¿QUE NO TENGAN CORAZÓN?

MA
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7 de febrero de 2024
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12:40 am
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¿QUE NO TENGAN CORAZÓN?

“CONOZCO muy bien a LA NIETA –mensaje de una vieja amiga– y lo que dice le sale de ese corazón tan lindo que tiene”. “Es alegre, espontánea y generosa; así fue educada”. “Es de esas personas que hablan con el refrán: haz bien y no mires a quién”. Otra buena amiga: “Lindas palabras salidas del corazón de Sofía”. “La conocí de muy pequeñita; a su edad ya entiende que la gratitud es la memoria del corazón; los que no tienen memoria en su corazón, no agradecen”. Un buen amigo: “Para completar el pensamiento de Aristóteles: Cada uno se enamora de lo que admira, unos del placer, otros de la utilidad, otros de las virtudes”. “Por lo tanto, la amistad honesta solo puede darse entre personas virtuosas”. “Su editorial tiene una utilidad práctica para la vida, en el tema de la reciprocidad, que cada quien da de lo que es”. “La importancia de ser –como dice Jacques Philippe– por sobre el hacer y el tener”.

Otro lector: “Recuerdo que en el Instituto San Miguel habían sembrados muchos sauces llorones; quedaron en los recuerdos hermosos de mi niñez”. “Hace 4 años los busqué por muchos viveros con el afán de tener uno sembrado al menos”. “Lo encontré, cuesta que crezcan, pero ahí va tomando forma y follaje”. Alusivo a estos párrafos: “La fortaleza no viene así por así o se nace para sauce o se nace para roble”. (En otras palabras –interviene Winston– “take the high road”, sería actuar con decencia, frente a la conducta indeseable de otros. -O sea, la diferencia –comenta el Sisimite– entre el roble y un sauce llorón. Aquí en un lugar de referencias lo describen como un “arbolito caducifolio de poca altura con ramas delgadas, flexibles, largas y colgantes casi hasta el suelo. Tronco con la corteza fisurada”. -O sea –suspira Winston– que lo denominan “llorón” por sus ramas caídas). Le comparto –mensaje de la doctora amiga– algo que leí por allí sobre la amistad: “¿Qué es la amistad? Preguntó la vida”. “-Es no hablar mal de esa persona, aunque no esté, dijo la lealtad. -Es permanecer con ella en las buenas y en las malas, dijo el apego. -Es hablar claro y sin mentiras, dijo la sinceridad. -Es reír con esa persona y llorar con ella cuando se necesita, dijo el sentimiento. -Es saber que está contigo hasta con los ojos cerrados, dijo la confianza. -Es extrañarle cuando sale de viaje y alegrarte de volverla a ver, mencionó la memoria. -Es desear que siempre esté bien, dijo el deseo. -Es darle la mano cuando la necesita, dijo el apoyo. -Es respirar profundo cuando se equivoca, dijo la paciencia. -Es no conocerme, dijo la traición. -Es saber perdonar cuando es necesario, dijo el perdón. -Es la que está contigo en vida, te acompaña en tu enfermedad, y llora en tu agonía, dijo la muerte. -Es querernos, contestó el amor”.

(Rescatamos una frase –entra el Sisimite– de las contribuciones del colectivo: “La gratitud es la memoria del corazón”. “Los que no tienen memoria en su corazón, no agradecen”. Aunque sucede con otros, que del todo no tienen corazón. -Eso me trae a la memoria –interrumpe Winston– la parte final del cuento de Oscar Wilde, que leí de niño, “El Cumpleaños de la Infanta”: “-Admirable –dijo la infanta después de una pausa–; pero ahora quiero que bailes para mí. -Sí –exclamaron todos los niños–, levántate y baila, porque eres tan inteligente como los monos de Berbería y haces reír mucho más. Pero el Enanito no respondió. Y la infanta golpeó el suelo con el pie y llamó a su tío, que paseaba por la terraza con el chambelán, leyendo despachos recién llegados de Méjico, donde acababa de establecerse el Santo Oficio. -Mi Enanito tiene murria –le dijo–, reanímalo y dile que baile para mí. Se sonrieron y entraron los tres al salón, y don Pedro se inclinó y tocó al Enanito en la mejilla con su guante bordado. -Tienes que bailar –le dijo–, “petit monstre”. Tienes que bailar. La infanta de España y de las Indias quiere divertirse. Pero, el Enanito no se movió. -Hay que llamar a un azotador –dijo don Pedro con fastidio, y se volvió a la terraza. Pero el chambelán tomó aspecto grave y se arrodilló junto al Enanito y le tocó el corazón. Después de breves momentos se encogió de hombros, se levantó, y, haciendo reverencia a la infanta, le dijo: -Mi bella princesa, vuestro divertido Enanito no volverá a bailar más. Es lástima, porque es tan feo, que pudo haber hecho sonreír al rey. Pero ¿por qué no ha de bailar más? -Preguntó la infanta riendo. -Porque se le ha roto el corazón -respondió el chambelán. Y la infanta frunció el ceño, y sus finos labios de rosa se plegaron con desdén. -En adelante, que los que vengan a jugar conmigo no tengan corazón -exclamó”).

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