SECTOR INFORMAL

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4 de febrero de 2024
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12:21 am
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SECTOR INFORMAL

HA sido usual en nuestro país hablar del avance, el apoyo, el abandono o del estancamiento de las “mipymes”, según haya sido la temporada, de tal manera que muchas veces hemos topado con un vaivén estadístico respecto del trasfondo de los negocios minúsculos y medianos. Por lo reiterativo del tema el lector desprevenido podría autoengañarse, creyendo que en Honduras se encuentran formalizados y desarrollados los “micronegocios” y similares, encargándose de absorber, dicho sea de paso, a la enorme masa flotante de desempleados o de migrantes potenciales, que colocan sus ojos sobre la estrella polar del norte como si fuera su única ilusión, a sabiendas de las contingencias y de la probabilidad de ser devueltos al terruño, como quien dice, “en un santiamén”.

Los “micronegociantes” deambulan por las calles, caminos y carreteras de los principales municipios del país. Es así que, durante todo el mes de enero, los vendedores ambulatorios, por escasez de circulante, miran “color de hormiga” el sustento de cada día, el pago de los préstamos diarios y otros gastos indispensables. Al entrar el mes de febrero de cada año comienzan a respirar, con las ferias patronales, especialmente la de la advocación de la “Virgen de Suyapa” que moviliza a un alto porcentaje de la población interiorana, y luego la celebración del “Día del Amor y la Amistad”. Asimismo recomienzan, gradualmente, los viajes a los puertos y las playas de los ríos y los mares, en tanto que el turismo cultural todavía se encuentra en proceso de gestación.

Desde luego que hay distintos tipos de “micronegociantes” y de pequeños y medianos empresarios. Dadas las circunstancias algunas de estas actividades son familiares, en tanto que los parientes se apoyan unos a otros en este diario sobrevivir. Aquellos vendedores ambulantes que se dedican al comercio de pequeñas cantidades de frutas biodegradables corren el riesgo de perder sus mercancías con un solo día que hayan estado malas las ventas por diferentes motivos, como las lluvias, el exceso de calor o las peleas continuas con ciertos policías municipales. Otro tanto ocurre en las carreteras y en las aceras de las maquilas, pues los vendedores dependen de la afluencia de los viajeros y turistas; o de las fechas de pago de los operarios maquileros.

Los problemas de los pequeños y medianos empresarios son análogos, con la diferencia que ellos contratan dos, cinco o diez empleados, a los cuales en muchas ocasiones les resulta imposible pagarles los salarios. Un pequeño mal giro en el negocio o un chivatazo inesperado de un competidor envidioso, y todo se viene abajo, incluso en los buenos restaurantes. Aquí conviene recordar a un productor de tomates egresado del CURLA, quien se instaló en un cruce de caminos de la zona norte del país, y los competidores (o coyotes) le pincharon las cuatro llantas de su carro tipo paila, y al atardecer lo obligaron a vender su producto a precio de gallo muerto en el “Mercado Guamilito” de San Pedro Sula, con grandes pérdidas en su quehacer agrícola. El joven renunció al cultivo de tomates y los jornaleros quedaron en el aire.

A lo anterior hay que sumarle el problema de los préstamos. Algunos pequeños empresarios (incluyendo a las tortilleras que han logrado crecer), han tenido la fortuna de conseguir préstamos benévolos con instituciones intermediarias de primer piso, como las cooperativas. Pero otros vendedores ambulatorios contraen préstamos diarios, en las aceras, que deben pagar por las tardes a los prestamistas, hayan vendido sus mercancías o no hayan vendido nada, situación que produce angustias cotidianas en los pobladores de distintas edades, que subsisten en el borde de la incertidumbre. El sector informal de la economía hondureña tiene derecho a evolucionar hacia mejores estadios de desarrollo socioeconómico; lo mismo que el sector industrial, por el bien del país y de todos los ciudadanos y pobladores de la nación.

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