Clave de SOL: Nihilismo, una actitud latente

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4 de febrero de 2024
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12:04 am
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Clave de SOL: Nihilismo, una actitud latente

Por: Segisfredo Infante

Lo normal es que se afirme que el nihilismo es una forma de pensamiento más o menos académico que apareció en la segunda mitad del siglo diecinueve y se desarrolló en el discurrir del siglo veinte. O que se trata de una corriente filosófica moderna, a partir de Arthur Schopenhauer y de Friedrich Nietzsche. A mi modo de ver el fenómeno es más bien una actitud humana comprensible, que reaparece en diversos momentos de la historia y en escuelas contrapuestas de pensamiento; o entre ideas dispersas y costumbres. Sobre todo en épocas de crisis, de dramática perplejidad, en que da la impresión externa que se pierden “los valores axiológicos” tradicionales y contemporáneos, valga la tautología.

En verdad el nihilismo primigenio podemos derivarlo de los discursos de varios “maestros” sofistas (no de todos) de la remota antigüedad mediterránea, quienes postulaban que dada la fugacidad sensorial de las cosas, era imposible conocer la verdad o lo realidad del mundo, y que el lenguaje podía incluso reducirse a señales con las manos, como una premonición de lo que veinticinco siglos más tarde estudiarán los expertos en semiótica; o en lenguajes puramente sígnicos. Otros hablarán, en los tiempos contemporáneos, de los “gruñidos ontológicos”, aun cuando lo correcto sería decir “gruñidos ónticos”, escuchados en el fondo de las junglas, las selvas y “los desiertos mentales”, tal como lo decía un amigo extrovertido, en una cafetería capitalina. De esto podemos deducir que el nihilismo, ya sea pasivo o activo, nulo o creativo, con eso que la realidad es incognoscible e incomunicable (Gorgias) y de “no creer en nada ni en nadie”, forzando un poco las cosas es factible detectar, tal nihilismo, en la antigüedad griega, suceso polémico en torno de la retórica facilona y superficial, o a veces intrincada, de aquellos “maestros” a quienes tuvo que enfrentar, corregir y dilucidar Sócrates, y posteriormente su discípulo Platón.

Pero intentemos rastrear el término como si fuéramos integrantes de una escuela de “iniciados” parvularios: Algunos diccionarios rehúsan esclarecer este concepto de nihilismo en cuestión. Tom Bottomore ni siquiera lo incluye en sus voluminosas páginas. El erudito, pedagogo y filósofo italiano Nicola Abbagnano, apenas le dedica un párrafo. Ted Honderich ofrece una escueta parrafada. Y así sucesivamente. Nos contentaremos entonces, con las pistas ofrecidas por la enciclopedia “Del Saber Moderno”, en el volumen dedicado a la filosofía; y con las líneas explicadas por la “Enciclopedia política” de Rodrigo Borja, autor más elástico que los restantes. Debemos dejar constancia, sin embargo, que desde el fondo de nuestros corazones y pensamientos hemos hecho lo posible por esquivar, cuando menos en nuestros ensayos, las superficialidades eruditas excluyentes (o de cáscaras vacías) y lo puramente referencial. Hemos esquivado, además, el escepticismo abultado. No el escepticismo saludable, transitorio. (Como pie de página conviene agregar que a distintos autores se les adjudica la paternidad del término “nihilismo”, entre ellos Friedrich Jacobi, Franz Baader, William Hamilton, Iván Turgueniev y Fiodor Dostoievski, asociándolo en ciertos casos a las prácticas del anarquismo y al deseo ambiguo de suicidio, puesto en tela de juicio entrelineado por el existencialista Albert Camus, en su obra “El mito de Sísifo”).

Este tema lo hemos conversado, en diferentes ámbitos y circunstancias, con varios amigos y colegas, utilizando como basamento una hojeada del libro “Guía de perplejos” de Moshé Maimónides, y al filósofo español contemporáneo Javier Muguerza con su libro “Desde la perplejidad”. Y es que en nuestros días de profunda confusión, reaparecen las obras de los pensadores aquí citados y se resalta, parejamente, el fenómeno del nihilismo, como si fuera un extraño concepto contrapuesto a los valores morales de cada localidad, a los buenos consejos y a la ética en general, todo lo cual se traduce en “pensamientos” y comportamientos caóticos de aquellas personas que por diversas razones (o sinrazones que son más propias de los adolescentes) determinan rechazar en forma casi completa, mediante expresiones verbales ingeniosas pero insostenibles, cualquier orden saludable presente o futuro.

Distanciándonos, por ahora, del enfoque puramente filosófico hay coincidencia, entre ciertos autores, que los conceptos de nihilismo y anarquismo son primos hermanos, en tanto que los partidarios del segundo proponen la destrucción violenta, sin tener la menor idea de cómo van a sobrevivir después de aquello que se proponen destruir. El anarquismo clásico fue severamente criticado por Karl Marx. Los nihilistas originarios niegan todo principio moral, casi toda verdad y todo ordenamiento social. Propugnan la ausencia de las buenas tradiciones y de la fe, en favor de una incredulidad desalmada. Finalmente, debo confesar que he redactado este artículo con una sensación de lucidez, de tristeza y de un vacío alterno, por el fallecimiento recientísimo de tres amigos cercanos, muy diferenciados entre sí: “Hostilito” Lobo Díaz, Rolando Valladares Arias y Mario Membreño González.

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