casos no hay nada en desarrollo dirigido a resolverlo. En el pragmatismo electorero que caracteriza a muchos de los que ejercen el poder, este problema, a pesar de su trascendencia para el bienestar ciudadano, no aparece en los temas sensibles frente a los que deben dar soluciones efectivas para conseguir simpatías. De allí el inmovilismo.

Sin embargo, no hay ciudadano que no se sorprenda del crecimiento vehicular y del caos que eso ha generado. Un intento rápido para identificar los efectos en la calidad de vida necesariamente debe resaltar el peligro para cada uno que circula a pie o en un vehículo que representa ahora el tránsito vehicular descontrolado. Las muertes producto de los accidentes automovilísticos van en ascenso. La contaminación generada por los congestionamientos de vehículos que se dan ahora en varias horas del día, es perjudicial tanto para los ciudadanos como para la naturaleza; siendo sus efectos y costos harto conocidos para todos. Y si a eso le agregamos el consumo adicional de combustible que se quema prácticamente por estar en largas esperas en medio del tráfico, van configurando un panorama de crisis y de altísimos costos para todos. Hay que hacer algo al respecto.

La crisis y el caos de la movilización urbana parece tener ganadores que prefieren mantener la situación tal como está y lo logran; el ciudadano por su lado, sometido a peligrosas situaciones en los buses, motocicletas y todo tipo de transporte, quizás no se ha dado cuenta que lo que está ocurriendo en las calles no es un mal necesario y que los que gobiernan, así como los sectores líderes del sector privado debieron ya tiempos juntar esfuerzos para ordenar la situación vehicular de las ciudades más grandes del país.

Las ciudades de Honduras requieren de sistemas de transporte masivos que den un servicio seguro, efectivo y al alcance de todos. Su existencia, tal como ocurre en otras ciudades del mundo, descongestionaría significativamente las calles al ofrecer una opción buena a la movilización individual. Por ello debe trabajarse en el país en sistemas gestionados por empresas privadas responsables y modernas; con suficientes rutas que lleguen tanto a los sectores más poblados como poco poblados con horarios definidos y cubriendo las necesidades de transporte a toda hora; con trabajadores del transporte formados en cuestiones básicas técnicas, así como formación en buena atención al usuario; con reguladoras desde el sector público que velen por el buen servicio en cada ruta de buses y con poder para hacer que se corrijan los problemas operativos. Claramente que se necesita para esto inversionistas y bancos sensibles a la problemática, dispuestos a arriesgar en una inversión de altos rendimientos sociales con un enfoque muy diferente con el que actualmente se atiende y se fomenta el sector. Hay que romper con esa dinámica fatal que le da oxígeno de manera indefinida a un sistema de buses que ya ratos dejó de funcionar bien; que genera muerte, desorden y altos costos para el país.

El ciudadano trabajador, que todas las mañanas sale de su casa y debe tomar un bus destartalado para llegar a su trabajo puntualmente, conducido por un conductor irresponsable que arriesga la vida de todos los pasajeros en maniobras imprudentes, merece algo mucho mejor. Las ciudades y regiones que desean atraer la inversión tanto grande como pequeña, que desean convertirse en centros de bienestar y desarrollo para sus ciudadanos, deben pasar necesariamente por la construcción de esos sistemas de transporte modernos y cómodos que movilizan a sus ciudadanos de manera segura y barata. Los gobernantes y los inversionistas privados, que recurrentemente exigen más de otros, deben salir de la comodidad de sus posiciones habituales, para darle vida a esos grandes proyectos que sí hacen la diferencia en la vida de los ciudadanos.

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