Educación: ¿en carreta o en naves espaciales?

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3 de febrero de 2024
/
12:03 am
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Educación: ¿en carreta o en naves espaciales?

Esperanza para los hondureños

Por: Héctor A. Martínez (Sociólogo)

“La mayor desventaja que puedes tener en la vida es una mala educación”, reza una frase que encontré en Google. Carece de autoría, pero resume todo el problema de la educación en países como Honduras, es decir, atrasados, pobres y sin futuro esperanzador. Entretanto nos peleamos para ver quién detentará el poder político en el 2025, nos olvidamos por completo de que existen mundos donde la educación viaja en naves espaciales, a diferencia de la nuestra que se mueve en una carreta tirada por viejos caballos; cuesta arriba como la pena eterna de un Sísifo condenado.

Este nihilismo no es gratuito; responde a una pesadumbre que ha inundado el espíritu nacional, pero que nadie sabe exactamente cómo salir del rezago que nos abate. Ciega y sorda, nuestra sociedad se conforma con ese sistema educativo atrasado y nada modernizante que convive con la tecnología más avanzada sin saber qué hacer con ella. Un disparo de buenas intenciones por aquí, un flechazo refrescante por allá; meros entusiasmos de algún centro educativo, de un grupillo de profesores, pero nada más.

No hemos tenido la valentía para decirnos las cosas de frente, para sincerarnos con nosotros mismos; para conversar sobre el nuevo individuo que pretendemos forjar. En una sociedad sin consensos, solo es posible llegar a dos lugares que nos resultan muy familiares: la ignorancia y la pobreza. Discutimos acaloradamente sobre si la educación debería ser pública, privada, laica o religiosa. Pero ese no es el problema verdadero. El atraso en el sistema educativo deduce responsabilidades al propio sistema político: tan culpables son los gobiernos del ayer como los de hoy.

Aulas físicas desvencijadas, “cipotes” recibiendo clases en el suelo, textos de tercera, profesores digitalmente ignorantes que ni siquiera conocen el ChatGPT. El reto es el mismo de siempre: cómo empujar la carreta de la educación en un mundo que exige innovación y creatividad, liderazgo y pensamiento estratégico para adaptarnos darwinianamente en un mundo cada vez más competitivo. Pensemos en si la oferta de nuestras universidades corre en consonancia con la galáctica Cuarta Revolución Industrial de la que todos hablan.

Estamos en el siglo XXI, por si no nos hemos dado cuenta. Es la era de la abundancia de la información, de la revolución digital, que reclama un cambio histórico en los métodos de enseñanza y aprendizaje. Por eso es menester preguntarnos: ¿qué clase de hondureño queremos para el año 2050, parafraseando a Yuval Harari, que augura un desaparecimiento de nuestra sociedad para ese entonces? Es tiempo de dejar de lado la educación memorística, la transferencia incontinente de datos, el aula aherrojada, la pesada carga de tareas inútiles en casa.

Muchos países están utilizando las llamadas aulas inteligentes -future classroom lab- y los espacios virtuales destinados para profesores y alumnos, en los que se invita a resolver problemas de manera interactiva, a ser creativos y a desarrollar aplicaciones según el nivel educativo. ¿Cómo migramos hacia ese territorio del saber donde solo acuden los mejores? ¿Cómo adaptamos la IA a los planes educativos? No lo sabemos, pero estoy seguro de que en nuestro país, existen buenos cerebros que sabrían cómo hacerlo; el problema es que no participan en las decisiones de alto nivel, destinadas para los militantes y demagogos. Por los momentos, solo nos toca empujar la destartalada carreta educativa que se ha atorado en el fango de las discusiones políticas y en la retórica improductiva.

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