Menudo rompecabezas en una Corte de Nueva York

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9 de febrero de 2024
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12:04 am
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Menudo rompecabezas en una Corte de Nueva York

¿Vuelven los oscuros malandrines del 80?

Por: Óscar Armando Valladares

Al aproximarse el veredicto que pende sobre los tres inculpados por la justicia estadounidense, los hechos incurrentes se irán juntando y ajustando, como las piezas de un rompecabezas, revelando que el negocio de la droga en el país tuvo el carácter de actividad público-privada por la interacción delictiva de autoridades, políticos, uno que otro empresario, pandilleros y narcotraficantes de oficio los cuales trasegaban la valiosa mercancía sin mayores embarazos, hasta que se presentaron desacuerdos de intereses y rivalidades a sangre y fuego. Entonces, el gobierno norteamericano -partícipe con agentes encubiertos e infiltrados de la DEA- impuso a los gobernantes de turno la entrega de notorios cabecillas, en cuya redada aconteció la detención y posterior condena de Fabio, un hijo de Lobo Sosa, y “Toni”, hermano de Hernández Alvarado. Vino, además, el deceso de su hermana Hilda, atribuido oficialmente al desastre de un helicóptero, pero que ha tomado cuerpo la versión propalada de que fue victimada por sicarios de la droga. ¿Resplandecerá la verdad en Nueva York?

El que los casos ventilados en contra Juan Carlos Bonilla (alias “El Tigre”), Mauricio Hernández Pineda y el propio Juan Orlando Hernández, se hallaban inmersos en un solo juicio, indica que los mismos guardan estrecha relación e inextricablemente están, de un modo u otro, entrelazados con sucesos recientes y anteriores, algunos de los cuales salieron a luz con caracteres espectaculares, a más de aquellos que resultarán, que llegarán a ser.

En verdad, no será fácil para los defensores -en sí problemáticos- contrarrestar las pruebas y desvanecer los cargos por los cuales aquellos fueron extraditados. De una parte, todos o casi todos los asuntos de similar naturaleza y gravedad, han recibido sentencias condenatorias, y razones de peso habrá. De la otra, resulta inimaginable que el país acusador se vea en aprietos ante una contraacusación -con resarcimientos dinerarios- por haber atribuido delitos mayores a inocentes declarados, después de haber padecido escarnio público y reclusión severa. Aún más: ¿no conlleva este tipo de resoluciones punitivas -cuidadosamente preparadas “para no fallar”- un aviso, una advertencia, en resumen, un escarmiento del imperio a su patio trasero? Por supuesto que “yes”.

La del expresidente Hernández, es una causa de alto relieve por el cargo que tuvo y retuvo, por ser aliado político tomado como confiable y por haber demeritado esa conducta fiel al incurrir en “errores” ¡simples errores!, como argumentan sus acólitos: enviar, según externa la acusación, al menos 500 toneladas de cocaína a Estados Unidos, entre 2004 y 2022. El inicio del juicio, retrasado tres veces, para este lunes 12 de febrero, el defensor equívoco Raymond Colon, la solicitud de abogado de oficio -recaída en Renato Stabile-, la campaña inconclusa de recaudación de fondos, “la falta de dinero” anunciada por el propio JOH y el declararse culpable el expolicía Hernández Pineda y ahora el “Tigre” Bonilla, dan lugar a creer que el asunto no anda sobre ruedas, no obstante la fiabilidad en Dios -de esposa e hijas- en cuanto a que el consorte regresará al plácido rincón hogareño exento y con buena vida.

Si por veredicto del cielo ocurriese este reencuentro, ya podrá el exlíder nacionalista descartar por siempre los sentimientos que interpoló en su misiva de despedida: el no ver más a su parentela y sufrir una muerte en vida de aplicársele la pena aflictiva de cadena perpetua.

Empero, en el plano real, habrá forzosamente que dilucidarse el menudo rompecabezas en la Corte del Distrito Sur de Nueva York, bajo la fría mirada del juez Kevin Castel y aguardar el voto resolutorio de los jurados, comenzando en mayo con el “primo” Mauricio, en junio con el “Tigre” Juan Carlos y aparte Juan Orlando, el hermano de “Toni” reducido a perpetuo encierro.

Será entonces cuando el Dios de Israel -que castiga al pecador y premia al justo e inocente- deberá obrar el portento esperado: hacer milagrosamente lo que tenga que hacer.

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