HISTORIAS DE ACADEMIAS Y ACADÉMICOS (1/2)

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10 de febrero de 2024
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HISTORIAS DE ACADEMIAS Y ACADÉMICOS (1/2)

Rafael Heliodoro Valle.

Óscar Aníbal Puerto Posas

A María Vargas y Montserrat Urbina, mujeres inteligentes

A manera de introducción. El término procede de “Academus”, el jardín, próximo a Atenas, donde Platón instaló su escuela. A partir de ese evento, múltiples academias, expandieron su luz en el planeta. Sería largo mencionarlas todas. Me concretaré a las más famosas: la Academia Aldina, fundada en Venecia en 1495 por Aldo Manucio. De ella formaron parte ilustres escritores y humanistas. Cuida de la selección de los mejores textos clásicos. También son celebérrimas, la Academia de Ciencias de Berlín. Fruto del tenaz esfuerzo de Leibnitz que fue su primer director perpetuo, se creó esta Academia en 1770, sin que lograra apoyo oficial hasta muchos años más tarde. Federico II, la reorganizó, con el nombre de Real Academia de Ciencias y Bellas Artes de Prusia. Leibnitz, además de filósofo era matemático. Un brillante escritor hondureño solía citarlo en sus editoriales, Alejandro Valladares: “Calculemus, como decía Leibnitz”, solía escribir. Hay otras academias dotadas de prestigio: la Academia de Ciencias de EE. UU., en 1863; de carácter oficial tiene su sede en Washington. La Academia de Ciencias de la U.R.S.S. Fundada en 1725, las autoridades soviéticas modificaron sus estatutos en 1930. La Academia de Ciencias de Lisboa. Fundada en 1779; es la más importante de los centros portugueses de esta índole. La Academia de Derecho Internacional de La Haya. Creada en 1923. Se ocupa de estudios superiores de Derecho Internacional y está integrada por doce miembros de diferentes países. Academia Española de Jurisprudencia y Legislación. Centro de Estudios Jurídicos con sede en Madrid, reúne en su seno los más ilustres jurisperitos españoles. Su biblioteca es de gran valor profesional. Y hay otras que se expanden en diversas áreas del conocimiento que omito por razones de espacio.

La Academia Española de la Lengua, a vuelo de pájaro. Fundada en Madrid por Real Cédula del 3 de octubre de 1714. Componíase en su origen de ocho miembros. Los seis tomos de su Diccionario de la Lengua Castellana (1726-1739), generalmente llamado de “Autoridades”, son una obra superior a cualquiera de los léxicos europeos de entonces. En 1780, fue compendiado el diccionario en un volumen. La Gramática de la misma corporación apareció en 1771. Edita la Academia su Boletín, con interesantes monografías sobre la lengua y la literatura españolas y ha dado al público algunas obras fundamentales. Ser miembro de número o correspondiente constituye un señalado honor. La Academia Española de la Lengua, históricamente ha albergado en su seno los mejores escritores o estudiosos del idioma cervantino. Azorín (seudónimo de José Martínez Ruiz (1873-1967) y junto a él casi toda la gloriosa generación del “98”, así conocida en la literatura española. La Real Academia Española de la Lengua, tuvo el prestigio inconmensurable de tener como su director a don Ramón Menéndez Pidal (1869-1968). Filólogo de altas dotes. Estudió la lengua y literatura medievales y dirigió la Real Academia de 1925 a 1939 y de 1947 a 1968. Otros grandes escritores contemporáneos, adscritos a la Real Academia, son, entre otros: Camilo José Cela (1916-2002), Premio Nóbel de Literatura (1989) y Mario Vargas Llosa, escritor hispano-peruano (1936), ganador del Premio Nóbel de Literatura en 2010. Autor de celebrados libros: La ciudad y los perros; La casa verde, La fiesta del Chivo, Conversación en la Catedral, entre otras… El actual director es el Sr. D. Santiago Muñoz Machado. La Academia Española de la Lengua, tomó el acuerdo, en 24 de noviembre de 1879, de autorizar el establecimiento de otras correspondientes en los países de origen español, para estrechar los vínculos que deben unir a los pueblos de la misma lengua y sangre, y velar en común por la propiedad y esplendor de nuestro idioma. A este concierto de Academias me referiré en el siguiente capítulo.

Asociación de Academias de la Lengua Española. Como quedó asentado, la RAE, tomó, el lejano año de 1870, la decisión de autorizar el establecimiento de otras correspondientes en los países de origen español. Colombia fue la primera de acatar esta excitativa. Fundada en Bogotá (1871). Ecuatoriana, se estableció en Quito el 15 de octubre de 1874, aunque su reconocimiento jurídico data del 4 de mayo de 1875. Los miembros fundadores fueron Pedro Fermín Cevallos, Julio Zaldumbide, Belisario Peña, Francisco Javier Salazar, Pablo Herrera y José Modesto Espinosa, quienes ya eran con anterioridad miembros correspondientes de la Real Academia Española. La mexicana, fundada en 1875, consta de 36 miembros numerarios y 36 correspondientes. La salvadoreña, fundada en 1876, reorganizada por el poeta Juan José Cañas en 1915, consta de 24 miembros numerarios y cinco correspondientes. Venezolana, fundada por el presidente Antonio Guzmán Blanco en 1883, tiene 24 miembros numerarios. Chilena. Fundada por Ricardo Palma, en 1887 y reorganizada en 1917. Peruana, fundada por Ricardo Palma en 1887 y su primer presidente fue Francisco García Calderón y Landa, a partir del 30 de agosto de 1887. Vinculada a la Real Academia Española y luego a las veintidós academias de cada uno de los países de habla española, es una entidad de derecho privado que recibe ayuda estatal, merced al Tratado de Bogotá de 1960 que firmaron todos los países involucrados. A lo largo del tiempo, ha sido y es una tenaz defensora, en el seno de la Asociación de Academias y en los foros públicos, de la manera de hablar de los peruanos la lengua común. El episodio más relevante en ese sentido fue la confrontación que tuvo en 1892 Ricardo Palma con la Real Academia Española que no aceptaba incorporar al diccionario palabras de América. Este tipo de conflicto ya no puede darse ahora, pues la Asociación de Academias de la Lengua Española, fundada en 1951, por iniciativa del presidente de México Miguel Alemán, participa activamente en la elaboración del diccionario común. Existe además el Diccionario de Americanismos de 2010 que tiene el mismo valor. Y cada Academia tiene su propio diccionario con voces de su región. Hay un hecho simbólico: el retrato de Ricardo Palma está ahora en el despacho del secretario general de la Asociación de Academias. Guatemalteca. Fundada en 1888 y reorganizado en 1930. Costarricense. Fundada en 1923. Filipina. Se fundó el 13 de julio de 1924 a semejanza de las academias americanas correspondientes de la española como un estímulo más a la conservación y expansión del español. Su inauguración se celebró el 25 de julio de aquel año, coincidiendo con el Día Español o de Santiago Apóstol. Entre los miembros fundadores figuraban las personalidades filipinas más representativas del momento, entre las que cabe destacar a Epifanio de los Santos, historiador, jurista, filólogo, filósofo y periodista. El lema de la corporación es “custodiar, difundir y enaltecer” el español en Filipinas. Panameña. Fundada en 1926 por el Padre Agustino español Pedro Fabo. Cubana. Fundada en 1926. Paraguaya. Fundada en 1927, extinguida y reorganizada en 1952. Boliviana. Fundada en 1926. Dominicana. Fundada en 1927. Nicaragüense. Fundada en 1928. Argentina de Letras. Establecimiento fundado en 1931 por Manuel Gálvez. Consta de 24 miembros numerarios. Cerrada en 1952, fue restituida en 1955. Uruguaya Nacional de Letras. Fundada en 1943 por el poeta Juan Zorrilla de San Martín, autor del poema: “Tabaré”. Hondureña. Fundada en 1948, por Rafael Heliodoro Valle, insigne poeta e historiador. Tiene 28 miembros de número y 11 socios correspondientes. Academia Puertorriqueña. Fundada en 1953. Puerto Rico, es “un estado asociado” de los EE. UU, pero se ha negado a renunciar a su idioma y a su cultura. Academia Norteamericana de la Lengua Española (ANLE). Fundada en 1973. Academia Ecuatoguineana, fundada en 2013. Desde el 19 de marzo de 2016 pertenece a la Asociación de Academias de la Lengua Española. Todas ellas, se agrupan en la Asociación de Academias de la Lengua Española. La más grande confederación cultural del mundo, de que se tenga noticias

Fundación de la Academia Hondureña de la Lengua. La Academia Hondureña de la Lengua se instaló en el Paraninfo de la Universidad de Honduras en Tegucigalpa el 28 de diciembre de 1948, siendo sus miembros fundadores: Rafael Heliodoro Valle, Luis Andrés Zúñiga, Esteban Guardiola, Julián López Pineda, Silverio Laínez, Alejandro Alfaro Arriaga, Juan B. Valladares, Marcos Carías Reyes, Carlos M. Gálvez, Joaquín Bonilla, Carlos Izaguirre, Antonio Ochoa Alcántara y Céleo Murillo Soto. // Juan Manuel Gálvez, presidente de la República, declaró solemnemente instalada la Academia Hondureña de la Lengua e hizo votos porque ella colaborara en el “enriquecimiento del idioma y la cultura de nuestro país” (Óscar Acosta, “El regreso de la revista”, “Revista de la Academia Hondureña de la Lengua, Segunda etapa, No. 1. Enero, febrero, marzo y abril de 1998).

Los fundadores, uno a uno. Rafael Heliodoro Valle (Tegucigalpa, 3 de julio de 1891 – ciudad de México, 29 de julio de 1959). Poeta, historiador, periodista y diplomático. Comparto el juicio de Ramón Oquelí Garay, quien lo califica como el más grande polígrafo hondureño del siglo XX. Don Medardo Mejía, en cambio, emite un juicio más ponderado: “preciosista, más entregado al tema mexicano que al hondureño”. (Véase “Entrada”, en el libro “El Fugitivo” de Pompeyo del Valle). En concepto de Marcos Carías Reyes, “Heliodoro Valle, es un filigranista de la prosa, aunque escriba para el diario, entre el ruido de las máquinas y las urgencias del periodismo” (Carías Reyes, “Hombres de Pensamiento”, Cerro de Plata. Abril y mayo, Primavera del 47). Rafael Heliodoro Valle, no fue indiferente a los elogios de su amigo Marcos Carías Reyes, al suicidio de este escribió: “Rostro Broncíneo”, el 24 de octubre de 1949. A mi juicio uno de los mejores artículos necrológicos de la Literatura hondureña. Además, Rafael Heliodoro Valle, fue en su tiempo, un poeta indispensable, la generación que nos antecede, enamoraba, con sus versos, a las muchachas en edad núbil: “¿Por qué causas misteriosas / la música de un violín / o el perfume de un jazmín / nos recuerdan muchas cosas?” (“Jazmines del Cabo”). Rafael Heliodoro Valle fue el primer hondureño que nos demostró que se puede vivir de la pluma. Aunque para ello, tuvo que trasladarse a México, en ese país trabajó sin descanso. Don José Vasconcelos, escritor y político mexicano (1882-1959), siendo ministro de Educación en el gobierno de Adolfo de la Huerta, nombró al hondureño Rafael Heliodoro Valle, jefe de la Sección de Bibliografía. En la tierra de Anáhuac, trabajó en los diarios de mayor prestigio: “Excelsior”, “El Universal” y “Universal Ilustrado”. Hubo un momento que México, le quedó pequeño, y extendió su pluma por toda “Indoamérica”, como llamaba a nuestra patria grande, Víctor Raúl Haya de La Torre; y sus artículos se publicaron en “Diario de la Marina” (Cuba); “La Prensa” (Argentina); “El Comercio”, “La Crónica” (Perú); “La Opinión”, (Estados Unidos de América). Su prosa era cadenciosa y deleitosa. Razón más que suficiente para que recibiera el “Premio Cabot”, otorgado por la Universidad de Columbia. El único hondureño en recibir tal honor, que se sepa. Fue, a la vez, el primer historiador hondureño con título profesional, otorgado por la Universidad Autónoma de México, donde defendió la tesis: “Cristóbal de Olid, conquistador de México y Honduras”. Cuando Juan Manuel Gálvez, lo nombra embajador ante el pueblo y gobierno de los Estados Unidos, no nombró a un improvisado en la diplomacia. En su juventud Rafael Heliodoro Valle, había sido Cónsul en Mobile, Alabama, a la orilla del Golfo de México; de ahí fue transferido con igual cargo a Belice. Es decir, ni el idioma ni la cultura norteamericana, le eran ajenas. En Washington, puso de pie al “Ateneo Americano”, dictó conferencias magistrales; sin duda. el mejor embajador que hemos tenido en el país del norte en nuestra convulsa historia. Ello no fue suficiente para impedir que la intriga le mordiera los talones. Fue despedido en forma grosera. Gobernaba Julio Lozano Díaz (1885-1957) y era canciller, el licenciado Esteban Mendoza (1904-1968). La tristeza se aposentó en su alma. Tres años después moriría. Su viuda, nunca perdonó la infamia cometida contra su ilustre marido. México, supo honrarlo, post-morten, Adolfo López Mateos (1910-1969), le confirió la “Orden de la Gran Cruz Azteca”. El Canciller, Manuel Tello Barraud (1898-1971), puso objeciones. El presidente López Mateos lo hizo callar. En México a un presidente del PRI, se le obedecía sin chistar. El legado literario del Dr. Rafael Heliodoro Valle, lo cuida con celoso afecto, la escritora María de los Ángeles Chapa; dicho sea de paso, miembro correspondiente de la Academia Hondureña de la Lengua. Rafael Heliodoro Valle es, sin duda, uno de los más ilustres hijos de Honduras.

Luis Andrés Zúñiga Portillo. (Comayagüela, 20 de abril de 1878, Tegucigalpa, 22 de junio de 1964). Figura cimera de la Literatura Nacional. Era abogado, con estudios de especialización en Criminología en París, Francia. Cultivó varios géneros literarios; a saber: Poesía, siendo nuestro único poeta laureado. La dramaturgia: “Los conspiradores”, de alta calidad estética. Con la presentación de esta obra, se inauguró el Teatro Nacional “Manuel Bonilla”. Andrés Morris, español residente en Honduras, teatrista insigne, quiso adaptarla modificando diálogos y escenografía; pero, la familia de Luis Andrés, no se lo permitió. Sobresalió como fabulista. El primer escritor hondureño en cultivar este género, al cual le dio “un salto cualitativo”, como diría un filósofo dialéctico. LAZ, hizo fábulas en prosa. Sus predecesores, lo hicieron en verso de métrica menor. Luis Andrés Zúñiga equivale en Honduras a lo que La Fontaine en Francia, Gay en Inglaterra y Samaniego en España. Nuestro hombre fue el primer escritor en recibir el Premio Nacional de Literatura “Ramón Rosa”, instituido por el Congreso Nacional en 1951. Es irrelevante que haya sido o no secretario de Rubén Darío. Luis Andrés Zúñiga vale por sí mismo, y no a la sombra de otro escritor.

Esteban Guardiola Cubas. (1869-1953). Educador y abogado (en este orden). Nació en San Antonio de Oriente. Director de la Biblioteca y Archivo (1903-1907); subsecretario de Educación Pública (1912-1916); magistrado de la Corte Suprema de Justicia; secretario de la Academia de Ciencias (1916). Ha dirigido “El Combate” y “La Revista del Archivo y Biblioteca Nacionales”. Autor de: Biografía del Dr. Rafael Alvarado Manzano (1934 y 1939); don Francisco Javier Botelo (1942). La Nuestra Señora de Suyapa (1947); Boceto Biográfico del Dr. Ramón Rosa y otras. En 1948 asumió la presidencia de la Academia Hondureña de la Lengua y ocupó el sillón correspondiente a José Cecilio del Valle. El Dr. Esteban Guardiola, tuvo una pasión: la educación. Desde esa trinchera, contribuyó al progreso de Honduras.

Julián López Pineda. (1882-1959). Periodista, doctor en Derecho por la Universidad de El Salvador (que junto a la Universidad de León, Nicaragua, extendía este grado académico); además, fue diplomático. Medardo Mejía una voz absolutamente creíble, lo enjuicia así: “Fue un profesional del periodismo. Se dedicó a él en Honduras, El Salvador, Guatemala y otra vez en Honduras. Fue director de muchos periódicos. En Guatemala iba a dirigir una empresa colosal “El Mundo”, interrumpida por una guerra en potencia que se dibujaba en el horizonte entre Guatemala y Honduras, por cuestiones fronterizas. “Allá por 1917, sigue diciendo don Medardo, López Pineda fue socialista y quiso fundar este partido con unos artesanos”. “Después fue girando la rueda hasta caer en el servicio no de las compañías, que es lo triste. Porque las compañías pagan bien a sus sirvientes y el gobierno se queda con la mitad”. (Medardo Mejía, “Historia de Honduras”, Tomo VI, Editorial Universitaria, Colección Realidad Nacional No. 30). Ironías aparte, Medardo Mejía, afirma que: “López Pineda escribió versos, dramas, ensayó muchos géneros literarios. Pero nada de eso, López Pineda, fue periodista. Y un periodista, con una ilustración poco común y con un golpe mortal. Era un polemista terrible”. Quizá por eso Carías lo mantuvo a distancia. Lo hizo Encargado de Negocios de Honduras en Francia y después embajador en Nicaragua. Al llegar al poder Juan Manuel Gálvez, volvió al periodismo, dirigió “El Día”. Hay algo imperdonable en su trayectoria. En 1954, se puso al lado de las compañías bananeras y en contra de los obreros, sus paisanos. Asimismo, atacó implacable al doctor Ramón Villeda Morales que despuntaba en la arena política. Al llegar al poder Villeda, López Pineda continuó con su verbo demoledor, atacando al novel mandatario. Villeda Morales, hábil como era, lo envió a La Haya, integrando el Equipo Jurídico que defendía los intereses de Honduras en el litigio con Nicaragua. Allá murió el 5 de marzo de 1959. El Dr. José Ramón Villeda Morales, ordenó duelo nacional; izar la bandera a media asta, y respiró tranquilo. Fue el primer presidente de la APH. En su libro: “Algunos Escritos”, figura su discurso de inauguración de la Asociación de Prensa Hondureña (APH); es una pieza oratoria formidable, pocas veces escuchada en un país subdesarrollado. “Don Julián” -como lo llamaba el pueblo- fue miembro fundador de la Academia Hondureña de la Lengua. Nunca le dio importancia, igual actitud asumió Céleo Murillo, a la honorable institución. López Pineda, pudo repetir la frase de Ortega y Gasset, “He hecho que mi obra brote en la plazuela intelectual, que es el periódico”. Gran parte de su producción literaria se ha perdido.

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