Tesoros de valor incalculable

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8 de febrero de 2024
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Tesoros de valor incalculable

Déjame que te cuente…

Por: José María Leiva Leiva

En el chat que mantenemos a diario con nuestro entorno social más cercano, compartimos estos días unas reflexiones profundas en relación al tema de las relaciones humanas, y entre estas, específicamente, el vinculado con la amistad, lo cual, nos dio mucho de qué hablar. Coincidimos en que el ser humano es de naturaleza compleja, y que no es tan fácil como parece a simple vista, mantener a flote relaciones interpersonales amenas ni mucho menos afectuosas.

Así mismo, sostuvimos que todo el mundo tiene un amigo durante cada etapa de su vida. Pero, que solo los afortunados tienen el mismo amigo en todas esas etapas. En otras palabras, contemplamos cómo el destino pone a muchas personas en nuestras vidas, pero ojo, solo las mejores permanecen para siempre. Por ello, hicimos hincapié en que cuando la vida nos regala personas maravillosas, debemos cuidarlas, pues esas nunca vuelven. Esas son tesoros de valor incalculable.

Javier Labandón, el artista sevillano más conocido como El Arrebato, les llama “Gente Luminosa”, y Mario de Andrade, en su hermoso poema de vida, El valioso tiempo de los maduros, les define como “gente que sabe tocar el corazón de las personas… Gente a quien los golpes duros de la vida, le enseñó a crecer con toques suaves en el alma”. Otros les llamarían personas mágicas, pues aparecen de la nada. Son aquellas que saben ganarse la confianza rápido y de forma inesperada.

De pronto un día llegan a tu vida, empiezan a hablar de todo, de alegrías, daños, experiencias, penas y heridas. Cuando te das cuenta, no recuerdas cómo era tu vida antes de que las conocieras. Así son las personas mágicas. Y allí están, llegan a tu universo para darte un aire más liviano, para brindarte su amistad, su mano y elevar su energía juntos. De aquí que se afirme, que un verdadero amigo, siempre es afectuoso, y en tiempos de angustia es como un hermano. Por supuesto, es importante darnos cuenta que cada persona que nos encontramos a nuestro paso, tiene un rol significativo en nuestras vidas.

Así, unos llegarán para abrazarnos, alentarnos, y muchas veces para quedarse, o bien, otros solo lo harán por aprendizaje. Algunos nos pondrán a prueba, otros nos amarán o nos enseñarán, pero también es cierto, que sobrarán quienes pretenderán utilizarnos. Hay signos: La gente que no te quiere tanto, cuando la pasa bien se olvida de ti. En cambio, la gente que te quiere mucho, cuando la pasa bien, desean que estés ahí. No menos cierto es que, en términos generales, los seres humanos solemos tratar como “amigos”, a todos aquellos con quien nos cruzamos en el camino y mantenemos algún tipo de relación social, o personal. Entonces, lo que vendría bien decir con mayor exactitud son términos como: paisanos, tocayos, colegas, compatriotas, compañeros de trabajo, vecinos, correligionarios, o simplemente conocidos. Pero, “amigos”, en la dimensión estricta del término… quien sabe.

Máxime, cuando entendemos que “amistad”: no es recibir, es entregar. No es criticar, es apoyar. No es ofender, es comprender. No es juzgar, es aceptar. No es guardar rencor, es perdonar. La Amistad es simplemente… amar, definida como la mejor música en la partitura de la vida. “Sin amor -dice el enunciado-, serás un eterno desafinado en el inmenso coro de la humanidad”.

En lo personal, si sumo a mi considerable edad cronológica, los serios quebrantos de salud que me aquejan implacablemente, y con los que me toca lidiar en el día a día, me bastan y sobran, por ende, ya no estoy en condiciones ni deseos banales, estériles y cansinos para lidiar con nadie, menos todavía si son personas tóxicas, envidiosas o egocéntricas. Tampoco me interesa declararle la guerra a persona alguna, o de andarme metiendo en lo que no me importa, o peor aún, creerme el salvador de nada, no mil veces no, simplemente vivo y dejo vivir. Al fin y al cabo, cada quien es arquitecto de su propio destino. Quiero vivir en paz y en armonía conmigo mismo, con Dios y el universo, y disfrutar a plenitud y conciencia los años que me quedan, rodeado, eso sí, en primer lugar, por el inmenso e incondicional amor de mi familia.

Y por supuesto, en segundo lugar, elijo rodearme de personas que suman, de humanos transparentes, de almas de noble corazón, de caras que no fingen, de bocas que no mienten, de cabezas pensantes, de amigos que abrazan con sinceridad, bondad y amor. Lo digo de corazón, estoy feliz con el pequeño círculo social de personas que están en mi vida, dentro y fuera del país, son pocas, pero leales y realmente maravillosas… valen oro, el resto puede irse de paseo… y que les vaya muy bien.

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