Mario Membreño: faro pedagógico

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1 de febrero de 2024
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12:03 am
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Mario Membreño: faro pedagógico

Por: Segisfredo Infante

No recuerdo si fue Marco Antonio Segura, Pedro Morazán u otro dirigente del Instituto Central “Vicente Cáceres”, la persona encargada de organizar un curso para líderes estudiantiles a finales del año lectivo 1972 y comienzos de 1973. Empezamos con unas charlas de oratoria. Semanas más tarde llegaron otros conferencistas al “Salón Morazánico” del colegio mencionado. Entre ellos el profesor Mario Membreño González, el biólogo Régulo de Jesús Mancía y el economista Roberto Robleda Castro. Todos ellos muy preparados en sus ramas respectivas.

De todos los conferencistas quien más me llamó la atención fue Mario de Jesús Membreño González, por la agilidad expositiva y por su capacidad de hacer conexión con los estudiantes. Luego prohibieron que nos juntáramos en el “Salón Morazánico” y entonces me llevé toda la gente a mi aula (del segundo curso del ciclo común “sección treinta”), localizada en el segundo piso del cuarto patio del viejo plantel principal destartalado del Instituto Central, frente a la “Plaza de la Merced”. Así que mi gratitud originaria con Mario Membreño es que él fue la persona que me introdujo por primera vez a la filosofía, cuando apenas contaba con dieciséis años de edad. No importa que en aquel entonces abordáramos una filosofía elemental. Lo valioso es que comencé a tomarle gusto a esta disciplina universalizante, hasta iniciarme, por mi propia cuenta, tres años después, mediante el intento de leer la “Filosofía del espíritu” de Guillermo Hegel. En otro ámbito diferenciado sabíamos compartir las primeras lecturas de economía política, en el Consejo Central de Estudiantes (1973), con mi amigo de adolescencia Pedro Morazán, un formidable escritor multifacético que vive en Alemania.

Años más tarde recibí una nueva charla, con mayor nivel, de Mario Membreño, sobre teoría de “unidad y lucha de contrarios”, basándose en una tesis poco conocida de V.I. Lenin. Es imprescindible resaltar que con Membreño nos hicimos amigos invariables desde aquellos lejanos días (1972-1978) hasta el instante de su lánguido fallecimiento el 22 de enero del 2024. Ninguna circunstancia, interna o externa, de este planeta o del otro mundo, alteró nuestra amistad. Es posible que tuviéramos diferencias interpretativas sobre las mismas lecturas y acontecimientos. Pero siempre fui bien recibido en su casa, donde conversábamos sin prejuicios y sin ninguna malicia. Su esposa, la profesora “Zoilita” Rápalo Paredes, me recibía como parte de la familia. Es más, vi crecer a sus niñas Mayra y Gabriela hasta convertirse en mujeres adultas.

Durante la década del ochenta Mario Membreño, como exiliado político, se alejó de Honduras. Aparentemente pernoctó en Nicaragua y México. Al retornar a Tegucigalpa nos encontramos en la UNAH y me dijo: “Segisfredo, aunque he estado ausente siempre te he seguido leyendo. Veo que ahora te gusta la antropología y yo tengo buenos contactos en México que te podrían servir para una beca”. No recuerdo exactamente qué cosa le contesté, con agradecimiento. Me parece que tuve que explicarle que me seguía interesando la “Filosofía” y la “Historia”, y que aquello de la antropología había sido demasiado fugaz. Desde su retorno del exterior continué visitando su casa, con más frecuencia en los últimos veintitrés años. No ya en la colonia “Kennedy”, sino que en la colonia “Luis Landa”. Me sugirió que prefería que nos reuniéramos por las tardes. Así que nuestras conversaciones se prolongaban durante largas horas, abordando los más diversos y contrapuestos temas de literatura, historia, filosofía y a veces política. A finales de la década del noventa y comienzos del tercer milenio cultivé una amistad simultánea con Dionisio Ramos Bejarano y con Mario Sosa Navarro. En un momento de confidencialidad el “Comandante Sosa” me exteriorizó que “el hombre más brillante de la izquierda hondureña era Mario Membreño”. Quedé asombrado en tanto que ambos personajes habían militado en grupos políticos adversos.

Allá por marzo del año 2005, salió publicado el monumental “Diccionario histórico-biográfico de la educación hondureña” de Membreño, un pedagogo pluralista de corazón. Un faro de luz. Mario me llamó por teléfono y me expresó que deseaba que yo le presentara su obra en la “Cafetería Paradiso”. No vacilé ni un segundo y le contesté que en virtud que me había llamado a “quemarropa” improvisaría unas cuantas palabras. A propósito de aquello publiqué en LA TRIBUNA, a finales de abril del 2005, el artículo “Diccionario de Membreño”, que se reprodujo en la revista “Caxa Real” de la Editorial Universitaria de la UNAH. Es más, a Mario Membreño le dediqué unos tres artículos en diversos momentos de nuestra sincera amistad, cargada de respeto mutuo, por su equilibrio mental y la amabilidad cervantina que le caracterizaba. Dada la brevedad de este espacio apenas he relatado un veinte por ciento de mis percepciones personalísimas de Mario Membreño. Entretanto, comparto la inefable tristeza con toda su familia.

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