Celebrar más de 40 años de entrañable amistad…

ZV
/
4 de febrero de 2024
/
12:03 am
Síguenos
  • La Tribuna Facebook
  • La Tribuna Instagram
  • La Tribuna Twitter
  • La Tribuna Youtube
  • La Tribuna Whatsapp
Celebrar más de 40 años de entrañable amistad…

Por: Arq. Óscar Cárcamo Vindel

Interpretan ciertos estudiosos de la conducta humana que, para la colectividad de los hombres, en especial en la edad madura es de relevancia, el poder contar en su cercano entorno personal con la proximidad de amigos que se definan como enteramente significativos. Los hombres nos desarrollamos de una manera peculiar en términos de relacionales fraternas de orden masculino, en vista que nos identificamos decididamente con nuestros iguales varones, a manera de una inequívoca manada que juega al roll de machos alfas en forma de un clan en especifico, al cual nos vinculamos decididamente por el nexo de determinadas aficiones, temas o de alguna ideología.

En verdad advierto, que en la actualidad son muy pocos los hombres en esta sociedad contemporánea atestada de identidades egoístas y de frívola superficialidad, que disfruten la fortuna de experimentar la máxima que reza en la Biblia; “que hay amigos más cercanos que un hermano”.

En tal sentido, gozo de la extraordinaria bendición del Señor de no solo contar con una fabulosa familia nuclear (padres, esposa, hijos, hermanas, cuñado/a), sino también, atesorar de igual manera un selecto grupo de amigos (aleros en buen hondureño), que realmente generan el sentimiento de percibirse emocional y espiritualmente completo y realizado.

Permítame realizar unas breves memorias de cómo se inició la amistad de estos entrañables siete amigos en nuestra adolescencia, que se destaca por una particularidad única y que nos distinguió, modestia aparte de la generalidad de los jóvenes. En esencia, nos conocimos en la iglesia evangélica el Cenáculo en los años ochenta, evento que marcó nuestras vidas para siempre, en el sentido que en dicha congregación el Señor Jesús en verdad que impactó y transformó nuestras vidas a una temprana edad.

De alguna manera este elemento iglesia, fue el vínculo inicial que nos unió; asistíamos a los estudios bíblicos, la escuela dominical y el viernes al grupo de jóvenes. En cierto modo, a manera de jóvenes inquietos, llenos de energía y testosterona, empero, con un profundo amor por Jesús y el deseo de vivir la juventud en un compromiso de pureza y santidad, resultó en el hecho de apoyarnos y acuerparnos mutuamente en nuestras fortalezas y debilidades, con una genuina devoción de espiritualidad.

Puedo recordar vívidamente, como en la adolescencia cuando estudiábamos juntos (todos nos coronamos profesionales, ingenieros, médicos y arquitecto), y planificábamos nuestro futuro, casarnos con hermanas de nuestra congregación, la crianza de los hijos en el camino del Señor, las metas materiales, y hasta cómo sería nuestra vejez. A pesar que en ciertas materias pensamos diferente, contamos con distintos temperamentos, hemos aprendido a respetarnos y realzar por el contrario nuestros vínculos de afinidad de la amistad y la hermandad en Cristo.

Hoy en día, las prácticas profesionales de algunos de nosotros, nos han separado en distintos países y ciudades, empero el amor fraternal permanece incólume. Disfrutamos del chat de los “aleros”, en donde compartíamos las vivencias diarias y de la familia. Pero, sobre todo nos regocijamos con los que podemos vernos con cierta regularidad en un café, o reunirnos con nuestras esposas y poder disfrutar de momentos extraordinarios, que sirven como una estimulante pausa a la rutina diaria, para cargar baterías en el tanque emocional, para luego afrontar el estrés y la rutina diaria del trabajo.

De cuando en cuando planificamos fechas de vacaciones y nos juntamos en otro país junto con las familias, y en fin, cultivamos una relación de amistad a la cual se han incorporado las esposas y hasta nuestros hijos ahora ya adultos, siguen disfrutan de los temas de conversación y de los divertidos juegos de mesa.

En verdad que, me siento profundamente bendecido al contar con amigos, con los cuales podemos reír juntos, llorar juntos en las tribulaciones, orar juntos, además de disfrutar sanamente de la vida, y sobre todo compartir la satisfacción de observar crecer y madurar a los hijos y regocijarnos del inicio del advenimiento de los primeros nietos. En tal sentido, el mes de la amistad, celebro el poder compartir una semblanza que pueda confirmar que la genuina amista aún existe y permanece vigente.

[email protected]

Más de Columnistas
Lo Más Visto