Educar contra la corriente

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3 de febrero de 2024
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12:01 am
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Educar contra la corriente

Por: Elvia Elizabeth Gómez García*

Como expresara Mafalda “¿me pregunto si la vida moderna no estará teniendo más de moderna que de vida?”. Y es que quienes tenemos el privilegio de contar con un trabajo estable pasamos la mayor parte de nuestro tiempo en los centros de trabajo para cumplir con la jornada laboral.

Nos queda el fin de semana para poder hacer las cosas que cotidianamente no podemos, como ir a comprar la despensa o cosas que nuestros hijos necesitan. Entramos a las tiendas buscando productos, pero nos es imposible evitar la contaminación sónica de las mismas. Entonces nos damos cuenta de que estamos educando contra la corriente.

En los parlantes escuchamos reproducirse las canciones de moda, que lamentablemente en su mayoría pertenecen al género del reguetón, cuyas letras degradantes solo llaman a la cosificación de la mujer o bien a los antivalores que predominan hoy en día.

No quiero pecar de puritana, pero muchos de los mensajes subliminales que se transmiten a través de la música son escuchados por niños, que poco entienden el significado de estas, pero que comienzan a naturalizar las expresiones utilizadas y, a la larga, en su imaginario se vuelve normal expresarse con palabras altisonantes o gestos y movimientos no aptos para su edad.

Sumando a lo anterior, vivimos una época de culto a la violencia, en la que los medios de comunicación nos bombardean con programas en donde las escenas de peleas, insultos, bebidas alcohólicas y uso de armas es lo común. Las narconovelas y los narcocorridos han invadido la programación y junto al reguetón son la “escuela” fuera de la escuela, de la universidad y lamentablemente, dentro de la primera escuela que es el hogar.

Parece absurdo que en un país que cuenta con un alto índice de religiosidad sea al mismo tiempo uno de los más violentos del mundo y de los más peligrosos para ser mujer.

Todo nos lleva nuevamente al mismo punto, la educación. ¿Cómo podemos esperar que nuestra sociedad cambie si quienes son los encargados de velar por su seguridad contribuyen a fomentar la violencia y no la educación?

No hay regulación sobre lo que las televisoras y compañías de cable transmiten, las redes sociales establecen grados de censura, pero estos logran ser esquivados con publicaciones que en nada contribuyen a la formación de la sociedad.

Es paradójico estar viendo el noticiero de la noche y escuchar las quejas y comentarios de los periodistas que expresan lo “lamentable” que es la situación de violencia del país, para después invitar a la teleaudiencia a no perderse el siguiente capítulo de la narconovela de turno porque estará “espectacular”.

Inculcar y sustentar los valores es tarea del hogar, ayudar a que los mismos se refuercen es tarea del sistema educativo, acompañado por otros actores sociales como la iglesia en cualquiera de sus denominaciones, llevarlos a la práctica es la decisión que en su momento cada uno de los miembros de la sociedad tomará.

La escuela de la casa, la escuela que nos forma académicamente y la escuela de la vida están estrechamente relacionadas. Las primeras dos determinan cómo enfrentaremos a la tercera, si los cimientos no son sólidos, la propensión a tambalearse es mayor, probablemente encontremos algunos desvíos, pero siempre podremos encaminarnos si las dos primeras cumplen con su función.

Sin embargo, los indicadores nos dicen que hay graves falencias en el sistema, la sociedad en su conjunto está perdiendo de vista lo más importante que es el hogar. Contradictorio considerando el movimiento en defensa de la familia que salió a las calles en protesta por las reformas en los programas educativos pero que no enfoca sus esfuerzos en extender la mano a aquellos que realmente necesitan salvar a sus familias.

Lamentablemente, las nuevas generaciones de padres han desvirtuado de alguna forma esquemas que en otra época contribuyeron a formar el carácter y la disciplina, en su afán por compensar lo que la “vida moderna” ha hecho que sentimos que perdamos que es el tiempo que podemos dedicar a nuestros hijos. Por ello, educar ante esta avalancha se vuelve cada día más complejo y retador y nos hace reflexionar en que nadamos contra la corriente.

*Profesora universitaria.

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