Xiomara, dos años después (3/3)

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6 de febrero de 2024
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12:13 am
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Xiomara, dos años después (3/3)

Juan Ramón Martínez

A dos años de mandato, es evidente que “la refundación”, no arranca. Siguiendo el pensamiento de Gramsci, “el viejo régimen, se resiste a morir”; y, el nuevo, “no da señales que, empieza a vivir”. El relato de Libre sobre la nueva Honduras, entrevisto en los discursos leídos por Xiomara Castro no pasa del ejercicio crítico, la descalificación de los derechos de la oposición, el desconocimiento de los valores de la unidad; cargando, un fuerte acento sectario excluyente. Lo que muestra el carácter totalitario de su propuesta. Que no incluye nada que anuncie lo nuevo que producirá la refundación del país y la revolución que introducirá Libre en la sociedad. Mucho menos que, tal cosa mejorará la vida colectiva. El resultado es negativo: no hay una medida en que -fuera del cambio del color de la bandera, volviendo al establecido por Carías- pueda anticipar la fuerza del mundo nuevo que, algunos creyeron, de buena fe, que nos traería el régimen de Xiomara Castro. Incluso, el proyecto de desmontaje de la institucionalidad del régimen anterior, no ha dado resultados. La supresión del sistema de empleo por hora, no significó crear una alternativa que mostrara voluntad de mejorar las condiciones de los desempleados. La Reforma Fiscal que pudo ser un instrumento para estimular el capitalismo moderno -siguiendo el modelo de Vietnam-, fracasó el intento, por la inhabilidad en el manejo de las diferencias y la ignorancia de las técnicas de negociación para lograr acuerdos. El PIB, no ha crecido. Las exportaciones tampoco. Los pobres han aumentado. Y las remesas, es lo único que da, engañosa esperanza.

Hemos regresado a la dictadura de JOH, sin JOH; que, ahora vive en New York. El Ejecutivo, controla la Corte Suprema de Justicia, el Congreso Nacional, la Fiscalía, la Policía, las Fuerzas Armadas y el resto de las instituciones decisorias, y que dominan desde arriba, la vida política. Las alcaldías municipales han sido minadas y chantajeadas con la oferta de entregarles financiamiento a cambio de alineación política. Hemos “perdido” Texiguat. Es decir, que igual que en tiempos de Carías, tienen todo el control; pero no hacen uso de tal poder para impulsar cambios necesarios y urgentes para el desarrollo del país. Ni siquiera en lo más negativo, como es el caso de Ley de las ZEDE. Fueron incapaces de suprimirlas constitucionalmente como habían prometido. Igual cosa sucede con la lucha en contra de la corrupción. El régimen no ha podido -por la voluntad de blindar los errores de la administración de Zelaya Rosales- siquiera dar avances esperanzadores en la creación de la comisión de lucha en contra de la corrupción. Han tenido todo. Les ha faltado claridad en los objetivos; y, voluntad, para volverlos realidad.

Y a nivel de reparación de los daños endémicos en los sistemas educativos, de seguridad, salud reactivación productiva y mejoramiento de la posición de Honduras en los mercados internacionales, los resultados son muy discretos. Y, en algunos casos, francamente negativos. La educación no ha sido replanteada en los términos de sus valores y objetivos. Los jóvenes no saben matemáticas; y, poco entienden lo que leen. El único concepto que se ha manejado es uno viejo: tiempo en clases. El sistema sigue concentrado, centralizado, permitiendo el manejo clientelar, irrespetando derechos de los docentes que, no se someten políticamente; y, defienden fieramente sus bolsillos.

El sistema de salud, sigue intacto. Ninguna reforma se ha propuesto; y la promesa de la construcción de los siete hospitales, es una engañifa porque, si no tienen capacidad de manejar los existentes, el problema no se resuelve recargándolos con nuevos, sino que, todo lo contrario. Incluso los diseños de los nuevos hospitales, tienen un olor faraónico, que demuestra improvisación, incapacidad y falta de compromiso con un cambio que, urgen los enfermos. Y, necesitan, los hondureños más sanos.

El sistema de seguridad, sigue mostrando falencias. El índice de muertes está en la cresta; la policía luce como guardia pretoriana, otra “Guardia Civil” del tiempo de los liberales villedistas; y la confianza que despiertan sus miembros entre la ciudadanía, disminuye exponencialmente, indicando que quienes portan el uniforme, no trabajan para nosotros; y en momentos están motivados por inclinaciones criminales inmanejables. Y que, incurren en delitos inesperados.

En conclusión: lo mismo, solo que revolcado. Muchos electores siguen descubriendo que votaron mal. Obligados a rectificar, murmuran, “Libre, nunca más”.

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